Dom 14.09.2003
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INTERNACIONALES › CONTRADICCIONES ECONOMICO-MILITARES EN WASHINGTON

La guerra estrangulada

La guerra a Irak es responsable de la crisis norteamericana, ¿no? En realidad, puede que la crisis sea lo que ahorque la guerra.

Por Claudio Uriarte

Ya casi no pasa semana sin que la administración Bush no revise al alza tanto su estimación de déficit fiscal como de costo de la ocupación de Irak. La proyección de déficit de este ejercicio, que había empezado el año en unos 250.000 millones, ya excede los 500.000, y el lunes último George W. Bush admitió sorpresivamente que la ocupación y reconstrucción de Irak, que antes costaban 4000 millones de dólares al mes, ahora requerirán una partida adicional de 87.000 millones para el próximo ejercicio. Estas cifras seguirán creciendo: la administración tiene una comprensible repugnancia a admitir que sus cálculos anteriores eran falsos, erróneos o demasiado optimistas, y entonces se inclina a liberar la información con cuentagotas; después de todo, es un Congreso electo el que tiene que autorizar las partidas, y en noviembre del año que viene hay elecciones generales. Pero la justificación por Bush del alto déficit en función de la “guerra antiterrorista” también es engañosa; en realidad, es la economía deficitaria la que está estrangulando al esfuerzo de guerra, y no al revés.
Bush ha enunciado en estos días una contradicción: sostuvo que la guerra era responsable de un cuarto del déficit presupuestario, y también que el “ajuste fiscal” practicado era necesario para reactivar la economía. Aún tomando por cierta su estimación de un 25 por ciento de déficit para financiar la guerra, queda por explicar el 75 por ciento restante. Aquí entra lo que Bush llama “ajuste fiscal”, que en realidad es lo contrario: una política de masiva reducción de impuestos, que ya se computa en 350.000 millones de dólares. Con esto los números ya empiezan a cobrar más sentido, ya que el presupuesto del Pentágono, que actualmente está por encima de los 300.000 millones de dólares, solamente se ha incrementado entre un 10 y un 15 por ciento por ciento con respecto a los niveles de la era Clinton. Paralelamente, la justificación reactivadora de ese déficit tampoco se verifica: el desempleo está en 6,2 por ciento y en alza; hay nueve millones de trabajadores en la calle, y esta semana se reveló que la economía había perdido 90.000 empleos más. Que los apologistas de Bush argumenten que se trata de una “reactivación sin empleo” no pasa de ser un chiste de mal gusto.
Mientras tanto, las condiciones en Irak empeoran. La administración civil de Paul Bremer ha fracasado en crear una estructura de poder iraquí –como reclama el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld– y los generales del Ejército norteamericano siguen insistiendo –contra Rumsfeld– en derramar cientos de miles más de soldados –ahora hay 140.000– en un territorio extranjero. En estas condiciones, el esfuerzo de guerra choca cada vez más con la muralla intraspasable del déficit. Y contra el deseo de Bush, que empieza a parecer cada vez más dudoso, de ser reelecto en noviembre de 2004.

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