Dom 22.05.2005
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ENFOQUE › INFLACION Y SALARIOS

La hilacha de la burguesía

La discusión sobre la inflación se ha concentrado en los salarios, tergiversando así las causas reales del aumento de precios.

Martin Schorr y Andres Wainer *

El centro de atención de los sectores dominantes se ha desplazado. Si unos meses atrás una de sus preocupaciones centrales era qué hacer para controlar las protestas de los movimientos de desocupados, en la actualidad el foco está puesto en la creciente conflictividad laboral. Esta se deriva del hecho de que en un contexto de expansión económica y, en numerosas actividades, de fuerte crecimiento de la rentabilidad, se constata un ostensible retraso de los salarios reales.

En las últimas semanas ha irrumpido en escena un debate acerca del carácter de la inflación reciente y el papel de los salarios en los aumentos de precios. Los reclamos sindicales han llevado a los autoproclamados “burgueses nacionales” (nucleados en la UIA y la AEA) a sostener que los planteos en pos de una recuperación salarial deben moderarse en función de contener la inflación. Desde el Gobierno se sostiene que no habrá más aumentos salariales por decreto. Entre las corporaciones existe consenso de que los salarios deben moverse según la evolución de la productividad, visión a la que también adhiere el ministro de Economía. Uno de los principales argumentos esgrimidos para convalidar esta postura es que ya se pagan “salarios muy dignos” (según señaló el flamante presidente de la UIA) y que cualquier aumento salarial desvinculado del comportamiento de la productividad se traducirá en mayores costos empresarios y no tardará en trasladarse a los precios de los bienes. También se argumenta que una suba salarial haría aumentar más la demanda interna e introduciría presiones inflacionarias dado que en algunos sectores se estaría llegando a situaciones de plena utilización de la capacidad instalada.

Es indudable que el aumento de los precios de los “bienes-salario” (como los alimentos), antes que deberse a la aparición de “estrangulamientos productivos”, se encuentra directamente ligado a su calidad de exportables y, como tal, a su estrecha vinculación con la devaluación del peso. Los bajos niveles de retenciones existentes están lejos de poder neutralizar los efectos de la depreciación cambiaria, más aún teniendo en cuenta el alza de los precios internacionales de los principales productos agropecuarios y la caída en el valor del dólar versus otras “monedas fuertes”.

Otro de los factores decisivos en la presión inflacionaria es el muy alto grado de concentración económica en gran parte de las actividades productivas. Esto dota a los oligopolios de un enorme poder en la fijación de precios. A esto se suma que un número importante de estas empresas y grupos económicos está en manos de capitales extranjeros, lo cual genera “incentivos” para aumentar el precio interno de los productos elaborados de forma tal de “dolarizar” los flujos de ingresos y los beneficios. Se trata de elementos que no casualmente están casi ausentes en la discusión actual. ¿Por qué? Porque están expresando que estos sectores del gran capital que hoy se presentan como defensores de los intereses de la Nación

constituyen los principales beneficiarios del “modelo de dólar alto” y de la inflación; dado que en su mayoría son exportadores y formadores de precios a favor de su poderío oligopólico.

Con su propuesta de atar los salarios a la productividad, la autoproclamada “burguesía nacional” no sólo tergiversa las principales causas reales de la inflación (dificultando sobremanera el control de la misma, por el “error” de diagnóstico), sino que también elimina de la discusión otras cuestiones relevantes:

n Que a lo que apuntan es a preservar sus elevadas tasas de ganancia y a cristalizar la actual inequidad en la distribución del ingreso.

n Que los salarios se ubican en términos históricos en niveles bajísimos (casi un 60 por ciento inferiores a los de mediados de los ’70) y la participación de los asalariados en el ingreso (inferior al 30 por ciento) es de las más bajas de la historia contemporánea. Es más, de no haber sido por los aumentos por decreto la caída de los salarios y la inequidad distributiva serían aún más acentuadas. Es decir, si algo frenó la caída del poder adquisitivo fue la “mano invisible” del Estado.

n Que para los oligopolios que controlan la salida exportadora los salarios se visualizan como un costo más que como un factor de demanda (de allí las presiones para fijar un piso salarial muy deprimido).

n Que dados los aumentos de productividad verificados en lo que va del actual “modelo” y la brusca contracción salarial, habría suficiente margen como para aumentar la remuneración al trabajo sin que ello se traslade a los precios.

En suma, una vez más nuestra “burguesía nacional” ha mostrado la hilacha. En este caso, por haber planteado argumentos falaces sobre las causas de la inflación, que la tiene como uno de sus principales responsables y beneficiarios. Ello invita a preguntarse si efectivamente se está ante una fracción de clase que cuenta con un proyecto inclusivo de Nación. O si su apuesta pasa por presentarse como burguesía nacional con vistas a posicionarse estratégicamente en el actual escenario doméstico, regional y mundial sin mayores preocupaciones por el destino de la Nación. Y así usufructuar ciertos nichos privilegiados de acumulación que se han generado (dólar alto, promoción de inversiones, obras públicas). Todo lo cual ubicaría a estos sectores muy lejos de lo que se supone constituye una genuina burguesía nacional.

* Investigadores Conicet/UBA.

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