Dom 25.07.2004
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EL BAúL DE MANUEL

El baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Piqueteros de antes
Una estructura social cuyos miembros se agrupan en estratos superpuestos, y en la que la pertenencia a cada estrato es fijada por títulos de nobleza, es esencialmente desigualitaria. Así era el llamado antiguo régimen en la Europa anterior a 1789. Detentar un título de nobleza dependía de poseer tierras, y viceversa. El poseer tierra en propiedad exclusiva fue una de las primeras formas de desigualdad social, hecho subrayado por Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (1754) que, al parecer, le inspiró a Adam Smith la condición de “apropiación privada de la tierra”, junto a las de “acumulación de capital” y “extensión de la división del trabajo”, como distintivas de un “estado civilizado” de la sociedad (mientras que en un “estado primitivo”, no hay apropiación privada del suelo, ni acumulación de capital ni significativa división del trabajo). En efecto, tanto la tierra como el ganado y las semillas fueron las primeras formas de riqueza, y su apropiación por ciertas personas con exclusión de las demás, marcó un comienzo de desigualdad. Rousseau calificaba de necios a los que aceptaron la pretensión de los primeros propietarios el suelo. Smith se refirió a qué ocurre cuando la necedad pasa y es reemplazada por la conciencia: el menos favorecido quiere tomar parte de lo que el favorecido posee quizá en exceso: “la avaricia y la ambición en el rico, y en el pobre el odio al trabajo y el amor a las comodidades y goces del momento, son pasiones que impulsan a atropellar la propiedad. Allí donde existen grandes propiedades, existe gran desigualdad. Por cada hombre riquísimo habrá, por lo menos, quinientos pobres, y la abundancia de que gozan algunos pocos supone la indigencia de muchos. La abundancia de los ricos despierta la indignación de los pobres, que con frecuencia, se ven arrastrados por la necesidad a atropellar las posesiones de aquéllos”. Se rebelan quienes no tienen nada contra los que tienen algo. “La relación entre desigualdad y rebelión es realmente estrecha”, dice Amartya Sen. ¿Quién ayudará al rico? “Sólo bajo el cobijo del magistrado civil –completó Smith– puede dormir una sola noche tranquilo el propietario de esas propiedades valiosas. La autoridad civil, en cuanto es una institución destinada a asegurar bienes y propiedades, se instituye en realidad, para la defensa de los ricos contra los pobres”.

Distribución del ingreso
Hace algunos años ya los economistas descubrieron algo realmente obvio: que a mayor nivel de ingreso, mayor consumo. Pero también descubrieron que, a mayor nivel de ingreso, menor el porcentaje del ingreso destinado a consumo. Por ejemplo, si uno gana 100 pesos y de ellos gasta en bienes de consumo 80 pesos, si el ingreso se duplica (200) el consumo total pasa a ser mayor –por ejemplo (140)–, pero en relación al ingreso es menor: el consumo aumentó 60 pesos (de 80 a 140), pero la proporción consumida del ingreso bajó del 80 por ciento (80/100) a 70 por ciento (140/200). En cambio el ahorro, o diferencia entre el ingreso y el consumo, pasó de 20 por ciento (100-80/100) a 30 por ciento (200-140/200). En cualquier situación de la actividad económica, son estímulos para la producción mayores niveles de consumo, de inversión o de exportaciones. Cuando el futuro se presenta promisorio, y se prevé una expansión de las ventas, las empresas en general, buscan renovar o expandir sus equipos productivos y demás bienes de capital. Esa expansión es lo que se llama “inversión”, y para que tenga lugar requiere la ayuda de aquella parte del ingreso llamada “ahorro”. Si, por el contrario, el futuro aparece incierto y no estimula a adquirir bienes de producción durables, ninguna empresa querrá echar mano de los ahorros que se formen, aun a tasas de interés sumamente bajas, y los ahorros nunca se convertirán en inversión. En otras palabras, la restricción del consumo por parte de los sectores más pudientes no beneficia en nada a la actividad económica. Esto, sin embargo, no es un resultado desaprovechable. Pues así como hay quienes ganan mucho más de lo que consumen, también hay –sobre todo en la Argentina de hoy– quienes ganan muchísimo menos de lo que necesitan. Cualquier porción de ingreso no gastado que pudiese ser transferida a esos sectores indigentes se convertiría de inmediato en consumo, con un efecto tan estimulante sobre la producción y empleo como un incremento de la exportación o de inversión. La reciente encuesta de hogares, que arrojó el resultado de que la actual distribución del ingreso es la más regresiva de los últimos cincuenta años, tiene su lado amable, ya que nos está proponiendo realizar una reforma tributaria por la que el ingreso del Estado deje de basarse en el IVA y pase a gravar ingresos que superan toda suma necesaria para subsistencia, comodidad o lujo.

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