EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Profesión: secuestrador
A lo largo de una vida se toman decisiones tales como ganarse el pan uno mismo, sin depender de otros, o cambiar un empleo por otro mejor. ¿Qué determina la opción de trabajar y renunciar al ocio, o la elección de determinado empleo y no otros? El tema fue elaborado por Adam Smith, quien cifró en cinco circunstancias las que hacen ver un trabajo como mejor que otro: 1º) lo agradable o desagradable de los empleos; 2º) la facilidad y baratura, o dificultad y costos de su aprendizaje; 3º) la continuidad o discontinuidad del trabajo en los mismos; 4º) la mucha o poca confianza que se deposita en los trabajadores; 5º) la probabilidad o improbabilidad de tener éxito en los mismos. Por éxito entendía Smith el obtener efectivamente la ganancia esperada. Ahora bien, ningún producto que se elabora o servicio que se presta puede producirse sin utilizar algún recurso. Si se habla de ganancia, debe medirse en términos netos, deducidos los recursos utilizados. Además, un productor que no produce los bienes que necesita, debe adquirirlos en el mercado, a cambio de dinero. La ganancia, pues, además de neta, debe expresarse en dinero. Y la ganancia puede tener distintos niveles, y constancia o fluctuaciones. Advertía Smith que las profesiones manuales garantizan un nivel de ingresos muy moderado pero constante, mientras que las profesiones liberales prometen ingresos altos, pero de no segura concreción. El ingreso corriente en las primeras es muy parecido al ingreso promedio de varios años. El ingreso de las segundas puede tener grandes altibajos en cualquier año, y por ello apartarse considerablemente del ingreso promedio de varios años. La discrepancia (o varianza) respecto de la media es baja en las primeras, y alta en las segundas, y es una suerte de medida del riesgo. El secuestro permite, a cambio de un rescate (ganancia del secuestrador), restablecer a una familia el statu quo previo, liberándola del estado de dolor y angustia creado por el secuestrador mismo. El nivel de ganancia supera con creces a las profesiones liberales. Sin embargo, no hay caso alguno en que se haya recuperado el rescate, lo que se traduce como que el secuestrador concreta su expectativa, como el trabajador manual. Ganancia alta y riesgo bajo: no sorprende que crezca la demanda de estos empleos, como indica el 11 por ciento de crecimiento de los secuestros en Buenos Aires, el mes pasado.
Profesión: profesor de economía
Este año más concretamente, el 5 de noviembre se cumplen 250 años de la primera clase de economía (o economía política) dictada en el mundo. El héroe de esta hazaña fue el cultísimo abate Antonio Genovesi (1712-69), quien la enseñó en la Universidad de Nápoles, desde 1754 hasta su muerte. El hecho no sería inextricable si fuese único. Pero el caso es que le siguieron tres más, en lugares distantes y aparentemente no relacionados: Glasgow, Zaragoza y Buenos Aires, en ese orden. Sin embargo, un hecho las une y acaso también las explique: las cuatro estaban saliendo de una condición de atraso relativo, o de una situación de dependencia. Nápoles, dependencia austríaca hasta 1734. Escocia, frenada en su potencial expansivo hasta el Tratado de Unión (1707) con Inglaterra. España, sumida en la decadencia hasta la llegada de los Borbón. La creación de cátedras estuvo estrechamente vinculada al Iluminismo que floreció en regiones de relativo atraso económico y a proyectos políticos progresistas. El cambio de proyecto político y la adopción de reformas para superar el desorden y el atraso, con una amplia reforma universitaria y la apertura a la ciencia y la técnica del resto del mundo, se reflejaron en la creación de cátedras de economía. Además de Genovesi en Nápoles, Adam Smith comenzó a enseñar economía en Glasgow y Lorenzo Normante en Zaragoza. No de menor importancia fue que en todos los casos se dotó al catedrático de una renta suficiente como para permitirle dedicar su vida al estudio y la docencia.En el caso argentino, la Revolución de Mayo fue el hecho desencadenante que floreció en un terreno ya abonado durante tres lustros por la perspectiva ilustrada de Manuel Belgrano. Se intentó crear la cátedra en 1812, sin resultado concreto. Fueron necesarios una universidad, un estipendio al docente, el docente mismo (que resultó ser Pedro Agrelo), un texto y un plan de estudios. Todo ello estuvo reunido el 28 de noviembre de 1823, cuando Rivadavia decretó su creación. Poco después, el 3 de mayo de 1824, expresaba: La economía política ha empezado á enseñarse en este año, y sus luces difundidas procurarán á nuestra patria administradores inteligentes. La accidentada historia política argentina hizo que, al cambiar el proyecto nacional, la enseñanza de economía debiera refundarse, como ocurrió después de Caseros y después de la caída de Perón en 1955.
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