A algunos ejércitos profesionales les está surgiendo una molesta competencia: la de las agencias que reclutan mercenarios para focos bélicos como Irak. El hecho es que pagan mejores sueldos. Blackwater USA, de Carolina del Norte, ofrece por ejemplo 4000 dólares mensuales por custodiar pozos petroleros iraquíes durante seis a doce meses, tras un entrenamiento en Estados Unidos. Muchos ya conchabados son bastante veteranos, pues provienen de la milicada pinochetista o del antiguo régimen segregacionista sudafricano, al que sirvieron desde la South Afrincan Defense Force o la Police. Según el Cape Times, la Meteoric Tactical Solutions es una de las compañías del país de los boers que aprovecha el outsourcing (tercerización) que practica el Pentágono. Esto pese a que la ley sudafricana prohíbe a sus ciudadanos participar como combatientes pagos en conflictos armados. El gobierno trasandino también está disgustado.
Ofrecer violencia a cambio de dinero es un antiguo comercio que vuelve a florecer. En la Guerra del Golfo, uno de cada cincuenta soldados era mercenario. La proporción trepó a uno sobre diez en la contienda bosnia. Actualmente, miles de bosnios, filipinos y norteamericanos bajo contrato empuñan armas para compañías privadas en Irak. Según Naciones Unidas, los tres mayores proveedores de carne de cañón rentada son Sudáfrica, Estados Unidos y Gran Bretaña. En Irak se ocupan de diversas tareas, que van desde vigilar los aeropuertos hasta proteger a Paul Bremer, jefe de la Autoridad Provisional que establecieron los ocupantes en Bagdad.
Los mercenarios se han convertido ya en un engranaje indispensable tanto en tiempos de guerra como de paz, cuando sus servicios son también apreciados en países inestables. Puede que la Argentina, que ya proveyera inestimable mano de obra desocupada para otros regímenes cercados por la subversión, tenga renovado material humano disponible cuando eventualmente remplace algunos cuadros de sus fuerzas de seguridad, tan incomprendidas hoy por la derecha como por la izquierda.