Dom 15.05.2005
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INTERNACIONALES › COMO ENFRENTAR DESDE EL PENTAGONO AL COMPLEJO MILITAR-INDUSTRIAL

El económico Mr. Rumsfeld

Dentro de un plan draconiano de recortes de gastos, el Pentágono dirigido por Donald Rumsfeld apunta ahora a las bases norteamericanas en EE.UU. y el resto del mundo. Estaba previsto, pero el contexto económico lo vuelve más doloroso.

› Por Claudio Uriarte

Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos, está llegando al hueso en su operación de cirugía mayor sin anestesia para reformar las fuerzas armadas norteamericanas. Y el hueso, se sabe, duele mucho. Dentro de las próximas semanas y meses es inevitable una lluvia de contragolpes por parte de las fuerzas armadas, contratistas de defensa y toda la nebulosa que se conoce usualmente por el nombre de “complejo militar-industrial”. Es que, después de haber embarcado a los militares en una guerra que no querían –la de Irak–, o querían pero con muchos más recursos que los que se les dio, el económico Rumsfeld arrecia ahora con un masivo número de cierres de bases militares.

Las cifras son impresionantes. En total, 33 bases importantes serán suprimidas y casi 800 puestos militares más pequeños serán cerrados o sujetos a drásticas reformas en un intento de economizar cerca de 49.000 millones de dólares en un plazo de 20 años, cifra que podría llegar a los 65.000 millones con los cierres previstos de bases estadounidenses en Asia y Europa. Esto es una pésima noticia para decenas de localidades cuya economía depende en gran parte de la presencia de las fuerzas armadas y que desde hace varios meses se están movilizando, por medio de invertir millones de dólares en consultores y especialistas en relaciones públicas, para tratar de influir en el Pentágono y el Congreso para que no cierren sus bases. Y no es una presión que pueda desdeñarse: muchos de los senadores y congresistas clave de los comités de Fuerzas Armadas de EE.UU. deben sus bancas precisamente a esas localidades.

Las operaciones están en marcha. El plan de reestructuración va a ser examinado y enmendado por una comisión independiente compuesta por nueve miembros, quienes deben someterlo a consideración del presidente George W. Bush antes del 8 de septiembre, previa su presentación al Congreso. Muchos de los puestos militares con vistas a ser cerrados son bases de reservistas del ejército, la armada y la fuerza aérea, lo que refleja la voluntad del Pentágono de desplazar a sus reservistas a bases activas para su entrenamiento conjunto. Y la lista completa de los puestos cuyo cierre fue propuesto es esperada con ansiedad por cientos de localidades que temen la pérdida de numerosos empleos si las bases vecinas son las seleccionadas. Entre las bases más importantes que probablemente serán cerradas está la de la infantería de la fuerza aérea en Ellsworth, Dakota del Sur, en el norte del país, donde se asienta la flota de bombarderos supersónicos intercontinentales B1.

Rumsfeld ha tratado de presentar esta reforma bajo las mejores luces posibles. “El número de militares no cambia, pero vamos a aumentar nuestras capacidades y reducir el número de bases –dijo esta semana–. El dispositivo actual, ampliamente conocido en el contexto de la Guerra Fría, debe adaptarse a las nuevas exigencias de la guerra contra los extremistas y los otros desafíos en desarrollo en el siglo XXI.” El secretario también intentó moderar el impacto de impopularidad del anuncio insistiendo en el hecho de que el Pentágono propondrá una ayuda a las localidades que se vean afectadas. Aseguró, además, que los cierres eran menores que lo previsto, debido al anuncio de retorno de 70.000 soldados que hoy están en Europa, acompañados de sus familias, estimadas en 100.000 personas más. Un poco menos de la mitad de las instalaciones militares estadounidenses en Alemania serán cerradas. La preparación de este plan por parte de un equipo de civiles y militares duró más de dos años y, según Rumsfeld, contempló “más de 1000 escenarios” antes de terminar la lista propuesta.

Poniendo todo esto en perspectiva: la reforma estaba siendo contemplada desde hace años, pero la inmensa presión del déficit presupuestario estadounidense la ha vuelto a la vez más imperativa para la economía del Pentágono y más hiriente para la de los ciudadanos comunes afectados. Y en algún momento, la contradicción puede llegar a estallar.

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