Dom 11.05.2003
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EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

En bandeja

Una extensa llanura fértil es bendición, por su capacidad de abastecer de alimentos a una población numerosa. Pero un río de llanura es como una línea sobre una mesa de fórmica sin declive: con un gotero puede dibujar un curso de agua, pero si derrama un vaso de agua, el líquido se esparce en todas direcciones. Entonces la bendición se vuelve catástrofe. Es el caso de los ríos de la región pampeana y las inundaciones y sequías que producen de tanto en tanto, que preocuparon a Ameghino hace más de un siglo. El problema no empezó el 29 de abril. Las catástrofes vienen ocurriendo desde el comienzo de los tiempos. Ahora, en todo caso, son más graves por el cambio climático, menos humus y menor absorción del suelo, gracias a los cultivos transgénicos, que supuestamente nos iban a “salvar”. La combinación de desmemoria colectiva y de inoperancia política ha sido letal. En cuanto a la primera, recordamos que el caso de Santa Fe es similar en magnitud a las crecidas del Mississippi y tributarios, en 1927, que anegaron una superficie igual a la actual inundación de Santa Fe, unos 5 millones de hectáreas, pero echaron de sus hogares a siete veces más personas que las evacuadas en dicha provincia. No hace muchos años, una crecida de Paraná le llevó al entonces presidente Menem a prometer construir un paredón costero para impedir el desborde fluvial. El presidente Hoover, el presidente Menem y el gobernador Reutemann hicieron lo mismo: nada. La solución en EE.UU. vendría con el presidente Roosevelt en 1933: Creó un ente, la Tennessee Valley Administration (TVA), para planificar el desarrollo de un área tres veces mayor que Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Misiones y Formosa juntas. “Mediante un control de las inundaciones cuidadosamente planeado, el desarrollo de fuentes energéticas y medidas sobre el uso del suelo, en el valle del Tennessee y otros cursos de agua, procuramos evitar el derroche, quitar la agricultura de zonas pobres y alentar la pequeña industria local, poniendo en práctica de este modo el principio de una vida nacional más equilibrada”. Además de inundaciones, EE.UU. tenía gran número de desocupados, como nosotros hoy. La acción de Roosevelt fue convalidada por Keynes. Kirchner, keynesiano, tiene servidos en bandeja, problemas y solución. Tiene ante sí aquella experiencia y si se atreve, puede remediar, a la vez, inundaciones y desempleo.


Capitalista

Nos sorprende el economista nominado por el Dr. Menem como su futuro ministro de Economía en caso de ganar el ballottage, al afirmar que es capitalista y en caso de acceder a dicho cargo insertará al país en el capitalismo. No sabemos si el planteo es demasiado obvio o demasiado sutil. Porque el capitalismo no es reducible a una única característica. Es una combinación de diversos elementos. La propiedad privada es uno de ellos, pero ¿cuán propietario es el tenedor de una acción de una gran empresa? Asumir el álea del mercado es otro, pero ¿cuánto se arriesga y aventura una empresa de servicios públicos privatizada que goza de una ganancia mínima garantizada? Cada uno de los rasgos y otros pueden estar presentes en diversos grados, e incluso ausentes. Lo que no hay modo de cambiar es el siguiente: todo en el capitalismo –cada objeto, cada prestación– se vende y se compra por un precio. Lo que no tiene precio no es objeto de transacción. Ese precio es una suma de dinero que cada cual debe arreglárselas para obtener. Y el capitalismo, por cuanto no asegura trabajo para todos, no asegura poder de compra para todos. Es un sistema en el que las cosas se producen para quien las puede comprar, no para quien las necesita. El efectivo hace que la demanda sea efectiva, y no una demanda sin sustento. Es un sistema excluyente, y en el que, en la puja laboral, el desempleo pone de rodillas a una de las partes y la obliga a vender trabajo a precio vil. Y esto no es invento de los doctores Altamira o Walsh. Lo dijo hace mucho el padre de la economía, Adam Smith: “De un hombre muy pobre puede decirse en cierto sentido que tiene una demanda deun carruaje de seis tiros; a él le podría gustar tenerlo; mas su demanda no es efectiva, por cuanto la mercancía nunca será traída al mercado para satisfacerla... No es difícil prever cuál de las dos partes, en todas las ocasiones habituales, tendrá la ventaja en la disputa y forzará a la otra a aceptar sus términos”. Por cierto hay formas alternativas de obtener dinero, como las de los gangsters de películas, que ahora proliferan por aquí. Pero son condenables, agreden determinados valores. ¿Por qué no probar un seguro de desempleo? Quienquiera sea el triunfador, debería aclarar si el capitalismo que se nos propone es aquel del siglo XVIII (es decir, el actual de la Argentina) con ricachones, sirvientes, mendigos y excluidos, o un capitalismo con trabajo y salarios dignos.

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