INTERNACIONALES › IMPACTO ECONOMICO DE AL QAIDA, DE NUEVA YORK A LONDRES
› Por Claudio Uriarte
Fue, paradójicamente, una mala semana para el terrorismo, ya que el cuádruple ataque del jueves contra los subtes y un micro de Londres no sólo fracasaron en asustar excesivamente a nadie, sino que el consenso entre los técnicos es que su impacto económico será próximo a nulo. Es que a medida que la violencia se naturaliza su impacto sucesivo queda librado a la ley del rendimiento decreciente: cuantos más atentados, menos logros. En el caso del ataque a las Torres Gemelas en 2001, la acción gatilló una profundización de tendencias recesivas, con un fuerte impacto en las aerolíneas y la industria del turismo. Duró un año y pico remontar enteramente la corriente. Cuando los ataques contra los trenes en Madrid en 2004, los mismos sectores fueron golpeados. La recuperación demoró seis meses. Ahora, entre el estoico comportamiento de los británicos y la firmeza demostrada por su gobierno, los atentados de Londres golpearon a una de las economías más prósperas de la Unión Europea, aunque en leve estancamiento, pero no deben afectarla demasiado ni de forma durable.
“No creo que estos atentados tengan un gran efecto”, declaró Jonathan Loynes, del gabinete Capital Economics, que anticipa —a lo sumo— “un pequeño impacto en la confianza y algunos efectos a corto plazo en la actividad económica”, como las ventas minoristas en julio. Pero todo eso “no será durable”, según el experto. Howard Archer, del gabinete Global Insight, comparte esa opinión: “El costo en pérdidas humanas y en sufrimiento es incalculable, pero el del impacto económico será generalmente débil y temporal”. Las consecuencias económicas de los espectaculares y sangrientos atentados de Nueva York en septiembre de 2001 (2973 muertos), Estambul en noviembre de 2003 (63 muertos) –cuyo blanco fueron las oficinas del banco británico HSBC–, Madrid en marzo de 2004 (191 muertos) o Londres el jueves pasado (más de 50 muertos) demuestran —según los expertos– que sus autores consiguen cada vez menos desestabilizar las economías, que acaban por integrar ese riesgo. Así, destaca Loynes, en Nueva York “se constató un efecto negativo muy claro en la actividad de turismo y de transporte aéreo, pero todos esos indicadores se recuperaron en los meses siguientes”, y, por cierto, Estados Unidos sigue siendo líder económico mundial. En Estambul, el turismo siguió como antes, mientras que el crecimiento español, lejos de verse afectado, registró un alza del 3,3 por ciento en el primer trimestre de 2005 respecto del primer trimestre de 2004.
El terrorismo es como la guerra: la vida sigue. “La gente evita los lugares públicos durante un cierto tiempo, pero recobra sus costumbres al cabo de dos semanas”, comenta Archer. Para Loynes, el impacto sobre el crecimiento británico será nulo. Y para Archer, el impacto de semejante atentado es “muy similar al de un huracán o de un terremoto, 0,1 a 0,2 por ciento (del Producto Bruto Interno) en el trimestre en el que se produce, con una recuperación en el trimestre siguiente”. Loynes admite sin embargo que semejantes acontecimientos pueden “exacerbar las tendencias cuando la economía ya está frenándose”. Es lo que parece estar pasando con la economía británica. Aunque el ministro de Finanzas, Gordon Brown, exhibió una serie de notables estadísticas al presentar su presupuesto en marzo, previendo un crecimiento de 3 a 3,5 por ciento este año, todos los indicadores (inflación, empleo, producción industrial, consumo, déficit) están ahora en números rojos, y muchos economistas piensan que el crecimiento británico será en realidad inferior al 2 por ciento este año.
Pero en el caso de que las cosas se agraven, “el Banco de Inglaterra tendría toda la capacidad de acción para reducir rápida y significativamente sus tasas de interés”, destaca Archer. Reflejo de la buena salud de la economía británica es la tasa de interés de base del Banco de Inglaterra (4,75 por ciento), mucho más elevada que la de la FED estadounidense (3,25 por ciento, aunque en alza desde hace nueve meses) y del Banco Central Europeo (BCE), en 2 por ciento.
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