INTERNACIONALES › COMO ES LA REUNION CUMBRE QUE NO DECIDIRA NADA
El G-8 no es lo que era
Por Claudio Uriarte
Aparte del decisivo envión que va a representar para la industria hotelera de Evian y sus alrededores, la cumbre del G-8 que comienza hoy en esa localidad francesa podría suspenderse indefinidamente, sin consecuencia alguna para la economía internacional. O con una consecuencia positiva: que los gobiernos intervinientes y sus respectivas burocracias se verían forzados a un saludable ahorro de dinero en términos de transportes, alojamiento, comidas, logística y despliegue de fuerzas de seguridad. En realidad, los únicos que creen que el G-8 decide algo son los movimientos antiglobalización, que ven al grupo en un mismo continuo de sentido que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, como si integraran un gobierno mundial. La amarga verdad es otra: no existe un gobierno mundial, y el resultado es un caos donde los que más pierden son los que menos temen.
Este año, sin embargo, la cumbre se realiza con el transfondo de campanillados de alarma en todas partes: Alemania entró en recesión, Estados Unidos está al borde de la deflación y Japón se arrastra por tasas de crecimiento mínimas. Europeos y japoneses están alarmados por la caída del dólar, que hace menos competitivas a sus economías; también temen que, para financiar un déficit sin precedentes, y que sigue creciendo, Estados Unidos vuelva a convertirse en la aspiradora de recursos de gran parte de los años ‘80, desalentando la inversión en casa. Del otro lado del Atlántico, los norteamericanos contemplan que la revalorización del euro no se traduce todavía en un fuerte aumento de las importaciones que pueda sacar de su sopor a la economía estadounidense, y culpan por eso a las rígidas estructuras laborales del estado del bienestar social europeo. La política no es un consuelo: nada indica que George W. Bush vaya a dar marcha atrás en la reducción de impuestos para ricos que ya logró, y en Europa las mayorías parlamentarias se agrietan.
El G-8 nació como una reunión informal de jefes de Estado occidentales, quienes luego dejaron que entrara Rusia (para masajear su ego) y ahora se habla de que podrían entrar Brasil o India. Es decir, todos son bienvenidos. Y cuanto más miembros tiene el club, menos es lo que puede decidir.