Dom 15.04.2007
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AGRO › LIQUIDACION DE VIENTRES Y POLITICA

Carne para hoy...

El relajamiento de la exigencia de peso mínimo de 280 a 240 kilos se hizo sentir en la faena de las terneras.

› Por Claudio Scaletta

Ciccra, una de las cámaras que representan a los frigoríficos –quizá el sector más beneficiado por la actual política para el sector cárnico– presentó en su último informe mensual un sombrío panorama sobre el futuro de la evolución del stock bovino basado en los números oficiales de producción. Luego de detallar que la faena sigue en leve aumento –2,2 millones de cabezas faenadas significaron una expansión del 3,5 por ciento en el primer bimestre del año–, agregó que en febrero la matanza de hembras creció el 31,3 por ciento. El relajamiento de la exigencia de peso mínimo de 280 a 240 kilos se hizo sentir sobre las terneras, que aportaron el 48,8 por ciento del incremento interanual del sacrificio de hembras. De esta manera, “las estadísticas oficiales ratificaron que en los primeros meses del año continuó el proceso de liquidación de vientres iniciado en el último trimestre de 2006”.

Por otra parte, las ventas al exterior cayeron el 20,1 por ciento en comparación con el primer bimestre de 2006, dato esperable pues en aquel período no existían todavía restricciones. Dada la naturaleza de las limitaciones, las principales ventas afectadas fueron las de cortes extra-Hilton, que cayeron el 40 por ciento. En divisas la caída fue bastante menor: 10,7 por ciento. La cifra responde a la mayor participación de los cortes de alta calidad en el total exportado, pero también al aumento de los precios internacionales. El crecimiento de los valores promedio fue del 11,8 por ciento y se ubicó en 2945 dólares FOB por tonelada. El informe detalla que los precios actuales de los cortes Hilton, de los congelados y frescos extra-Hilton y de las menudencias-vísceras resultaron superiores a los de igual período del año pasado: 18,0, 14,6 y 34,1 por ciento, respectivamente.

En base a esos números puede concluirse que el panorama futuro del mercado cárnico sigue siendo explosivo: se acentuará la escasez futura de la oferta por la liquidación de vientres en un contexto de aumento de la demanda externa e interna. Haber renunciado a medidas para impedir la disminución de stocks pensando en los precios de corto plazo podrá tener un costo futuro muy superior a los beneficios conseguidos hasta ahora. Y ello a pesar del aumento paralelo del consumo interno, que registró una suba interanual en el bimestre en cuestión del 8,8 por ciento. Medido per cápita en febrero pasado el consumo alcanzó los 63,1 kg/año, 3 por ciento más que un año antes.

El segundo punto, que surge inmediatamente de la observación de las cifras, es el de los mecanismos de distribución de los costos y beneficios de esta situación. El pedido de una de las entidades del campo esta semana por “sincerar los precios de la carne” debería tomarse como una nueva señal de alerta. Indica que los controles están afectando la distribución al interior de la cadena sectorial en detrimento del productor primario, a la vez que no benefician suficientemente al consumidor. En este contexto no debería extrañar que Ciccra haga malabares para relativizar los aumentos de los precios internos. Según la entidad empresaria, los valores pagados por los consumidores locales sólo subieron el 4 por ciento durante el período bajo análisis, bien por debajo del IPC. A su vez, la suba es caída cuando se la compara con el resto de la canasta alimentaria, es decir con la parte del IPC que más aumentó.

La conclusión es que en una economía con mercados oligopólicos los controles de precios pueden ser uno de los instrumentos adecuados para contener la apropiación de rentas extraordinarias por parte de determinadas empresas, sea a costa de los consumidores o de los integrantes más débiles de los circuitos productivos sectoriales. Acordar con esta necesidad no debería significar persistir en el uso de instrumentos cuyos resultados parecen alejarse de los inicialmente propuestos. Finalmente uno de los objetivos centrales de la política económica debería ser fortalecer la producción. Este interés, bajo ciertas circunstancias, puede restringirse en función de necesidades sociales más amplias, como el consumo. Bajo esta perspectiva, el equilibrio entre producción y consumo se convierte en parámetro de eficiencia de la política económica. Este equilibrio es el que podría no estar funcionando en el mercado de la carne. En este marco, la profusión de subsidios cruzados sólo agrega desprolijidad sistémica y un nuevo factor de puja en la relación campo-gobierno.

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