Dom 05.12.2004
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INTERNACIONALES › LA REELECCION EN GRAN BRETAÑA

Llegó Papá Noel

Un optimismo para muchos injustificado, pero sembrado de pequeños regalos, es la receta de Tony Blair para ser reelegido.

Por Walter Oppenheimer *
Desde Londres

Los dos pesos pesado del laborismo han develado en los últimos días dos de los pilares en los que se asentará la campaña electoral con la que el Partido Laborista aspira a obtener su tercer mandato consecutivo: eficacia económica y mano dura con el crimen. La semana pasada, Tony Blair presentó un programa legislativo para el próximo curso político basado en ley y orden. Esta semana, Gordon Brown ha presentado un ajuste presupuestario lleno de pequeños regalos para los votantes y ha situado a la economía británica como la más activa entre los grandes países de la UE y la más saneada del G-7.
Pese a las permanentes especulaciones acerca de sus malas relaciones, el primer ministro y el canciller del Exchequer han parecido perfectamente coordinados y con los papeles repartidos a la hora de fijar la estrategia. Blair lanzó en el discurso de la reina, el 23 de noviembre, un rosario de iniciativas de marcado carácter electoral dominadas por la lucha contra el terrorismo y la seguridad ciudadana. Brown se abstuvo esta semana de aprovechar el habitual ajuste presupuestario de otoño para lanzar el desafío personal que algunos esperaban y se comportó como un hombre de partido: repartió dinero extra entre los electores y presentó un balance económico eufórico que no sólo buscaba beneficiarlo a él como responsable de las finanzas sino consagrar al laborismo como una fuerza política capaz de gestionar la economía con tanto rigor como los tories y tanta generosidad social como los liberales-demócratas. El canciller del Exchequer aplazó deliberadamente las malas noticias al presentar unas cifras que, si van mal dadas, no tendrá que rectificar hasta pasadas las elecciones.
Como todos los gobiernos en vísperas electorales, se mostró generoso con los votantes potenciales más sensibles, aunque el monto destinado a seducirlos fue más bien modesto: 2200 millones de libras (4000 millones de dólares). La parte del león fue para las municipalidades, que recibieron 1000 millones de libras adicionales para no tener que acordar aumentos drásticos de los impuestos locales precisamente en vísperas de los comicios. Los camioneros se ahorrarán 665 millones de libras con la congelación del impuesto sobre el gasoil. El resto se repartió entre desempleados con problemas, jubilados, familias y, sobre todo, la infancia. Brown anunció, por ejemplo, que se aumentará de seis a nueve meses el período de baja por maternidad, aunque la medida –contestada por los empresarios– no entrará en vigor hasta 2007.
El ministro presentó un vistoso cuadro macroeconómico que le permite seguir dando lecciones de dinamismo a los grandes países de la UE y presumir del saneamiento de las cuentas públicas: 1,2 por ciento de inflación, 2,7 por ciento de desempleo registrado, tasas de interés al 4,75 por ciento, crecimiento por encima del 3 por ciento, aumento del nivel de vida por encima del 3 por ciento. Sin embargo, los analistas y la oposición pusieron en duda que pueda cumplir su vaticinio de que la economía británica crecerá entre el 3 y el 3,5 por ciento el año que viene. “No he conseguido encontrar ni una sola proyección de ningún organismo público ni académico que sea tan optimista como Gordon Brown”, se ha quejado el portavoz de Finanzas tory, Oliver Letwin. Tanto la OCDE como el FMI y el Banco de Inglaterra predicen un crecimiento inferior al 3 por ciento para el Reino Unido. Brown responde que lo mismo ocurrió cuando hace 12 meses pronosticó que la economía crecería por encima del 3 por ciento y tuvo razón. Pero la coyuntura internacional está declinando tras un año espectacular, la caída del dólar dificulta las exportaciones europeas, el petróleo sigue por las nubes y el mundo encara un año difícil, con inestabilidad en Irak, la permanente amenaza de atentados terroristas y la sombra de un conflicto quizá de envergadura con Irán o Corea del Norte.
Todos los expertos coinciden en que, si Brown yerra el pronóstico, los laboristas no tendrán más remedio que recortar el gasto (lo que truncaría su política de fuertes inversiones en la reforma de los servicios públicos), o subir los impuestos (siempre un mal trago político) o romper la norma que el propio Brown se ha impuesto de que la deuda pública no supere el límite del 40 por ciento del PBI (haciendo añicos la etiqueta de partido cauto en las finanzas cultivada por el laborismo). Pero todo eso sería después de las elecciones. Anteayer, curándose en salud, el canciller del Exchequer no quiso descartar de manera tajante una subida de impuestos. “Ningún político puede dar garantías en todas y cada una de las cosas”, declaró a la BBC.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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