Domingo, 21 de febrero de 2010 | Hoy
ENFOQUE
Por Julio Godio
El impacto de la crisis económico-
financiera mundial sobre los países de América del Sur ha dado nuevo impulso al imperativo de fortalecer el rol del Estado en las condiciones de economías de mercado. La nueva reforma del Estado debería ser pensada en la región como fortalecimiento del actual proceso de constitución de Estado-nación aptos para continuar los procesos de estabilización y profundización de los modelos nacionalistas-industrialistas en los países de la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur). Este camino lo hemos empezado a recorrer en Argentina desde 2002, profundizándose durante 2003-09, y que se ha demostrado como acertado al permitir enfrentar desde posiciones sólidas la crisis mundial.
La Argentina pudo alcanzar esa solidez porque el Gobierno aseguró que el Estado era la locomotora que movilizaba las fuerzas del mercado en la dirección de lograr organizar mercados capaces de estimular la diversificación productiva, el crecimiento del empleo y la creación de empresas agrícolas, industriales, comerciales y de servicios competitivas.
El epicentro del impulso reformista se ha instalado ahora también en varios de los estados miembro de la Unasur. La reforma del Estado actual debería ser considerada como el aspecto central político-institucional de la constitución de la Unasur. Debemos pensar en este proceso como constitución de una gran estructura política, económico y sociolaboral supranacional.
La constitución de bloques sociopolíticos en cada país es lo que permitirá sustentar a los gobiernos nacionalistas populares. Es la condición para asegurar la retroalimentación entre los avances hacia la creación de pisos civilizatorios favorables para construir sociedades latinoamericanas pluralistas simultáneamente con el logro de la autonomía de los Estados-nación latinoamericanos frente a los EE.UU. El proceso en su conjunto tiene hoy su epicentro en América del Sur. Sus antecedentes históricos se remontan a un pasado lejano: se inician con las guerras de la independencia en América del Sur, pero en el fondo encuentran también su sustento en la idea de intentar “repetir” en nuestros países el camino emprendido por los propios norteamericanos a partir de la guerra de liberación en 1776. Lamentablemente, EE.UU. estaría decidido a no aceptar que podamos concretar en nuestra región muchas de las ideas fuerza que movilizaron a los norteamericanos en el siglo XVIII.
Está claro que la solidez de los bloques nacional-populares requiere la existencia y apoyo de un sólido tejido de instituciones sociopolíticas. Estas instituciones son los partidos políticos o movimientos afines a los nacionalismos neo-desarrollistas, los sindicatos y los diversos movimientos sociales. Estas instituciones son esenciales para la democracia. Son las instituciones que regulan las tensiones entre el poder y los contrapoderes. Esta relación permite, en su equilibrio, el ensamble de la democracia política con la democracia económica y social.
Han colapsado varias teorías políticas en esta década, en la que estamos saliendo del Consenso de Washington. Estas teorías son centralmente:
1. La que pretendió subsumir la política en el mercado (neoliberalismo).
2. La que forzó negativamente la relación entre política y estabilización, buscando legitimar la democracia política pero aceptando las proposiciones económicas de la ortodoxia neoliberal.
La crisis económico-financiera afecta al mundo. La salida de esta fase de la crisis capitalista será larga. Deberíamos prestar atención sobre qué líneas de fuerza regionales (que se expresan en estados y sociedades nacionales concretas) se están perfilando dentro del sistema-mundo en constitución. Si miramos al mundo desde la perspectiva geopolítica, es evidente que el naciente sistema-mundo se constituirá sobre dos polos: EE.UU. y China. Ambos países dicen formar parte de un “acuerdo estratégico”, que va formateando al sistema-mundo con acuerdos pero con disensos y tensiones. Entre los dos países existen fuertes disparidades. EE.UU. es el país más desarrollado e innovador del mundo, y conservará esa cualidad por mucho tiempo. Pero China es el país más homogéneo del mundo, por la combinación de tres componentes: la existencia de una civilización que se basa en la disciplina (confucionismo), la existencia de una nacionalidad abrumadoramente mayoritaria (han, 90 por ciento de la población) y los 50 años de comunismo, que no terminaron en desastre (como en la URSS) sino en una novedosa metamorfosis: la “economía socialista de mercado”.
El mundo de la bipolaridad no subsume al mundo de la multipolaridad. La pregunta podría ser: ¿qué modelo económico-social terminaremos por instalar –según las peculiaridades nacionales– en los países de Unasur? Tres modelos económicos, sociales y políticos, dicho muy resumidamente, se perfilan como alternativas que influirán sobre el perfil de salida de la actual crisis mundial. A su vez, ninguno de esos tres modelos se presentan “puros” porque incluyen, subordinados, componentes de los otros. Los tres modelos serían:
1. El modelo anglosajón, corrido hacia un neoliberalismo “corregido”. Este modelo es constitutivo de los EE.UU., y mantendrá su presencia dentro de muchos países desarrollados y periféricos.
2. El modelo de capitalismo “renano”, asentado en el neokeynesianismo. Es muy sólido en Europa y cuenta con expresiones dentro de los estados-miembro de la asociación Unasur (Brasil y Argentina) y entre países de Asia Pacífico.
3. El modelo de “economía socialista de mercado”, que tiene su base en China, pero que podría manifestarse como modelo económico regional, dando una nueva identidad política a Asia. Este modelo también aspira a extenderse en América (Venezuela, Ecuador, Cuba).
Unasur cabalga entre los dos últimos modelos. Cabalga, afortunadamente, en un contexto de democracia política en la región. Ambos podrían desarrollarse pacíficamente bajo modalidades “nacionalistas desarrollistas”. Como es lógico, la entrada en la historia de estos modelos, ambos en tensión con el capitalismo liberal, influirá en el destino final del G-20, el BRIC y otros grupos
* Sociólogo. Director del Instituto del Mundo del Trabajo. Autor de diversos libros, entre ellos La Sociedad de trabajo: una utopía realizable, Historia del Movimiento Obrero Latinoamericano, Sociología del Trabajo y Política.
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