Dom 23.10.2005
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EL BAúL DE MANUEL

El baúl de Manuel

› Por Manuel Fernández López

La caja de las jubilaciones

La jubilación por edad avanzada es uno de los problemas conflictivos de la sociedad, por cuanto la llegada de cierta edad y la disminución de la capacidad laboral son inevitables, y pagar un estipendio al que no trabaja exige disponer de un fondo en efectivo, al que voluntariamente no desean aportar ni los empleadores ni los trabajadores en su edad activa. Los empleadores, porque su propio aporte les disminuye la ganancia y con ello el aliciente para producir. Los trabajadores, porque su aporte les disminuye el ingreso disponible y con ello el nivel de vida. Además, el jubilado vive de su jubilación, y por tanto se supone con derecho a reclamar un pago acorde con lo que cuesta vivir, aunque ello no tenga relación alguna con los aportes realizados durante la edad activa. “Un jubilado al que corresponda un haber de 1000 pesos mensuales a partir de los 60 años, compromete en ese entonces un capital que asciende aproximadamente a unos 150.000 pesos. Y ¿cuántos de los que tal suma reciben han contribuido con dicha cantidad? En otras palabras –decía José Barral Souto en 1967–, ¿cuántos han contribuido con un importe equivalente a 150 veces el haber mensual que tienen asignado?”. Esta reflexión se aplica a sistemas “fondeados”, en que los aportes de los trabajadores activos se invierten en valores financieros, con cuyas rentas se pagan las jubilaciones de los pasivos. Pero en la Argentina son pocos los que desean pagar a las cajas jubilatorias, y el Estado mismo llegó a desconocer los aportes de cada contribuyente en particular. De manera que se impuso el sistema “no fondeado”, en el que las jubilaciones de los pasivos se pagan, no según sus aportes durante la edad activa sino con los aportes corrientes de los activos. Ello, de paso, permite pagar todo tipo de jubilaciones excepcionales, sin haber aportado en proporción, con lo cual tales jubilaciones son exacciones a los demás jubilados y las pagan, en última instancia, todos los trabajadores en blanco del país. En el sistema “no fondeado”, como es natural, los aportes de los activos fluctúan según el nivel de actividad económica y según la importancia del empleo en negro. Con baja actividad y alto empleo informal, forzosamente el efectivo que se puede dar al jubilado es menor que en otro caso, y por tanto obliga al Estado a emitir dinero, con posible consecuencia inflacionaria, que perjudica a activos y a pasivos.

Seguro automotor

Un día me chocan el auto. El otro conductor me da los datos de su aseguradora, que hipotéticamente llamaré L. Hago la denuncia en la comisaría del lugar. En dos talleres me presupuestan el costo de la reparación. Mi aseguradora inspecciona el daño. Por último, voy a la aseguradora L. En el lugar del choque, la sucursal de la aseguradora L no recibe denuncias de siniestros. Hay que ir a la casa matriz, con domicilio en el microcentro. “Será una oficinita de 4 por 4”, pienso. Cuando la veo, casi me desmayo: un edificio impresionante, de más de diez pisos. “Con semejante patrimonio –me digo– no me harán problemas y será un trámite rápido.” ¿Rápido? Por empezar, se me dice que un automóvil con esa patente no figura como asegurado por ellos, dato que después se corrige en sentido afirmativo. Pero surge otro: el asegurado (el que me chocó) no presentó la denuncia ante la empresa L. ¿No la presentó, le aconsejaron que no la presentara, o la presentó y no la incorporaron a la base de datos? Sin ese requisito, la aseguradora no se hace responsable del siniestro. Entonces, ¿para qué todo esto?: tomar los datos del que me choca, ir a la comisaría, ir a taller 1, a taller 2, a mi aseguradora, a la aseguradora L, perder un día de trabajo y terminar amargado y sin perspectivas de cubrir el costo de la reparación. El tallerista me suministra un aspecto clave: muchos se aseguran en L porque su seguro es barato. Si cada seguro individual es barato, el ingreso global de la aseguradora no puede ser alto, mientras que su gasto no puede ser bajo: debe afrontar el mantenimiento de un edificio enorme, con multitud de empleados, filiales en las principales ciudades y publicitar sus “seguros”. La técnica de las operaciones de seguros es la misma que la de la previsión social. Y a la compañía L, luego de cubrir el mantenimiento de su impresionante infraestructura y a sus empleados, poco le puede quedar para abonar siniestros. El seguro automotor es obligatorio, sin él no se puede circular. Quien tiene un auto, busca disminuir sus gastos: de nafta se pasa a gas, y de un seguro en serio se pasa a un seguro trucho, que formalmente es un “seguro” que le permite circular, aunque no cubre eventuales daños causados a terceros. La aseguradora, para competir con empresas similares y ganar clientes, vende su “seguro” a bajo precio, pero sin declarar su intención de poner todo tipo de trabas para pagar.

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