EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Amistades
Hay regiones que se llevan bien con las necesidades humanas, y que el hombre
ha buscado para establecerse y reproducirse, regiones “situadas bajo un
clima templado, provistas de un terreno fértil”, como decía
Genovesi (1765). Estas condiciones las tiene la pampa húmeda, y de ahí
que albergue a la mayor población del país. Y no las tiene la
Patagonia: azotada por el viento oeste desde el principio de los tiempos, la
Patagonia padece de erosión eólica, y no se cría en ella
el vacuno ni se cultivan verduras ni tomates. Casi sin agua, es hostil al poblamiento.
Sin embargo, un hecho foráneo, la Revolución Industrial y su impulso
a la industria textil inglesa y su posterior apertura a la importación
abrió a la Patagonia un enorme mercado para colocar lana sucia de oveja,
animal éste que come pastos duros y no es exigente con el agua. Luego
aparecieron otros dos caminos por los que la región austral se hizo amigable
con el resto del país: el petróleo y el gas. Pero esas materias
primas van camino a extinguirse. Cuando el país tenga tres veces más
habitantes y PIB que hoy y no haya más gas ni petróleo, ¿terminará
la amistad? Mucho antes que ello suceda, la Patagonia ofrece una materia prima
mucho más abundante y gratuita, cuyo flujo jamás se interrumpe
y cuya reserva estará intacta hasta el fin de los tiempos: el viento.
Sumando a ella el antiguo truco de convertir viento en movimiento, puede pensarse
en un potencial de generación de electricidad superior en varias veces
al consumo actual del país. Por si fuera poco, hay otra fuente de energía
desaprovechada: la mareomotriz. La península de Valdés está
unida al continente por un delgado istmo, formando el golfo de San Matías
al norte y el golfo Nuevo al sur. Cuando hay pleamar en el Nuevo, hay bajamar
en San Matías, y viceversa, de manera que hay una permanente diferencia
en la altitud del mar a uno y otro lado. Comunicando ambos golfos el mar pasaría
violentamente hacia aquel con menor nivel de agua y ese ímpetu natural
sería una fuente formidable de electricidad, instalando en su curso turbinas
en número y de potencia convenientes. Es claro que el interés
particular nunca encararía tales obras, que miran sólo al interés
general de la comunidad en un lapso que abarca varias generaciones. Luego que
se termine de poner parches al tema del petróleo y del gas, que a la
larga se acaban, bueno sería examinar estas dos posibilidades.
Complementos
y eslabones
Hasta ayer nomás la dirigencia política venía denostando
a los agoreros que habían pronosticado un crecimiento de apenas 1 por
ciento, cuando se registró un 8 y algo, casi 9 por ciento. Y aún
el Presidente todavía repite tal recriminación. ¿Por ventura
piensa el doctor Kirchner que el país puede repetir la performance, tras
ponerse en vigencia la cláusula de “contratos interrumpibles”,
procediendo a cortar el suministro de gas a unidades productivas? Parecería
haberse olvidado que producir es, esencialmente, complementar insumos. Para
levantar una pared se requiere: mano de obra, ladrillos, arena, cal, cemento
y agua, todos insumos que varían según el tamaño de la
pared; y además bienes durables, como baldes, cuchara, etc. Imagínese
que no se permita usar agua, o ladrillos, o no se permita al albañil
tocar los insumos. La producción cae a cero. Es lo que está ocurriendo
en innumerables unidades de producción que insumen gas con cláusula
de interrupción del suministro. Y al cortarse la producción, ¿qué
motivo alienta al productor para gastar su capital en la compra del resto de
insumos que varían según la escala de producción? Además
de la complementariedad entre los insumos variables, el producto como un todo
está vinculado a otras producciones, ya sean los insumos de dicho producto
o actividades que compran el producto. Se trata de los eslabonamientos anteriores
y posteriores, respectivamente. Una actividad cuya producción cae a cero,
por ejemplo, la albañilería, traslada su caída a la producción
de aquellos bienes que deja de comprar: necesariamente tienen que reducir su
escala productiva las empresas areneras, las fábricas de cal y de cemento,
y achicarse el empleo de albañiles. Asimismo, se traslada la reducción
a las actividades que demandan trabajos de albañilería: achicada
la actividad de ésta, algunas viviendas particulares dejarán de
estar disponibles, y asimismo cierto número de locales para el comercio
y la industria deberán esperar, para construirse, a que la actividad
de la construcción retome su ritmo normal y, mientras, algunas actividades
de comercio o industria no empezarán. Todo ello supone menor demanda
de los insumos complementarios en cada actividad, y más desempleo, y
menor demanda de las actividades vinculadas por eslabonamientos anteriores o
posteriores a aquellas que suspenden su producción por falta de gas.
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