ENFOQUE
› Por Claudio Scaletta
La discusión del momento es la cuestión del crecimiento. El tema es clave por múltiples razones, pero fundamentalmente porque del crecimiento depende el nivel de empleo y, de éste, los niveles de ingreso de los trabajadores y, de éstos, la posibilidad de complejizar la estructura productiva y retroalimentar el ciclo. Pero además, desde la política más elemental, el freno de la economía puede deslegitimar el modelo y tener consecuencias electorales. Por todo ello, frente al problema del freno aparece la discusión por sus causas y el pase de facturas. Algunos creen que se indujo un ajuste innecesario en la demanda agregada, otros que la culpa fue del mundo y otros que todo se debió a haberse adelantado, innecesariamente o en exceso, a los problemas de una presunta restricción externa. Esto último explicaría el haberse puesto locos con el dólar y generado el “cepo” cambiario, con un desdoblamiento de hecho en la cotización de las divisas. Por debajo de la superficie, finalmente hasta la recuperación de YPF se decidió por potenciales problemas en la Cuenta Corriente del Balance de Pagos. Desde el pensamiento económico más convencional se agrega que, en realidad, el freno actual es una consecuencia del aumento de costos en dólares y la subsiguiente pérdida de competitividad de la economía doméstica, con desincentivo a la inversión, pero la hipótesis carece de verificación empírica en su relación con el crecimiento, lo que no significa que el problema de precios y competitividad no exista.
Sin embargo, más allá de la existencia de todos los problemas citados, el dato duro es que el ciclo económico local continúa estrechamente vinculado al ciclo agrario. Tras la caída de la cosecha de este año y las previsiones de mejora en la próxima, las consultoras locales no tardaron en sacar la cuenta de los cambios provocados por razones estrictamente climáticas. La primera fue Estudio Bein, que hace un par de semanas tituló su informe de coyuntura “...sobre esta lluvia recalcularás 2013”. Luego, esta semana, Abeceb.com se concentró sólo en la soja y calculó que el año próximo aportará 5000 millones de dólares adicionales. Para comprender la magnitud y el significado de estos números alcanza con decir que, sólo por diferencia climática, se obtendrá un extra que compensará, por ejemplo, el déficit energético potencial y, de paso, le aportará al fisco 12.000 millones de pesos por retenciones. Es más, la cifra supera al total de vencimientos de deuda del próximo año. Y todo ello, para horror del propio agro pampeano, en otro año electoral.
En segundo lugar, siempre pensando en el crecimiento, se agrega el efecto multiplicador de los mayores ingresos. Seguramente el rubro Maquinarias agrícolas no caerá en 2013 como lo hará en el agregado de este año y el impulso se extenderá a la logística y al transporte.
Siguiendo a Abeceb.com, la diferencia climática implicará 1 punto adicional de crecimiento sobre el PIB. El cálculo completo es que solamente el complejo oleaginoso exportará en el año próximo 25.500 millones de dólares, 5200 millones más que los previstos para 2012, un 25,3 por ciento adicional. A este diferencial contribuirá la previsión de precios record también motivada por razones climáticas, como lo es la mayor sequía en el último medio siglo de Estados Unidos, el mayor productor mundial. Se estima que este monto adicional equivaldrá al 30 por ciento de la mayor oferta de divisas que se esperan para todo el año próximo, un alivio a la escasez.
A la mayor oferta de dólares ayudará también el cambio de tendencia en la economía internacional, especialmente en Brasil, lo que recompondrá la demanda de la industria automotriz y mantendrá alejados los temores sobre un potencial desequilibrio del balance comercial. Para Estudio Bein, el aporte combinado de mayor cosecha y recomposición automotriz podría llegar, por sí sólo, hasta 2 puntos adicionales de crecimiento sobre el PIB. Luego viene el efecto multiplicador. La abundancia de agrodólares contribuirá indirectamente a la expansión automotriz, deficitaria en divisas por su alta composición de insumos importados. A la vez, la mayor dinámica de estas dos actividades impactará sobre el conjunto de la economía real, en tanto que la inyección de pesos para comprar los dólares ingresados serán un factor dinamizador adicional. Con multiplicador, el crecimiento adicional llegaría al menos a 5 puntos del PIB.
Las previsiones positivas podrían tener un costado negativo, pero a diferencia del cambio de tendencia en el crecimiento, menos mensurable. Se trata del riesgo de que la bonanza relaje la visión de la necesidad de cambios estructurales. Entre funcionarios acostumbrados a actuar sobre la marcha, el crecimiento por viento de cola climático puede llevar al olvido transitorio de la urgencia de impulsar las transformaciones en materia de complejización industrial y sustitución de importaciones, aunque también puede ocurrir que se aprenda la lección de 2012. Mientras tanto, y por unos cuántos años más, habrá que seguir manteniendo un ojo en la tierra para ver los indicadores y otro en el cielo para ver si llueve
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