Dom 18.07.2004
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EL BAúL DE MANUEL

El baúl de Manuel

Por M. Fernández López

País “muy normal”
La Economía se enseñaba en Escocia en el siglo 18 en el marco de la Filosofía Moral, que abarcaba el Derecho y la Filosofía, distinta de la Filosofía Natural, o Física. Puede hablarse de una Geografía Natural, que versa sobre la ubicación y extensión de los países, y una Geografía Moral, que trata de países reales e imaginados, sus costumbres, creencias y valores. Los hay fruto de la obra colectiva y de nacidos de la mente de personas; fértil en crear países especiales, el irlandés Swift, ideó Lilliput, o país de enanos, y Brobdingnag, o país de gigantes, nombres donde la idea de “país normal” la fijaba el invasor extranjero a esos países. Creó Laputa, isla aérea poblada por filósofos enfrascados en experimentos absurdos. Y creó Balnibarbi, Luggnagg, Glubbdubdrib y Houyhnhnms. María Elena Walsh creó el Reino del Revés, donde son jueces los delincuentes y policías los que debieran estar entre rejas. Existe también, al parecer, el País-Contradicción, donde se piensa todo, pero no se hace nada, cuyas creencias y valores, defendidos en el pensamiento, se contraponen a lo que ocurre en la realidad. Allí se piensa que las instituciones sociales y las relaciones con otros países son sagradas, e impolutos los tres poderes del Gobierno. Pero no hay castigo a quienes dinamitan embajadas extranjeras o mutualidades, aprobar leyes requiere sobornar a legisladores, y el propio ejecutivo trafica armas. En la imaginación –en la ley escrita– se condena esas prácticas, pero la falta de responsables y de castigos equivale a su aprobación. Se condenan el juego de azar, el narcotráfico y la prostitución: la ley prohíbe instalar casas de juego en la capital del país, pero hay casas flotantes en los bordes de tal ciudad, que se publicitan en televisión. No hay droga tan adictiva ni letal como el cigarrillo. Un hospital advierte: “el cigarrillo causa cáncer y enfermedades cardiovasculares”. Pero el gobierno fomenta cultivar tabaco, su manufacturación y consumo. Incluso autoriza (“lo que no es prohibido, se permite”) la propaganda para fumar, ya en enormes carteles en la vía pública, en diarios y revistas y en cine y televisión, donde sin restricción llega a menores de edad. La prostitución, dicen, es sostenida y usada por fuerzas del orden para mejorar sus presupuestos, y aun se publicita sin restricciones en diarios de gran circulación. Lo que se dice, un país muy normal.

Don David
Si puede nombrarse un economista pretérito que, muerto y sepultado, ha renacido en el último medio siglo, ése es David Ricardo, y el rescate de su vida e ideas se debe en gran parte a Piero Sraffa, primero por su magistral edición de las obras y correspondencia de don David (desde 1951), y luego por su propia obra “Producción de mercancías por medio de mercancías” (1960). ¿Quién fue Ricardo? Nacido en una familia sefardita, con talento para las finanzas, y el razonamiento abstracto, hizo negocios con el Gobierno. En 1815, cuatro días antes de la batalla de Waterloo, el Gobierno lanzó el mayor empréstito de guerra. La Bolsa estaba en baja, por la incertidumbre de la guerra, pero Ricardo apostó todo su patrimonio a la derrota de Napoleón, y acertó. Aceptó las amistades que le ofrecieron James Mill y Thomas R. Malthus, y tuvo ásperas discusiones con el segundo. Impulsado por una movida tendiente a proteger el comercio de cereales en el Parlamento, a principios de 1813, comenzó a investigar el impacto de la acumulación de capital sobre las ganancias. En marzo de 1814 escribió unos artículos sobre la ganancia del capital, que se perdieron. Pero en febrero de 1815 publicó Ensayo sobre las ganancias, que determinó su interés por explicar la distribución del ingreso en una economía en que crecen el capital y la población. El tema le dio material para una obra fundamental, Principios de Economía Política y Tributación (1817) que, en versión simplificada por Mill, fueron el texto de la primera cátedra de economíaen la UBA (1823) a cargo de Agrelo. En 1819 ingresó al Parlamento, comprando el sitial de Portarlington. Su participación fue intensa y sugirió, para cancelar toda la deuda gubernamental en pocos años, un impuesto inmobiliario. El impuesto no reduciría la riqueza total ni castigaría injustamente a la clase propietaria, porque el valor de capital de los impuestos que la gravarían para atender las erogaciones en intereses y amortización de la deuda oficial era igual a la suma total del impuesto inmobiliario propuesto. Este proyecto se conoce como el “teorema ricardiano de equivalencia”. Ricardo murió –dos meses antes de fundarse la cátedra de economía en Buenos Aires, basada en la versión Mill de su libro– en su casa de campo, Gatcomb Park, en Gloucestershire, el 11 de setiembre de 1823, de una infección en el oído que se extendió al interior de su cabeza.

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