Dom 16.05.2004
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EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

› Por Manuel Fernández López

 

Amistades
Hay regiones que se llevan bien con las necesidades humanas, y que el hombre ha buscado para establecerse y reproducirse, regiones “situadas bajo un clima templado, provistas de un terreno fértil”, como decía Genovesi (1765). Estas condiciones las tiene la pampa húmeda, y de ahí que albergue a la mayor población del país. Y no las tiene la Patagonia: azotada por el viento oeste desde el principio de los tiempos, la Patagonia padece de erosión eólica, y no se cría en ella el vacuno ni se cultivan verduras ni tomates. Casi sin agua, es hostil al poblamiento. Sin embargo, un hecho foráneo, la Revolución Industrial y su impulso a la industria textil inglesa y su posterior apertura a la importación abrió a la Patagonia un enorme mercado para colocar lana sucia de oveja, animal éste que come pastos duros y no es exigente con el agua. Luego aparecieron otros dos caminos por los que la región austral se hizo amigable con el resto del país: el petróleo y el gas. Pero esas materias primas van camino a extinguirse. Cuando el país tenga tres veces más habitantes y PIB que hoy y no haya más gas ni petróleo, ¿terminará la amistad? Mucho antes que ello suceda, la Patagonia ofrece una materia prima mucho más abundante y gratuita, cuyo flujo jamás se interrumpe y cuya reserva estará intacta hasta el fin de los tiempos: el viento. Sumando a ella el antiguo truco de convertir viento en movimiento, puede pensarse en un potencial de generación de electricidad superior en varias veces al consumo actual del país. Por si fuera poco, hay otra fuente de energía desaprovechada: la mareomotriz. La península de Valdés está unida al continente por un delgado istmo, formando el golfo de San Matías al norte y el golfo Nuevo al sur. Cuando hay pleamar en el Nuevo, hay bajamar en San Matías, y viceversa, de manera que hay una permanente diferencia en la altitud del mar a uno y otro lado. Comunicando ambos golfos el mar pasaría violentamente hacia aquel con menor nivel de agua y ese ímpetu natural sería una fuente formidable de electricidad, instalando en su curso turbinas en número y de potencia convenientes. Es claro que el interés particular nunca encararía tales obras, que miran sólo al interés general de la comunidad en un lapso que abarca varias generaciones. Luego que se termine de poner parches al tema del petróleo y del gas, que a la larga se acaban, bueno sería examinar estas dos posibilidades.

Complementos y eslabones
Hasta ayer nomás la dirigencia política venía denostando a los agoreros que habían pronosticado un crecimiento de apenas 1 por ciento, cuando se registró un 8 y algo, casi 9 por ciento. Y aún el Presidente todavía repite tal recriminación. ¿Por ventura piensa el doctor Kirchner que el país puede repetir la performance, tras ponerse en vigencia la cláusula de “contratos interrumpibles”, procediendo a cortar el suministro de gas a unidades productivas? Parecería haberse olvidado que producir es, esencialmente, complementar insumos. Para levantar una pared se requiere: mano de obra, ladrillos, arena, cal, cemento y agua, todos insumos que varían según el tamaño de la pared; y además bienes durables, como baldes, cuchara, etc. Imagínese que no se permita usar agua, o ladrillos, o no se permita al albañil tocar los insumos. La producción cae a cero. Es lo que está ocurriendo en innumerables unidades de producción que insumen gas con cláusula de interrupción del suministro. Y al cortarse la producción, ¿qué motivo alienta al productor para gastar su capital en la compra del resto de insumos que varían según la escala de producción? Además de la complementariedad entre los insumos variables, el producto como un todo está vinculado a otras producciones, ya sean los insumos de dicho producto o actividades que compran el producto. Se trata de los eslabonamientos anteriores y posteriores, respectivamente. Una actividad cuya producción cae a cero, por ejemplo, la albañilería, traslada su caída a la producción de aquellos bienes que deja de comprar: necesariamente tienen que reducir su escala productiva las empresas areneras, las fábricas de cal y de cemento, y achicarse el empleo de albañiles. Asimismo, se traslada la reducción a las actividades que demandan trabajos de albañilería: achicada la actividad de ésta, algunas viviendas particulares dejarán de estar disponibles, y asimismo cierto número de locales para el comercio y la industria deberán esperar, para construirse, a que la actividad de la construcción retome su ritmo normal y, mientras, algunas actividades de comercio o industria no empezarán. Todo ello supone menor demanda de los insumos complementarios en cada actividad, y más desempleo, y menor demanda de las actividades vinculadas por eslabonamientos anteriores o posteriores a aquellas que suspenden su producción por falta de gas.

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