Por Susana Díaz

El Ministerio de Economía dejó trascender que estudia la privatización parcial del Banco Nación y eventualmente del Banco Provincia de Buenos Aires. Para no asumir la impopularidad de la medida, los funcionarios sostienen que se trata de una exigencia del Fondo Monetario Internacional. Los argumentos en juego son la necesidad de nuevos aportes de capital a las entidades y el típico lenguaje privatista vinculado a la productividad y la eficiencia. Como se trata de un discurso que, tras la experiencia de los ‘90, tiene menos predicamento, se recurre al argumento de “privatización parcial”. En este punto no son pocos quienes recuerdan lo sucedido con YPF, que también comenzó con una “apertura a la participación del capital privado”. Sin embargo, en la propuesta de privatizar la banca pública hay en juego algo más que ideología.
Sólo el Banco Nación cuenta con hipotecas a su favor por 14 millones de hectáreas, las que en su gran mayoría se encuentran ubicadas en las zonas más fértiles del país. El principal temor expresado por las entidades que representan al agro es que si el Banco Nación cede parte de su paquete accionario, esos campos podrían pasar a “manos extranjeras”. Pero aunque las entidades del campo destaquen la cuestión de la nacionalidad del propietario, el problema pasa por otro lado. La devaluación no sólo afectó al tipo de cambio, sino también al valor de los principales activos internos, entre ellos la tierra. Con la nueva ecuación, el campo argentino se volvió una inversión tentadora.
En un contexto de productores endeudados y fuertes limitaciones al financiamiento, el ingreso de nuevos actores que enfaticen la racionalidad financiera sobre la productiva puede provocar un nuevo proceso de concentración de la propiedad de la tierra, despoblamiento de las zonas rurales y, consecuentemente, aumento de la marginación en las ciudades. Además, el campo argentino ya conoce la experiencia de sobreexplotación del suelo que ejercen quienes realizan apuestas financieras de corto plazo, como por ejemplo los fondos de inversión agraria. El sector agropecuario, además, no fue ajeno en los últimos años a los sucesos del resto de la economía, donde controvertidos procesos de privatización favorecieron a poderos grupos internacionales y perjudicaron enormemente al sector productivo local.