INTERNACIONALES › PARA LA CITY EL FMI TODAVíA ES UNA GARANTíA
Siempre mirando al Fondo
Para los financistas, la falta de definición con el FMI genera incertidumbre. Reclaman por un rápido acuerdo para abandonar el default con los acreedores privados. Algunos añoran los años noventa.
› Por Claudio Zlotnik
Que el Fondo se equivocó ya no quedan dudas. Pero más que una autocrítica por esos errores, el organismo ensayó una autodefensa por las decisiones tomadas durante los años ‘90. Lo cierto es que más allá de ese instinto de supervivencia, los actuales responsables convalidaron el debate en torno de la ineficacia del FMI. Puede ser que lo hayan hecho para adueñarse del cierre de esa discusión. O tal vez para disimular que en su matriz nada ha cambiado, y que los burócratas insisten con sus reclamos de siempre. Los históricos, que coinciden a la perfección con los reclamos de los acreedores, los bancos y de las privatizadas. Lo llamativo es que los financistas locales se siguen haciendo eco de esas reprimendas y del desgastante tira y afloje entre el Gobierno y el Fondo Monetario.
La mejor prueba del respeto que los financistas le tienen al FMI ocurrió durante la última semana: el ninguneo de Washington al sobrecumplimiento fiscal de la Argentina, y el consiguiente retraso en la aprobación de la tercera revisión de esas pautas, repercutió en el microcentro. Los negocios se achicaron al máximo, mientras los corredores aguardan la definición del aburrido partido entre el Fondo y el Gobierno.
El mejor registro de ese achicamiento ocurrió en el recinto de 25 de Mayo y Sarmiento. Las operaciones con acciones se redujeron a menos de 30 millones de pesos diarios, la mitad de lo que suele negociarse en épocas normales. A pesar de la expectativa positiva sobre los balances empresarios, con resultados del segundo trimestre del año, que empezarán a ingresar al recinto esta semana, los inversores prefirieron moverse con cautela. O, mejor dicho, ni moverse.
Otro dato que marca el comportamiento conservador de los operadores lo da la situación de los depósitos. Siguen estancados. Según los datos preliminares, las colocaciones del sector privado durante julio crecieron apenas 220 millones de pesos. El propio Gobierno, con parte del superávit fiscal, se convirtió en el mejor cliente del sistema financiero, aunque destina esos fondos casi exclusivamente en el Banco Nación. Antes que llevar el dinero a los bancos, las empresas están prefiriendo mantenerse líquidas o invertir en stocks para adelantarse a eventuales subas de precios.
La cautela también se extendió al mercado crediticio. Si bien falta monitorear la última semana del mes pasado, el otorgamiento de préstamos habría sido bastante inferior al registro de junio. Aquel mes, el stock de créditos había aumentado en 1300 millones de pesos y ahora se calcula una expansión de entre 650 y 800 millones.
Los financistas, y también en algunas grandes empresas, argumentan que la falta de definición con el Fondo genera incertidumbre. Que éste no es el mejor marco para decidir inversiones, y dudan sobre la potencialidad de la economía. Quieren un rápido acuerdo con los acreedores para cerrar el capítulo del default.
Como si los errores no hubiesen ocurrido, para ellos el Fondo no perdió credibilidad. Y por eso se atrincheran cada vez que la cúpula del organismo corre el arco y renueva las exigencias. Muchos financistas no sólo tienen nostalgias de los años ‘90. Se mueven de acuerdo al discurso oficial que baja, sin escrúpulos, desde Washington.