Dom 30.10.2005
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EL BAúL DE MANUEL

El baul de Manuel

› Por Manuel Fernández López

Recuerdos

El 2 de noviembre se recuerda a los fieles difuntos. La mente, por un instante, se detiene a recordar a aquellos que conoció, ya como alumnos, graduados, investigadores o docentes, y piensa con dolor en los que se fueron en plena etapa creativa, por quebrantos de salud, accidentes o víctimas de una sociedad crudelísima. Pasan por el recuerdo las queridas imágenes de Oscar Braun, Héctor L. Diéguez, Miguel Sidrauski, Norberto Belozercovsky, Carlos Troksberg, Rolf Mantel, y otros. El espacio no permite sino referirnos a los dos que alcanzaron mayor notoriedad internacional. Miguel Sidrauski (1939-68), alumno de Olivera en la FCE de la UBA y luego doctorado en Chicago bajo la dirección de Friedman y Uzawa, desarrolló en 1966 un modelo de una economía con un consumidor representativo que optimiza en el tiempo, y obtiene utilidad instantánea tanto por el consumo cuanto por la tenencia de saldos monetarios reales. Su colaborador en el MIT, Stanley Fischer, así resumió el resultado principal: “La intensidad de capital en el estado estacionario es invariante respecto de la tasa de expansión monetaria, y por ello el dinero es superneutral entre estados estacionarios. El resultado de superneutralidad varía si se asigna al dinero una función productiva”. Rolf Mantel (1934-99) indagó “una forma distinta de demostrar la existencia de una solución al modelo de equilibrio general, una forma constructiva que simultáneamente determinara una solución, calculándola efectivamente”. El fruto fue su tesis doctoral Hacia una prueba constructiva de la existencia de equilibrio en una economía competitiva (1968). Una función individual de demanda excedente supone satisfacer tres propiedades: continuidad, homogeneidad y la ley de Walras. Por suma de las demandas (excedentes) de un mismo bien por varios consumidores, Walras construía la función de demanda (excedente) del mercado. Tal función ¿preserva las propiedades de la función individual? Hugo Sonnenschein conjeturó que sí (1972). Mantel lo demostró para cualquier número de mercancías (1974). Perfeccionado el resultado por Debreu, se llama hoy teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu. Este resultado, dicen Shafer y Sonnenschein, “muestra que no existen restricciones sobre las funciones de demanda de mercado si no se imponen restricciones a las preferencias de los agentes”.

Muth

La teoría de las expectativas racionales –que causó furor a partir de 1972, a causa de su incorporación por Lucas a diversos capítulos de la teoría económica– fue presentada en 1959 en la convención de invierno de la Sociedad Econométrica (celebrada en Washington), por un joven ingeniero industrial de veintinueve años, nacido en Chicago: John F. Muth. La expectativa racional es aquella coincidente con la predicción del modelo, que lleva a un comportamiento económico coherente con el modelo de la economía utilizado en formarlas. Tales expectativas no necesariamente se verifican caso por caso, pero en promedio no pueden mejorarse empleando la información disponible. Muth sometió su trabajo a la más prestigiosa revista de economía matemática de la época, Econométrica, que lo publicó como “abstract” en 1960, y completo en 1961. Se titulaba Expectativas racionales y teoría de los movimientos de precios. Muth ya había publicado en 1959 en la misma revista una compacta nota sobre crecimiento balanceado, y en 1960 en la revista de la Sociedad Americana de Estadística otro trabajo sobre estimadores estadísticos. Y eso fue todo. Casi no hay casos semejantes en que un descubrimiento o la fama de un autor reposase en un solo trabajo (el de 1961). Un caso que podría citarse es el de Sraffa, y su artículo de 1926, que terminó generando la teoría de la competencia imperfecta. Muth, que había estudiado economía en el Instituto Carnegie (hoy Universidad Carnegie-Mellon), se doctoró (1962) en economía matemática, y enseñó en Michigan e Indiana. Jubilado en 1994, hizo como Rossini con la música (que la abandonó para dedicarse a cocinar). Muth transcurría sus días entre la ciudad de Bloomington (Indiana), cuyos crudos inviernos evitaba mudándose a los cayos de la Florida, y cuando llegaba la temporada de los huracanes, la evitaba regresando a Bloomington. Entre viaje y viaje, tocaba el violoncelo, esquiaba y piloteaba aviones. Se ha dicho que su visión de la vida inspiró la canción “Agarrala, Juan, es tuya”, pero ese dato es dudoso. Lo que es muy concreto y efectivo es que su invento de 1959, la teoría de las expectativas racionales, que inicialmente no produjo sobresalto alguno en la cofradía de los seguidores de Adam Smith, llevaría a Robert Lucas Jr. a la obtención del Premio Nobel en Ciencias Económicas en 1995. Por desgracia, John F. Muth se ha ido en estos días.

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