AGRO › MAIZ, SOJA Y COLZA EN EL DESARROLLO DE BIOCOMBUSTIBLES
› Por Susana Díaz
A comienzos del siglo XXI, los países esencialmente exportadores de materias primas, como la Argentina, fueron conscientes de que los procesos de revolución industrial de las más populosas naciones asiáticas se expresarían en buenos precios para sus productos. Hoy se sumó también un inesperado factor adicional que incrementará la demanda de los productos del campo: los biocombustibles.
Aunque mucho se ha especulado sobre fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, el horizonte de mediano plazo permite prever un proceso de transición en el que el agotamiento del petróleo y la irreversible senda creciente de su precio serán conjurados con el uso combinado de combustibles fósiles y vegetales. Si bien por ahora no existe ventaja de precios en el uso de los biocombustibles, con el barril de crudo por encima de los 70 dólares y en alza es muy probable que no sea necesario esperar la exigencia de mezclar naftas y gasoil, con bioetanol y biodiésel, respectivamente, recién a partir del 2010, como lo demanda en la Argentina la legislación recientemente sancionada.
Pero, más allá de las diferencias de velocidad de avance, la tendencia es clara: existirá una mayor demanda estructural de granos y oleaginosas que se traducirá en una tendencia alcista de los precios.
¿Cuáles serán los cultivos involucrados? El insumo del etanol es exclusivamente el maíz, en tanto que el biodiésel permite un espectro de insumos más amplio, entre los que destaca la soja, pero también la colza.
Un trabajo de Aacrea brinda un panorama concentrado sobre el futuro inmediato que experimentará el mercado mundial. Allí puede leerse que la Argentina representa el 54 por ciento de la producción mundial de aceite de soja, lo que da una idea de la importancia que el complejo aceitero local está llamado a jugar en el ciclo de los biocombustibles.
De acuerdo con predicciones de la consultora alemana Oil World, en el 2010, la Unión Europea importará alrededor de 6 millones de toneladas de aceites vegetales para elaborar biodiésel. En tanto, si el consumo de etanol crece en Estados Unidos es posible que ya no sea el primer exportador mundial de maíz. La Argentina ocupa hoy el segundo lugar. Los cambios en el mercado local pueden llegar a ser radicales.
El analista Daniel Miró sostuvo en el trabajo de Aacrea que otro cambio profundo vendrá por el lado de la colza. Según Oil World, Europa podría demandar de la Argentina 1,5 millón de toneladas de colza para biodiésel, lo que a su vez alteraría, según destaca Miró, la ecuación de rentabilidad de los cultivos locales, volviendo a la colza más rentable que el girasol. El punto es que, por la normativa europea, la colza resultará más apta que la soja para la elaboración de biodiésel.
Por último, la producción de los combustibles vegetales tendrá también efectos colaterales. En particular, un exceso de oferta de los “residuos” de su proceso de elaboración que puede deprimir el valor de las harinas proteicas, como los “subproductos de la soja” que exporta la Argentina. Esto ya está pasando con el DDG, el residuo que queda del maíz utilizado para fabricar etanol, y con la harina de colza en Europa.
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