AGRO › CONTUNDENTE ANALISIS CRITICO DEL DOCUMENTO PROCAMPO DE JUAN LLACH
› Por Susana Díaz
¿Cuánto empleo genera el campo? Una investigación dirigida por el economista Juan Llach, junto a Marcela Harriague y Ernesto O’Connor, se propuso en 2004 la muy relevante tarea de “estimar el impacto total de los sectores agroalimentario y agroindustrial en la creación de empleo”. El resultado conseguido fue que “en el año 2003 el empleo total creado por las cadenas agroindustriales fue de 5.592.300 puestos, un 35,6 por ciento del total de ocupados”. En base a este número, su segundo objetivo, que para sus críticos fue en realidad el central, consistió en demostrar que “no es sostenible justificar las políticas discriminatorias hacia las agroindustrias sobre la base de la insuficiencia en la generación de empleos”. Así, a través de la recomendación de política, la preocupación por el empleo deviene en tributaria. El razonamiento es simple: como el campo genera mucho empleo, los impuestos a las exportaciones son un error de política. Dados los intereses en juego, la conclusión puede contener objetivos apriorísticos, punto en el que vale la pena indagar. ¿Generan realmente el campo y la agroindustria el 35,6 por ciento del empleo de la economía?
En un trabajo realizado por Javier Rodríguez, docente de Economía Agropecuaria de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), se analizan los números presentados por Llach & cía. y se detectan algunas falencias metodológicas que entrañan también inconsistencias teóricas, entre ellas: la doble contabilización y una interpretación errónea del significado de los coeficientes de la Matriz Insumo Producto (MIP). En su afán por demostrar la importante creación de puestos de trabajo los autores incluyen, además del empleo directo e indirecto en sentido tradicional, los puestos correspondientes a otros complejos. El ejemplo que brinda Rodríguez es claro: no sólo se considera como “trabajador directo” del sector al conductor del camión que transporta leche, sino que, como ese camión demanda gasoil, aceite y líquido para frenos, se incluye también como trabajadores “indirectos 1” de las cadenas agroindustriales a los trabajadores que producen éstos y otros insumos. En un anexo Rodríguez asume la tarea de aplicar la metodología criticada al sector Servicios y obtiene el increíble resultado de 89,5 por ciento de los empleos totales. La doble contabilización queda así demostrada también por el absurdo. Cuando la misma metodología se extiende al total de ramas de la economía, el resultado es una cantidad de trabajadores cercana al 200 por ciento de los efectivamente existentes. Pero la sumatoria no termina aquí.
Los autores, continúa Rodríguez, asumen que los gastos que los trabajadores realizan con sus ingresos, por ejemplo comprando un televisor, también generan empleo “indirecto 2” entre quienes fabrican televisores. Una operación que se repite con todos los componentes del gasto. Rodríguez ejemplifica la inconsistencia asimilando la metodología de Llach con la medición el PIB por el lado de los gastos y por el lado de los ingresos. No es posible sumar los componentes de los dos lados de la ecuación macroeconómica, pues en ese caso 1 no es igual a 1, sino a 2. Nueva doble contabilización de conjuntos disjuntos.
El tercer error metodológico es la idea de que la inflación genera empleo. Siguiendo esta lógica, si el producto valuado a 1000 pesos ahora es de 2000 debido a una inflación del 100 por ciento, ello no quiere decir que el cambio en la expresión nominal cambie la relación técnica y que, para producir el mismo producto, se requiera el doble de trabajadores. Para Rodríguez, este error se debe a la “inadecuada compresión de la Matriz Insumo Producto”.
Pero después de la crítica, queda por responder la pregunta inicial: “¿cuánto empleo genera el campo?”. Recurriendo a una metodología estándar,lo que dado el contexto significa “no duplicada y multiplicada”, Rodríguez determina que con el Sistema Agropecuario Ampliado, que incluye el agro y la industria alimentaria (11,4 por ciento), más el transporte (1,2) y la comercialización (5,6) asignados al sector, se llegaba, según la MIP de 1997, a un total del 18,1 por ciento del empleo total. Otro punto sustancial del documento de trabajo del Cenda es el análisis de la relación entre el impuesto a las exportaciones y la creación de empleo. Pero éste es otro capítulo.
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