Dom 15.05.2011
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ENFOQUE

Autos y Mercosur

› Por Claudio Scaletta

En 2010, las exportaciones argentinas sumaron 68.134 millones de dólares, cifra que representa un crecimiento del 22,4 por ciento en relación con 2009 y del 46,4 respecto de 2006. El principal complejo exportador fue el sojero, que en 2010 vendió 17.317 millones de dólares, expandiéndose el 33 por ciento sobre el año previo y el 93,9 por ciento más respecto de 4 años antes. El segundo lugar del ranking de ventas externas lo ocupó el complejo automotor, que en 2010 exportó 8618 millones de dólares, un impresionante 44,1 por ciento más que en 2009 y el 85,1 adicional respecto de 2006. El tercer lugar, con envíos por 7201 millones de dólares, lo ocupó el complejo petrolero-petroquímico.

La enumeración de cifras es tediosa, pero el núcleo de los datos es que la soja y sus derivados significan el 25,4 por ciento de las exportaciones locales, autos y autopartes el 12,6 y petróleo y petroquímica el 10,6. Tres complejos, entonces, explican prácticamente la mitad de las ventas externas, que se completan, y en orden de importancia, con los complejos cerealero (7,9 por ciento), bovino (4,8), frutihortícola (3,3), oro (3,0) y cobre (2,2), entre los principales.

El panorama emergente de la inserción internacional no es precisamente el de un país desarrollado. Predominan las commodities, tanto de origen agrario como extractivo y, en solitario, se destaca el sector automotor, cuyo inmenso costo en materia impositiva y de reserva de mercado interno es asumido históricamente por la sociedad porque, se supone, presenta la externalidad positiva de ayudar a complejizar el entramado industrial.

Esta presencia sectorial en las exportaciones es la única que separa a la economía local de la estructura comercial típica de los países subdesarrollados. De los 8618 millones exportados por el complejo automotor, 6937 millones, el 80 por ciento, se destinaron a Brasil. De este total, 5360 millones fueron vehículos y 1577 millones autopartes.

No son muchos los países que producen autos, y Argentina es uno de ellos. La industria automotriz, como sucede en todos los grandes rubros industriales, está dominada hoy por grandes firmas transnacionales. Las decisiones de inversión de esas empresas no son locales, sino regionales. La instalación en uno u otro país se decide en función de superar las barreras comerciales en los respectivos mercados internos. Cuando Fiat, General Motors o Toyota, por ejemplo, invierten en Argentina no están pensando sólo en el mercado local, sino en el Mercosur. Este es el gran mercado. La estrategia de las terminales es integrar las producciones regionalmente, lo que da lugar a un intenso flujo de vehículos y autopartes en la frontera, expande medidas como el “intercambio compensado” y genera debates sobre la “composición local” de la producción.

Es difícil hablar de una industria automotriz argentina o brasileña. Lo que existe es una industria automotriz del Mercosur y las restricciones comerciales impuestas por Brasil esta semana atentan contra la principal industria regional. No es posible esperar que se mantengan sin que se produzcan fuertes cambios en el actual paradigma de integración. Desde el Ministerio de Industria deslizaron que las restricciones brasileñas podrían responder, en realidad, a una disputa por captar nuevas inversiones de las matrices. Esta respuesta parece más lógica que la primera versión oficial, según la cual se trataría de represalias por haber afectado exportaciones de chocolates, galletitas y pastas por sólo 6 millones de dólares. La asimetría de las cifras exime de comentarios.

Desde su creación en la década del ‘80, las rencillas comerciales fueron siempre un factor presente al interior de la Unión Aduanera. Pero se trata de una consecuencia lógica de la relación comercial entre países en los que muchas de sus ramas productivas compiten entre sí. No sólo en autos, sino también textiles, calzados, línea blanca, entre otros.

Al aplicar las “licencias no automáticas”, la cancillería brasileña parece no haber considerado uno de los datos más significativos de la relación comercial: el intercambio bilateral es deficitario para la Argentina. Este desequilibrio fue de 4088 millones de dólares en 2010 y de 1200 millones en el primer cuatrimestre de 2011.

También es probable que Itamaraty haya considerado el déficit, pero desde su perspectiva nacional, pues Argentina desde hace ya tiempo comenzó a aplicar un conjunto de medidas antidumping y de protección de sectores que irritaron a una parte de los exportadores de San Pablo. Los ánimos explotaron el pasado febrero, cuando se anunciaron licencias no automáticas para 576 productos que representan el 18,7 por ciento de las importaciones provenientes de Brasil, del que Argentina es el primer comprador de productos industriales.

Las medidas, sin embargo, no evitaron que en el primer cuatrimestre de este año las importaciones argentinas provenientes del vecino país crecieran el 33 por ciento interanual y sumaran 6400 millones de dólares. Tras las restricciones, el problema del défict externo se agravará. El segundo camino elegido por Argentina para su reducción fue el aumento de las exportaciones de, entre otros, el complejo automotor. No obstante, dada la integración de las cadenas productivas del complejo y los intereses en juego, es probable que sólo se esté frente al desarrollo de una estrategia negociadora

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