INTERNACIONALES › QUE SE DISCUTE CON LA SUCESION EN NEWS CORPORATION
Rupert “El Ciudadano” Murdoch está en problemas. A los 74 años, su hijo favorito renunció a sucederlo y el multimedia que dirige está sumido en una guerra.
› Por Claudio Uriarte
Es el más grande conglomerado familiar-mediático del mundo y, quizás apropiadamente, se encuentra en una guerra de sucesión con suficientes elementos de sexo, celos, envidia y ambición para calificar como argumento de telenovela. Los problemas estallaron la semana pasada, cuando se supo que Lachlan Murdoch, de 33 años, uno de los hijos del histórico fundador de News Corporation (con más de 800 sociedades y ramificaciones en una cincuentena de países) renunciaba al rol de sucesor y salía del directorio del conglomerado. El carácter abrupto del anuncio hizo temblar a la industria de las comunicaciones, abriendo un período de incertidumbre sobre el futuro de la compañía. Y no sólo incertidumbre política, ya que Rupert Murdoch, de 74 años, es un actor político por derecho propio.
El magnate australiano, nacionalizado estadounidense, que primero se hizo famoso en los años ‘80 por las fotos de chicas en tetas que hizo aparecer en sus recientemente adquiridos tabloides sensacionalistas británicos (para luego adquirir respetabilidad haciéndose cargo de instituciones tan sobrias y austeras como The Times) ha recorrido, en efecto, un largo camino. Los activos de News Corporation están valuados en 50.000 millones de dólares. Y se calcula que la fortuna personal de la familia Murdoch llega a los 6100 millones de dólares. Su conglomerado abarca el cine, la televisión y la prensa escrita. Los buques insignia principales de su formidable marina de guerra mediática son los estudios cinematográficos Twentieth Century Fox, la cadena de noticias estadounidense Fox News y el canal de documentales National Geographic, a los que se suman las cadenas de televisión satelital BSkyB, Sky Italia, Direct TV y la asiática Star TV. La red se extiende de Estados Unidos a China, pasando por los Emiratos Arabes Unidos y Nepal, y suma alrededor de 120 millones de suscriptores. Murdoch gerencia numerosas publicaciones en Estados Unidos (como el diario New York Post o la revista TV Guide), Reino Unido (The Sun, The Times, News of the World) y Australia (Daily Telegraph, Adviser, Mirror), además de la editora Harper-Collins. En el campo deportivo, el magnate compró el equipo de fútbol británico Manchester United y tiene participaciones en Leed y Chelsea, además del club de béisbol Dodgers, de Los Angeles. Tiene los derechos audiovisuales de grandes eventos deportivos, que a su vez revende a otros operadores. DirecTV, el mayor proveedor de televisión satelital del mundo, integrada en News Corp, participó en el paquete accionario de la plataforma Vía Digital.
Pero una fuerza empresario-mediática de estas dimensiones, junto a la cual los emprendimientos periodísticos de William Randolph “El ciudadano” Hearst palidecen como una colección de monopolios pueblerinos, no podría carecer de correlatos políticos. Todos los medios de Murdoch son de derecha o de centroderecha. Eso lo ubica como la única competencia política de medios del “mainstream” centrista o progresista, como The New York Times o la cadena CBS en Estados Unidos o The Guardian o la propia BBC en Gran Bretaña. Murdoch apoyó la elección y luego la reelección de George W. Bush en Estados Unidos, y sus medios fueron parte central de la máquina de propaganda que llevó a la invasión de Irak en 2003. Pero eso no significa que Murdoch, que en ocasiones tomó distancia de sus referentes, sea un mero títere de ellos: en este exaltado nivel de transacción político-financiera, News Corp actúa como fuerza política propia en defensa de sus ganancias.
Ahora el futuro de la compañía aparece amenazado por el matrimonio de Lachlan con Wendi Deng, que sumó sus dos hijos a la lista de herederos, y a los acuerdos del propio Rupert con su ex mujer, Anna, que dieron a los tres hijos de la pareja la mayor parte de los derechos de la familia, lo que ahora el magnate quiere cambiar para incluir a dos hijos de su nueva pareja. Todo esto en medio de socios que quieren atacar los derechos de veto del Citizen Murdoch en la compañía, y de ambiciosos gerentes que aspiran a jubilarlo y acabar con el último tycoon de la prensa anglosajona.
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