Dom 02.06.2002
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EL BAúL DE MANUEL

El factor humano / Aislados

› Por Manuel Fernández López

El factor humano

Así está el mundo, mis amigos. ¡Claro que no en la Argentina!... ¿No le parece?” Así remataba, un día y otro, sus charlas radiales en tiempos de Perón el periodista Américo Barrios, comentando sucesos internacionales calamitosos, tras lo cual el oyente no podía sino concluir que, si aquí no estábamos bien, en el mundo por cierto se estaba peor. Era, claro, propaganda política encubierta, de igual cuño que la practicada antes por Goebbels y hoy en muchas partes. Lo cual no quita legitimidad a preguntar cómo está el mundo y cómo anda la Argentina. Por ejemplo, cómo se atiende al factor humano de la economía. Siempre hemos escuchado que la economía debe estar al servicio del hombre, o que el principal capital de toda sociedad es el capital humano. Aquí, un tanto presuntuosamente, hemos añadido que la vida humana empieza con la concepción, no en el nacimiento. Vale decir, hay vida (intrauterina) durante cada minuto de los nueve meses previos al nacimiento. En ese lapso, se está gestando o produciendo un nuevo hombre (o mujer). Lo que llamamos “mujer embarazada” es, económicamente, la fábrica del hombre del futuro. ¿Cómo se constata que el proceso productivo es normal, y que nada dañará la óptima calidad del producto? En este caso, lo que es el producto depende directamente de cómo está la fábrica que lo elabora. Son términos de comparación: qué porcentaje de las madres dan lactancia al hijo, cuántos controles prenatales reciben y si éstos se extienden al neonato en la edad pediátrica, cómo se previenen riesgos en el embarazo, parto y puerperio, en qué momento del embarazo inician la atención médica, qué suplemento vitamínico nutricional reciben. Datos de la Organización Mundial de la Salud dicen que en el peor país de América Latina, Cuba, cada embarazada recibe 13 controles prenatales y la tasa de nacimientos con bajo peso (menos de 2,5 kg) fue del 6,7 por ciento en 1998. De la Argentina no hay datos, pero ¿cómo no han de ser mejores? ¿No tiene acaso condiciones más favorables?, a saber: el gran número de graduados en medicina y su proverbial solidaridad hacia los más pobres; el apoyo que el Estado peronista da a la salud pública; la industria farmacéutica, que aporta a toda embarazada suplementos vitamínicos nutricionales a bajo precio; y la enorme producción agropecuaria, que impide que ninguna madre deba privarse de alimentos para dar de comer a su familia.

Aislados

No es igual ser isla que estar aislado. Inglaterra es isla y, aunque esa condición dificultó su provisión de alimentos con tierra propia, al no poder extender el área agrícola más allá de sus costas, ello no le impidió desarrollar sus cerebros, que crearon las más variadas maquinarias, con ellas producir una diversidad y cantidad de manufacturas como nunca el mundo había conocido, y con éstas adquirir todo tipo de alimentos y materias primas en cualquier parte del mundo, y aun dictarle los términos del intercambio a los países proveedores. Antes de la guerra de 1914, “un habitante de Londres, mientras tomaba su té matutino en la cama, podía pedir por teléfono los distintos productos del mundo entero, en la cantidad que considerase conveniente, y esperar confiado la pronta entrega de los mismos en la puerta de su casa” (Keynes, 1920). El único que no entendió la dificultad de doblegar a una nación a través del bloqueo fue Napoleón, quien, imposibilitado de avanzar por tierra hacia las islas británicas, intentó sofocarlas anulando su comercio exterior: el 21 de noviembre de 1806 en Berlín y el 17 de diciembre en Milán dictó sendos decretos, conocidos como sistema continental, que declaraban el bloqueo a Gran Bretaña y prohibían a los comerciantes franceses y a sus aliados o neutrales comerciar con Inglaterra. Los ingleses en represalia dictaron las “órdenes en consejo”, que sujetaban a todos los países aliados de Napoleón a un contrabloqueo. La política de someter por hambre al contrario acarreó sufrimientos y perjuicios a ambas partes, y en particular el trato británico a los barcos neutrales provocó la guerra anglo-norteamericana de 1812, y la negativa de Rusia a adherir al sistema continental llevó a Napoleón a invadirla. La superioridad marítima de Inglaterra y el alto costo del bloqueo contribuyeron al fin de Napoleón. Los bloqueos deben recordarse, y va un caso: hoy se habla de una Argentina aislada, si no acepta los términos del FMI, y cabe pensar si no es una Argentina bloqueada, como en su momento lo fue Venezuela, al no pagar su deuda externa. La gran devaluación del peso pone al país sin rivales en América latina, en el precio de productos como molinos de agua, libros, medicamentos, albúmina humana. Pero no lo puede aprovechar: a la hora de cerrar trato, los bancos hacen mutis, y debe recurrirse a la banca de Brasil o la de México. ¿Bloqueo bancario?

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