Dom 25.07.2004
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FINANZAS › LA RETIRADA DEL LLOYDS NO FUE LA ULTIMA DE LA BANCA EXTRANJERA

Pollitos en fuga

La huida de esas entidades muestra que la política del ‘90 no trajo más solvencia al sistema. Esa fuga abre, además, la duda sobre el relativo impacto del capital extranjero en el desarrollo económico.

Por Javier Artig

Iban a ser el garante de un sistema financiero “inmune” a las crisis. Eran los profesionales que contribuirían a fortalecer la relación bancos-economía real. Los dueños del Banco Central en los ‘90, la dupla del ultraliberal CEMA, Roque Fernández y Pedro Pou, alentó y diseñó un mercado extranjerizado con la ilusión de desplazar a los “ineficientes” bancos públicos y privados nacionales. Pero ante una crisis de proporciones, como lo fue el corralito, varias entidades del exterior optaron por la fuga. No pusieron en ejercicio su supuesta solvencia ni el respaldo de las respectivas casas matrices. Ni mostraron cualidades superiores a los banqueros locales para manejarse ante el colapso. Como pollitos asustados, emprendieron la fuga. El comportamiento que ha tenido el capital extranjero en el sistema financiero durante la megacrisis resulta una buena lección al momento de analizar la importancia que economistas de la city como funcionarios del Palacio de Hacienda y del Banco Central, incluyendo los actuales, le asignan a esos actores como factor de desarrollo.
El británico Lloyds Bank fue la última baja del mercado local, quedando ahora en primer lugar de la fila de la huida el italiano Banca Nazionale del Lavoro. Le seguiría luego el francés Société Générale. Desde el estallido ya desertaron el canadiense Scotia, el francés Crédit Agricole (que controlaba el Bersa, Bisel y Suquía), el también italiano Sudameris, el belga BEAL, el español Urquijo, el alemán Deutsche, el holandés ABN Amro, y el austro-alemán Creditanstalt.
La participación de la banca extranjera disminuyó de ese modo a la mitad. Llegó a manejar casi el 50 por ciento del mercado argentino y ahora apenas araña el veinticinco. Porque no sólo hubo fuga sino también abandono de porciones de negocios a partir del achicamiento de estructuras, como el caso del Citibank y del Boston. Por ahora, sólo los españoles del Río Santander y BBVA Francés, y en menor medida el inglés HSBC Bank, mantienen una política de retener su porción de la plaza local.
Merece destacarse que, en la mayoría de los casos, el retiro responde a una estrategia regional de reducir la operatoria en toda América latina. Y es aquí donde emerge la cara oculta de esa visión idílica del capital extranjero que ofrecen desde el olimpo del saber economistas, consultores y voceros del establishment. El ingreso del capital extranjero busca rentas elevadas en sectores desregulados y, a la vez, con reglas de juego que le permitan girar esas utilidades sin interferencias. Pero ante la mínima señal de crisis o alteración de ciertas condiciones huyen de esos mercados a elevada velocidad sin importarles las consecuencias económicas y sociales de tal decisión.
El desafío se encuentra, ahora, en manos de la banca pública y privada nacional. Para los primeros, abandonar la inercia política de ineficiencia, y para los otros, asumir un rol que vaya más allá de negocios puntuales por ocupación de espacios dejados por extranjeros. Esta historia tiene todavía final abierto.

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