Dom 01.11.2009
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EL BAúL DE MANUEL

› Por Manuel Fernández López

Economía y economistas

Una persona quiere fabricar un objeto de carpintería, como una mesa o una silla. No adelantará mucho si carece de herramientas apropiadas: martillo, serrucho, maza, trincheta, cepillo, metro, escuadra, etc. Pero, como nos enseña la historia económica, a la herramienta debe conducirla la persona, y si esta última no sabe conducirla, la herramienta por sí sola no produce nada. En suma: deben reunirse la persona con determinada capacidad productiva y las herramientas especiales que requiere cada oficio. ¿En qué varía esta fórmula si lo que se ha de producir es una teoría económica o una aplicación de la teoría económica a un problema o situación? Los economistas de la Universidad de Cambridge –y de esto sabían mucho– contestaron que no hay diferencia, a saber, que la Economía es un conjunto de herramientas, y que el economista es un trabajador especializado, adiestrado en el uso de tales herramientas. Por tomar sólo a los dos más grandes, en momentos culminantes de sus vidas, vemos que coinciden: Alfred Marshall, al tomar posesión (1885) de la cátedra que había sido de Fawcett, dijo: “La Economía no es un cuerpo de verdad concreto, sino un aparato para el descubrimiento de la verdad concreta, semejante, digamos, a la teoría de la mecánica” (“The present position of Economics”, Memorials of Alfred Marshall, 1925). Por su parte, John Maynard Keynes, en la Introducción a la serie de Manuales Económicos de Cambridge, escribió (1922): “La Teoría de la Economía no proporciona un cuerpo de conclusiones establecidas, aplicables directamente a la política. Es un método, más que una doctrina, un aparato de la mente, una técnica para pensar, que ayuda a su poseedor a extraer conclusiones correctas”. Hay, por una parte, un aparato o conjunto de herramientas, que ayudan o permiten pensar. Pero, claro, ellos mismos no piensan. Por otra parte, debe estar aquel que piensa, ayudado por el aparato o herramientas. Las herramientas son, por ejemplo, la técnica de insumo-producto, los juegos de estrategia, la programación cóncava, etc. Quienes van a utilizar tales herramientas aprenden a manejarlas a lo largo de cinco años de intensos estudios de matemáticas y estadística. Esto es así, y de quienes digan que su conocimiento de Economía se obtuvo en un cursillo de dos o tres meses, sin necesidad de matemáticas o estadística, por nuestro bien, mejor mantengámonos alejados

Micro y Macro

El desarrollo de una ciencia tiene su contracara en el lenguaje que usa para codificar y distinguir sus resultados. Una etapa primaria es la identificación y diferenciación de sus objetos de estudio, o sea, la clasificación. ¿Cómo hacer para designar (y distinguir) un género de animales con un gran número de especies? Podemos servirnos de otra lengua, por ejemplo el latín. Una vez, en el zoológico de la ciudad de Buenos Aires, me causó cierta impresión al pasar por una jaula cuyo único habitante era llamado, por los científicos respectivos, “Ursus horribilis”. El latín, claro, no es una lengua viva, y por tanto no es utilizado por los hispanoparlantes, con excepción acaso de los abogados y los clérigos. El lenguaje especial que inventa cada ciencia para que no se le mezclen sus objetos de estudio se denomina “lenguaje técnico”, y por regla general, suele formarse con términos del lenguaje común, a los que se les otorga un significado muy preciso, acaso distinto del que tiene en el habla ordinaria. Por ejemplo, marginal, en Economía, no designa a una persona no integrada con las normas sociales comúnmente admitidas, sino al valor de la derivada de una función matemática. Acaso un creciente interés por la Economía sea el motivo del uso de los términos técnicos de la Economía por usuarios no versados en tal disciplina. Para un lingüista, todo término compuesto por “micro” o “macro” designa algo pequeño o grande. Por lo tanto, la micro es “el estudio de la economía en relación con acciones individuales, de un comprador, de un fabricante, de una empresa”; y la macro es el “estudio de los sistemas económicos de una nación, región, etc., como un conjunto, empleando magnitudes colectivas o globales, como el ingreso nacional, las inversiones, exportaciones e importaciones”. Lamentablemente, el significado técnico es distinto. Micro y macro son enfoques o técnicas de análisis. La micro estudia la realidad económica como conjuntos de entes, no como agregados, y por tanto no se ocupa en la distribución del ingreso entre grandes grupos sociales. El modelo de Walras, por caso, no se limita a un comprador: engloba a todos los miembros y transacciones. La macro agrega las cantidades individuales: el total de gastos en consumo de una sociedad es el consumo global; la suma de valores agregados de todas las unidades productivas es el ingreso nacional

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