DESECONOMíAS
Ministros para votar y botar
› Por Julio Nudler
Alvaro Alsogaray, con su partido Cívico Independiente, obtuvo en las elecciones de febrero de 1958 poquísimos votos, pero al año siguiente fue nombrado ministro de Economía por Arturo Frondizi y pasó a regir la vida de los argentinos. ¿Por qué descartar que esta vez suceda con Ricardo López Murphy? Está aceptado que el pueblo no elige ministro de Economía. Esa elección pasa por otro lado. En el caso del ballottage que se celebrará dentro de quince días, los dos ministros en juego vienen-de o pertenecen-al mundo de la consultoría económica, que implica asesoramiento macro y negocios. Fueron o son consultores de empresas y bancos, trabajando para un mercado no muy diferenciado, en el que la capacidad de lobby ante el poder político es una virtud esencial, incluso en épocas de piloto automático. De los dos, Roberto Lavagna mostró una vocación más fuerte por jugar en política, y lo hizo con suerte dispar. Esta vez, cuando su gestión es considerada exitosa, al punto de que el capital político así acumulado fue de gran ayuda para la orfandad de Néstor Kirchner, no consiguió sin embargo que el santacruceño se alzase con mucho más que uno de cada cinco votos. Haber frenado la inflación y bajado el dólar no reportó más que eso. Lástima que en materia de empleo y salarios no haya alcanzado logros semejantes. De todas formas, menos aún debería aportarle Carlos Melconian a Carlos Menem, dado que ni siquiera, a nivel masivo, puede mostrar una buena gestión en el Racing Club porque no llegaron a darle la oportunidad. Pero lo importante es que, como desprendimiento del estudio de Miguel Angel Broda, exhibe apreciadas credenciales ante el establishment. Como quiera que sea, ni Lavagna ni Melconian cubrirían más que un primer turno. Aquél porque, según dejaron saber los propios protagonistas, Kirchner incluido, sólo permanecería hasta diciembre, cuando se renueva parcialmente el Legislativo, funcionando como “burro de arranque” para el gobierno del patagónico. En cuanto a Melconian, podría caer en la misma vorágine de ministros que caracterizó al Menem de 1989 a 1991.