Dom 24.08.2003
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DESECONOMíAS

Saña opositora

› Por Julio Nudler

No hay condición más desventurada que la de los altos funcionarios públicos, empezando por presidentes y primeros ministros. La asunción del cargo es como el ascenso al cadalso. Aunque todo marche satisfactoriamente y los demóscopos informen altos índices de popularidad y aprobación, en cualquier momento puede sobrevenir la catástrofe. Dado que los gobernantes no pueden saber de dónde provendrá el golpe funesto, les es imposible prevenirlo. Pero eso no interesa: igualmente serán tenidos por culpables, acusados por la oposición y sentenciados por la opinión pública. La idea es que un gobierno es responsable de todo lo malo que pueda ocurrir en el país y sus alrededores. ¿Qué revienta la panza del Prestige? La culpa la tiene José María Aznar. ¿Qué la ciudad de Santa Fe queda sumergida en el agua? Carlos Reutemann debió haberlo previsto y evitado. ¿Qué una simple ola de calor mata a diez mil franceses, justo después de saberse que los lampiños humanos sobrevivieron desnudos un millón de años de prehistoria antes de inventar la ropa? Todos acusan a Jacques Chirac, que por ser precisamente agosto (boreal) vacacionaba mientras sus paisanos se achicharraban. ¿Que la costa este de Estados Unidos y Canadá quedan a oscuras? Pues no faltará un Paul Krugman que responsabilice a los republicanos por haber desregulado el negocio eléctrico, pecado que también habría provocado el colapso californiano. ¿Que se suicida un tal David Kelly, informante de la BBC? Tony Blair es engrillado, como si todos supieran que él indujo la trágica determinación. La oposición, los críticos, los disolventes, la gente en general apunta y dispara. El oficialismo es el blanco, como si gobernar consistiese en preocuparse genuinamente por los problemas de los gobernados. En todo momento hay millones deseándole traspiés y contratiempos al gobierno para poder abalanzarse sobre sus integrantes y destrozarlos, o al menos para tener tema de escarnio y escándalo, con los periodistas en primera fila, acechando la fatal noticia. ¿Cómo contrarrestar tanta mala onda? Siempre hay torres gemelas amenazando derrumbarse.

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