INTERNACIONALES › CUANDO LA LOCOMOTORA DEL MUNDO DESCARRILA
Washington hecho bolsa
De hablar de recesión de caída doble se pasó a hablar de deflación lisa y llana, y esta semana se barajaron escenarios más temibles.
› Por Claudio Uriarte
Puede pasar algo peor que lo que ya ha pasado en la economía de Estados Unidos? Los hechos sugieren que sí. En la semana que pasó, la Bolsa de Nueva York cayó nuevamente a su punto más bajo en cuatro años, lo que es otra forma de decir que cayó aún más de lo que venía cayendo: el índice industrial Dow Jones cerró el viernes alrededor de los 7500 puntos. Los ruidos de guerra hacia Irak no ayudan: aumentan el miedo de los inversores, aumentan los precios del petróleo y evocan la posibilidad de un gasto multimillonario en dólares que –si el esfuerzo bélico es serio– terminaría de dejar sin armas económicas al gobierno norteamericano. Porque es falso que la guerra o el gasto militar reactiven: se trata de inversiones absolutamente ruinosas, como bien lo supieron Gran Bretaña al fin de la Segunda Guerra Mundial y la Unión Soviética al fin de la Guerra Fría; ni siquiera la adquisición de las reservas petroleras iraquíes enteras sería suficiente para pagar por la factura, ya que esa adquisición implicaría la necesidad de implantar en Irak una fuerza de ocupación colonial permanente que duplicaría el efecto de ruina. Lo que sí reactiva es el gasto del Estado en la economía civil –que fue lo que permitió a Roosevelt sacar a la economía de la Gran Depresión, no las leyes de guerra que estaban siendo aprobadas al mismo tiempo–. Pero eso es lo que la administración Bush no está haciendo.
En estas condiciones, pareciera que lo peor está por venir, y en el Fondo Monetario Internacional deben estar rezando para que Brasil no caiga en cesación de pagos. Hasta hace poco, el temor de los analistas era que EE.UU. se encontrara en el medio de una recesión de caída doble, donde los índices, luego de mejorar por un tiempo, vuelven a caer después. Pero ese temor fue sustituido por otro peor: el de que EE.UU. esté al borde de una deflación lisa y llana, lo que instalaría un efecto de reacción en cadena que destruiría cada barrera de defensa de la economía. Esta semana, el economista Paul Krugman –que ingeniosamente graficó lo que es una recesión de caída doble con la letra W, la inicial intermedia del presidente norteamericano– apareció con una perspectiva más sombría: que la deflación estadounidense sea aún peor que la de Japón –que ya lleva una década aplastado–. Argumenta que Japón, con un gasto público en muchos casos sin justificación real –como autopistas por donde nunca pasa un auto, o puentes que llevan a donde nadie quiere ir–, en realidad puede haber ayudado a que las cosas no cayeran tan bajo como podrían haberlo hecho, mientras la administración está haciendo lo exactamente opuesto: cortar el gasto interno. De ser cierto lo que dice Krugman, las consecuencias internacionales serían nefastas: una depresión mundial fogoneada por la caída del dólar –que esta semana volvió a tocarse con el euro– y, desde luego, más proteccionismo y ninguna inversión del mundo industrializado en los países de la periferia. De hecho, incluso monedas como el yen y la libra esterlina se han apreciado recientemente frente al dólar: “Esperemos –dijo Ernest Caron, analista en jefe de Johnson International– que esto no traiga de vuelta la pesadilla de la suba del oro de fines de los años 70”