Dom 11.09.2005
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EL BAúL DE MANUEL

El baul de Manuel

› Por Manuel Fernández López

Precios y salarios

En la política económica pueden tomarse medidas equivocadas. Pero no puede esperarse que ellas duren eternamente y en todas las circunstancias. Por ejemplo, ajustar el poder de compra del salario al costo del nivel de vida. Dicho poder de compra, o salario real (sr), está formado por dos términos: el salario nominal (sn) y un índice de precios de los bienes comprados por asalariados (p). Su relación o cociente da: sn p = sr. Si sr se quiere aumentar, en la aritmética basta con aumentar sn o reducir p. Si lo que se quiere es evitar que sr caiga en el futuro, basta con fijar p en su actual nivel, o sea, congelar los precios. Si lo que se quiere es provocar una gradual caída de sr, basta con congelar los salarios, o sea, fijar sn. Cada alternativa fue experimentada por distintos gobiernos, y siempre, más tarde o más temprano, terminó en fracaso: subir sn mediante aumentos masivos de salarios, con emisión monetaria para financiarlos, fue la política de Perón y Frondizi; muy pronto, en un país con alto empleo, se tradujo en inflación. Bajar p es impracticable en una economía con concentración económica, pero fijar p, con listas de precios máximos, es decir, control de precios, fue experimentado por Perón, y su consecuencia inmediata fue la restricción de oferta o mercado negro. Por último, fijar sn fue establecido por la inolvidable ley de convertibilidad, que redujo a la vez el empleo y el poder adquisitivo del salario. ¿Cómo restaurar la justicia social sin echar leña al fuego a otro factor de injusticia social, como es la inflación? Raúl Prebisch, en su Moneda sana o inflación incontenible (1956), propuso que el aumento en los sueldos y salarios se cumpliese a expensas del beneficio de los empresarios. A tal fin, decía, “los empresarios deberán asumir la obligación de absorber los aumentos de remuneraciones en la forma que se dijo. Para ello, habrá que formar juntas gremiales para los distintos artículos y suscribir convenios de estabilización de precios. Las juntas tendrán que ser responsables de su aplicación y vigilancia, y sólo acudirán al Estado en los casos indispensables. Tendrán que ser ellas las que propongan las medidas punitivas a aplicarse”. Con los años, Prebisch consolidó ese pensamiento, y repitió su propuesta en el gobierno de Alfonsín, ante un grupo de notables integrado por los ex decanos de Económicas Leopoldo Portnoy y William L. Chapman.

Septiembre 11

Este día fallecieron, en 1888 en Asunción del Paraguay y en 1973 en el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, Domingo Faustino Sarmiento y Salvador Allende, respectivamente. ¿Qué conecta a ambos personajes, más allá de la coincidencia de su deceso y de haber llegado a la presidencia de sus países? Sarmiento, en su exilio en Chile, propició en 1844 terminar con el indio y ensanchar el país, en los siguientes términos: “Al exterminar [los españoles] a un pueblo salvaje cuyo territorio iban a ocupar, hacían simplemente lo que todos los pueblos civilizados hacen con los salvajes, lo que la colonia efectúa deliberada o indeliberadamente con los indígenas: absorbe, destruye, extermina. Si este procedimiento terrible de la civilización es bárbaro y cruel a los ojos de la justicia y de la razón es, como la guerra misma, como la conquista, uno de los medios de que la providencia ha armado a las diversas razas humanas y, entre éstas, a las más poderosas y adelantadas, para sustituirse en lugar de aquellas que, por su debilidad orgánica o su atraso en la carrera de la civilización, no pueden alcanzar los grandes destinos del hombre en la tierra. Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que están en posesión de un terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la América [del Norte], en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra ... la población del mundo está sujeta a revoluciones que reconocen leyes inmutables; las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes”. La idea fue compartida por Bartolomé Mitre (exterminarlos o arrinconarlos en el desierto, 1852) y ejecutada por Julio A. Roca, dos veces presidente argentino. Por su parte, Allende fue exterminado por las fuerzas de Pinochet apoyadas por la CIA de los EE.UU., lo que permitió encumbrar a Pinochet a la presidencia de Chile, entregar las riendas de la economía chilena a los economistas neoliberales, exterminar opositores y, al cabo, hacer viable incorporar a Chile al ALCA, y con ello expandir el mercado de América del Norte. Cada Estado que se incorpora hace posible, como ellos dicen, una Unión más perfecta.

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