Dom 04.07.2004
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INTERNACIONALES › EL PROYECTO DE LLEVAR PETROLEO DEL MAR CASPIO AL MEDITERRANEO

Un oleoducto bajo tierra del infierno

El petróleo del Golfo ya no es seguro, dicen. Por eso, se está construyendo el oleoducto más largo del mundo, desde el Mar Caspio hasta el Mediterréneo. Pero este petróleo también pasará bajo fuego.

Por Philip Thornton *

Donde hay petróleo, hay problemas, y esto nunca ha sido más cierto que hoy, entre temores de un rebrote del precio que podría rebotar a la economía mundial de vuelta a la recesión. Hace más de una década Occidente, y particularmente Estados Unidos, se dio cuenta de que necesitaba garantizar los suministros hasta bien avanzado este siglo, en un mundo crecientemente atrapado por las guerras. Y eso fue antes de que Osama bin Laden amenazara con tomar el control de Arabia Saudita y que el gobierno de Rusia, rica en petróleo, se embarcara en un plan para asumir el control de sus vastas reservas.
La respuesta fue evitar estos dos polvorines construyendo un oleoducto que pudiera llevar crudo desde el Mar Caspio a la costa mediterránea y a las manos seguras de Turquía, un miembro de la OTAN. Azerbaiján y Kazajstán, dos ex repúblicas soviéticas con fronteras sobre el Caspio, reúnen entre ambas reservas petroleras tres veces mayores a las estadounidenses. El desafío era encontrar un camino seguro de hacer llegar el petróleo a los tanques de las 4 por 4 hambrientas de gasolina antes de que las escaseces de petróleo y los precios en aumento pusieran el precio de la nafta por las nubes en las estaciones de servicio norteamericanas.
Para 2010, la región caspia podría producir 3,7 millones de barriles por día. Esto podría llenar un gran agujero en los suministros mundiales, ya que se espera que la demanda mundial crezca de 76 millones por día en 2000 a 118,9 millones para 2020. Para esa época, los miembros medioorientales de la OPEP sólo estarían suministrando la mitad de esa necesidad. La respuesta fue el tendido de un oleoducto de 1600 kilómetros de largo 42 pulgadas de ancho –el oleoducto de exportación más largo del mundo– a lo largo de un corredor de 500 metros desde el puerto del Mar Caspio de Bakú en Azerbaiján hacia Ceyhan en Turquía a través de algunas de las naciones más inestables e infectadas de conflictos del mundo. Cuando se complete el año que viene, el oleoducto bombeará 4,2 millones de barriles por día, aflojando la dependencia petrolera estadounidense de los inestables Estados del Golfo. El proyecto costará hasta 4000 millones de dólares y está siendo realizado por BTC, un consorcio de 13 compañías encabezado por British Petroleum. Casi tres cuartos del financiamiento vendrá en forma de préstamos bancarios, incluyendo 600 millones de dólares de organizaciones públicas como el Banco Mundial.
Frente a la oposición de grupos de presión británicos como Friends of the Earth y ONG como el Proyecto Kurdo de Derechos Humanos, BP montó un panel independiente, el Comité de Asesoramiento sobre el Desarrollo del Caspio (CDAP). El panel, que incluía gente como Jan Leschly, un ex titular de SmithKline Beecham, y Stuart Einsenstat, ex subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, planteó preocupaciones sobre el proyecto al final del año pasado. En su informe, dijeron que estaban preocupados sobre si Botas, la compañía a la que se concedió la licitación para construir la sección turca, cumpliría sus obligaciones sociales, medioambientales y sanitarias, considerando su “cultura de cumplimientos débil, aunque está mejorando”. Pero las preocupaciones del CPAD fueron más lejos, ofreciendo consejos detallados de cómo proteger mejor los derechos humanos dado que Azerbaiján, Georgia y Turquía han vivido recientemente “conflictos internos o externos”.
Los críticos dicen que el impacto podría ser mayor. Afirman que la amenaza es doble: qué pasa si el oleoducto sale mal, y la destrucción medioambiental que causaría si sale bien. Si el proyecto fuera a salir mal, por ejemplo si un terremoto destruye el conducto o si cae en manos del terrorismo, las consecuencias serían las más graves y preocupantes de todas. Turquía, por ejemplo, se encuentra en zona de terremotos, y ha sufrido 17 sismos importantes en los últimos 80 años. Y como la línea de Bakú estará en operaciones por unos 40 años, habrá un alto peligro de un terremoto durante su tiempo de servicio.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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