Dom 27.05.2007
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EL BAúL DE MANUEL

El sol del 25

› Por Manuel Fernández López

La economía política –como no podía ser de otra manera– acompañó el trascendente cambio de proyecto político que significó la Revolución de Mayo de 1810. El cambio de ideas económicas fue análogo al verificado en otros casos de “descolonización” o “gran despertar”, como los llamaba Gunnar Myrdal: durante el período de gestación de la independencia, la aceptación del credo liberal había servido para corroer el vínculo metrópoli-colonia. Pero el asumirse como “nueva Nación”, creó por esa misma razón una serie de enemigos externos, y correspondía blindar el proyecto de soberanía con una política económica nacionalista y proteccionista. Los episodios merecen recordarse, y en ellos se recortan tres figuras principales: Manuel Belgrano, Juan Hipólito Vieytes y Mariano Moreno, quienes actúan, a veces concertadamente, antes, durante y después de la Revolución de Mayo. Desde quince años antes, Belgrano, como secretario del Consulado de Buenos Aires, difunde con energía los escritos de Quesnay y otros fisiócratas, apóstoles del liberalismo económico europeo. Pero el liberalismo, dentro de un régimen de monopolio, es un cuerpo extraño y corrosivo. Lo confirma el propio Belgrano en su autobiografía: poco antes de la Revolución, el prócer escribe y entrega al virrey Liniers una memoria en la que aconseja abrir al libre comercio exterior porteño las mercancías inglesas. Con ello buscaba inducir al virrey a dar un paso de desobediencia a la metrópoli. El objetivo se frustra al ser removido Liniers del cargo, pero el argumento de Belgrano es tomado por Moreno en la célebre representación que compuso poco después, abogando también por el comercio libre. Ya en 1810, pero antes de mayo de ese año, el nuevo virrey encarga a Belgrano organizar y publicar un periódico favorable al régimen que se caía. Tal cometido sirve a los patriotas para reunirse y conspirar. El Correo de Comercio, cuya publicación preparó Belgrano (acaso con la colaboración del periodista más experimentado, Vieytes) fue, según Ricardo Rojas, el periódico “de Belgrano y Vieytes”. Vieytes era admirador de Adam Smith, fundador (con Quesnay) del liberalismo europeo, coleccionista de ediciones de la Riqueza de las Naciones y director del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, así llamado en honor a la teoría de Smith sobre el orden en que crecen los sectores productivos a medida que el capital se acumula.

En el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, Vieytes reprodujo el resumen de La riqueza de las naciones hecho por el irlandés Crumpe. En el comienzo de su existencia, el Correo de Comercio publicó un capítulo de La riqueza de las naciones, seguramente debido a la pluma de Vieytes. Belgrano, por su parte, había formado sus conocimientos económicos en la lectura de las Lecciones de Comercio de Antonio Genovesi, obra recomendada por su profesor en la Universidad de Salamanca (España), don Ramón de Salas. El futuro creador de la bandera y héroe de Jujuy, Salta y Tucumán sentía verdadero deleite por la obra de Genovesi, acaso por ser italiano, como su padre, y por propiciar una política nacionalista y proteccionista en sus relaciones económicas exteriores, como mejor convenía a Nápoles, después de haber sido varios siglos colonia de Austria y luego de proclamar su independencia, con Carlos III. No es, pues, casual que, después de haber traducido y publicado a autores “ultraliberales”, como Quesnay (1794) o el Margrave de Baden y el ignoto Conde de C* (1796), en las postrimerías del régimen colonial, en septiembre de 1810 Belgrano comenzase a desarrollar un tratado de economía política, titulado Comercio, que incluía las nueve reglas del comercio exterior más ventajoso al país, tomadas de John Cary e incorporadas a sus Lecciones por Genovesi. El Correo de Comercio publicó en todos sus números (1810-11) una fracción de ese tratado de economía escrito por Belgrano, hasta que dicho semanario dejó de aparecer, a raíz del apresamiento y destierro de Vieytes. Belgrano también colabora con Moreno, al escribir éste el “Plan secreto de operaciones”, caracterizado por un durísimo trato hacia los enemigos de la Revolución, y cuyas páginas recogen alguna que otra idea de Genovesi, seguramente aportada por Belgrano. La vida no fue favorable con aquellos tres: Moreno muere envenenado en alta mar, Vieytes fallece presa de un desequilibrio neurológico, y Belgrano deja este mundo ignorado y abandonado por el pueblo que tanto amó. No extraña, entonces, que la ausencia de aquellos padres de la Patria facilitase el ascenso a posiciones expectables a individuos que fomentaron distintas formas de dependencia, como el proyecto de solicitar el protectorado de Inglaterra sobre el país, la cesión de la Banda Oriental a Brasil, la obtención del empréstito Baring, etc.

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