AGRO › LAS TRANSFORMACIONES DEL COMPLEJO LECHERO EN LOS ULTIMOS AñOS
Traumas a los cambios de precios relativos
› Por Susana Díaz
Durante los últimos días el Poder Ejecutivo trabajó en varios frentes para contener algunos efectos del cambio de precios relativos sobre los precios que pagan los consumidores. El último dato es el acuerdo firmado entre los industriales lecheros y la Secretaría de Agricultura para que bajen los precios de algunos productos lácteos, como la leche fluida y los quesos cremoso y cuartirolo, que deberían bajar entre el 1,5 y el 5,0 por ciento.
El espíritu que guió el consenso fue el mismo que el utilizado para contener el aumento de la carne: frenar especialmente las subas de los productos incluidos en la Canasta Básica Alimentaria, la base de indicadores sociales sensibles, como la pobreza y la indigencia.
La tarea del Gobierno resulta loable y debería formar parte de las funciones esenciales de cualquier administración. Sin embargo, para conocer qué puede esperarse del futuro sendero de precios, es útil repasar algunos datos objetivos del mercado lácteo.
Los economistas ortodoxos experimentan cierto placer especial cuando afirman que “no se puede ir contra las fuerzas del mercado”. De hecho, en economías de mercado se trata del equivalente a tapar el sol con las manos. Una devaluación, por fuerte que sea, no produce ajustes automáticos en todos los rubros. Cuando los cambios suponen transformaciones en la producción y en una cadena de valor deteriorada por la recesión, siempre existe un retraso temporal. La producción de bienes debió primero ponerse a tono tras la crisis. Proceso que adicionalmente –cuando quiere, “Dios es argentino”– fue acompañado por precios internacionales record para muchos transables, entre ellos los lácteos.
Durante la convertibilidad, sobre todo en su etapa agónica 1999-2001, exportar lácteos no era negocio, pues se obtenían mejores precios puertas adentro. El cambio de precios relativos invirtió la ecuación. El 2002 fue un año de aumento de las exportaciones. Se pudo exportar más porque el consumo interno cayó. Entre tanto, la competencia con la soja en los campos sumada a los bajos precios pagados a los productores lecheros (se decía que por el poder de mercado de las usinas lácteas, pero un reciente trabajo de la UADE parece haber descubierto que éste era un error, lo que es otro capítulo) habían minado la capacidad productiva local. Con la recuperación de consumo a partir de 2003, las exportaciones volvieron a caerse, pero en 2004, acompañando las señales del mercado externo (precios), se recuperaron fuertemente. De acuerdo con lo informado en su momento por la Sagpya, las ventas externas acumuladas en 2004 alcanzaron 264.000 toneladas, el equivalente a 532 millones de dólares. Aunque comparadas con un año malo, 2003, las cifras fueron un 61 y 84 por ciento superiores, respectivamente, a las de 2003 y representaron records históricos. El precio implícito promedio experimentó un repunte del 13 por ciento interanual, situándose en torno de los 1970 dólares por tonelada. Notablemente, los precios internos de algunos productos básicos, como los de la leche fluida, se mantuvieron bastante estables. No fue el caso de los derivados, en particular los más exportados, como la leche en polvo y los quesos, en especial los duros.
De acuerdo con los datos informados el pasado martes por el Indec, el primer bimestre de 2005 fue aun mejor. Además de que la producción registró un aumento interanual del 9,2 por ciento, las exportaciones crecieron un impresionante 77 por ciento en toneladas y 98 por ciento en dólares. Los productos más vendidos fueron la leche en polvo, que creció el 70 por ciento, y los quesos, que lo hicieron el 130 (interanual y en volumen). Como podría esperarse, las inversiones se están produciendo en estos rubros. Mientras tanto, la recuperación del consumo interno se traduce también en la demanda de los mismos productos, cuyo consumo se había reducido durante la crisis, como por ejemplo los quesos.