El jueves empezó en Brunei una reunión llamada a consolidar el nuevo mapa geoeconómico global. La Asean –10 países del sudeste asiático que suman 620 millones de personas– más China, Japón y Corea del Sur buscarán crear una gigantesca zona de libre comercio entre países que son hoy el eje de la acumulación global, y con quienes América latina tiene crecientes lazos comerciales e intergubernamentales. La cumbre termina el martes.

El Acuerdo de Asociación Económica Integral (RCEP, en inglés) dará en el sultanato un nuevo paso tras una primera cumbre en Camboya en 2012. Su meta es firmar el acuerdo en 2015. “Esperamos ampliar y profundizar los acuerdos existentes. El RCEP será la plataforma para la integración del comercio y las inversiones en Asia y en el resto del mundo”, dice un borrador del texto filtrado a la prensa. Más de 70 por ciento del acuerdo estaría resuelto, faltan definir en estos dos años normas para productos sensibles, como el azúcar para Indonesia o textiles, entre otros.

Este pacto entre la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), más el trío China-Japón-Surcorea, que incluso abarca a quienes ya tienen lazos comerciales con el bloque, como India, Australia y Nueva Zelanda, merecería mayor atención en la Argentina, donde quizás el foco esté puesto en demasía en la crisis europea y la lenta pero palpable decadencia relativa, en lo económico, de Estados Unidos. Mientras avanza el RCEP, Estados Unidos –excluido de esa tratativa– lidera otro proyecto, la Asociación Transpacífico, que abarca a Australia, Nueva Zelanda, Japón, Brunei, Malasia, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile. Como sea, el RCEP avanza en base a acuerdos bilaterales previos y pese a disputas territoriales entre miembros (China y Japón, éste y Corea del Sur o ésta y su insondable vecino del Norte). Y tendrá efectos en América latina.

Para Argentina, que ya tiene en China a su segundo socio comercial (rango que los chinos ocupan en varios países latinoamericanos, cuando no son ya el primero), toda esa región reclama más interés. Argentina le exporta hoy al Asean más que a Estados Unidos, y a toda Asia Pacífico más que a Europa. Hace unos meses viajó al sudeste asiático Cristina Fernández de Kirchner, como a China en 2010, en marzo lo hizo Ollanta Humala y este mes lo hará José Mujica. Ahora el vicepresidente chino Li Yuanchao en su primer viaje al exterior visita Buenos Aires, porque, como sabemos, Argentina “está aislada”.

La “moda” de China hace perder perspectiva. En los ‘90 se exageró lo del “milagro” de Japón y ese país cayó luego en una larga crisis. Si bien la realidad y el potencial chinos difieren, tampoco convendría “mirar” sólo a China, más si se tiene en cuenta que además de mercados potenciales para nuestros productos, los Asean también compiten con oferta argentina (agro, lácteos) que busca colocarse en China, por ejemplo, como advirtió en un reciente seminario el secretario general de la Aladi, Carlos “Chacho” Alvarez. Hay en torno a China toda una red comercial-económica a analizar y aprovechar, tras un proceso de integración que –también lo señaló Alvarez y otro expositor, el académico Carlos Moneta– nuestra región apenas si siguió, concentrada como estuvo en considerar y aun querer imitar a veces el proceso integracionista europeo, que no ha sido del todo feliz.

Moneta también refirió debilidades de Sudamérica, en esencia del Mercosur, en este escenario. Ejemplificó con que aunque China es nuestro segundo socio comercial, “tenemos un solo (uno y medio –bromeó–, uno está en mitad de su carrera) experto en derecho comercial chino”. Está clara la necesidad de formar muchos más cuadros técnicos para estos temas vitales del siglo XXI. Mirar qué ocurre con el RCEP sería un buen comienzo, además de ahondar la propia integración sudamericana