Dom 14.11.2004
cash

DESECONOMíAS

Está cara Europa

› Por Julio Nudler

Un simple fax, enviado el 30 de mayo de 2002 casi a medianoche, le ha costado más de 100 millones de euros a la Comisión Europea, gobierno de la UE. Fueron 125 carillas mandadas por los servicios jurídicos de la CE al Tribunal de Justicia de la Unión en Luxemburgo. El problema es que colocaron mal el papel en la máquina, por lo cual llegaron en blanco todas las cuartillas de las alegaciones contra cinco bancos alemanes multados por haber presuntamente participado en un cártel. La blancura de las páginas llevó a que los jueces revocasen fuertes multas contra el Dresdner Bank, el HVB y el Commerzbank (cada una por 28 millones), el DVB (14 millones) y el VUW (2,8 millones), acusados de cobrar comisiones siderales por el cambio de moneda extranjera. Esta es una nueva y terrible derrota en los tribunales para Mario Monti, saliente encargado comunitario de garantizar la competencia, cuyas pruebas, además, eran juzgadas endebles por los jueces de primera instancia. De todas formas, este caso del fax mal mandado despide un extraño olor. Se habla de “error humano” en la colocación del papel. Pero la pregunta es si ocurrió por mera torpeza, para favorecer a los bancos o para salvarle el rostro a Monti, disimulando la aparente debilidad de sus pruebas. Obviamente, un departamento jurídico que no sabe ni operar un fax mal puede enfrentarse con los batallones legales de Microsoft o General Electric, multinacionales con las que Europa está librando tremendas pulseadas judiciales. Las alegaciones contra el aparente cártel bancario abusador fueron preparadas por un joven abogado mientras estaba con licencia por paternidad. La noche en que vencía el plazo para remitirlas llegó apurado a su oficina, pero se encontró con que había un aparato nuevo de fax, muy moderno, que él por lo visto no supo manejar. El “joven abogado”, como lo define la Comisión, concluyó el informe minutos antes de que expirase el plazo y llegó a su despacho, entrada la noche, para enviarlo a Luxemburgo. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que habían cambiado el aparato de fax. Mandó, o más bien creyó mandar, el material, y satisfecho se volvió al lado de su mujer.

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