ENFOQUE › LOS COMPONENTES DEL CRECIMIENTO
› Por Claudio Scaletta
Una de las principales preocupaciones de economistas y políticos, con distinto énfasis según gustos e ideología, es el crecimiento. Desde la economía importa porque se trata de un prerrequisito para el desarrollo, desde la política porque permite la redistribución del ingreso manteniendo a raya el conflicto social, un dato clave para ganar elecciones. Como ejemplo basta recordar que la peor elección del actual gobierno fue en 2009, su año más flojo en materia de expansión del PIB.
En la economía local el crecimiento depende de tres factores principales: la cosecha de oleaginosas y cereales, la demanda de autos de Brasil y las acciones del gobierno empujando, o no, los componentes de la demanda agregada; la suma del consumo más la inversión, pública y privada, y el saldo del comercio exterior. El primer factor depende de los azares climáticos, el segundo es un dato exógeno y el tercero presenta límites muy precisos. Con estos tres elementos, cosecha, Brasil y manejo de la demanda, es posible analizar lo sucedido en los últimos años y proyectar lo que vendrá.
Empezando de atrás para adelante, el largo plazo del actual régimen de acumulación fue determinado por el manejo de la demanda. Las exportaciones, contabilizando los buenos precios internacionales de las commodities, ayudaron a salir del pozo de las inmediata posconvertibilidad y generaron la abundancia de divisas que posibilitaron las decisiones políticas, tanto de reducir el peso del endeudamiento como de acumular el reaseguro de reservas internacionales. A la vez se decidió mejorar el resto de los componentes del ingreso: el consumo y la inversión. El proceso fue acompañado por la mejora de los salarios medidos en dólares, primero impulsada por el gobierno y luego, tras la recuperación del poder de los trabajadores a medida que se redujo la desocupación, por las paritarias. La expansión a tasas muy altas fue posible en tanto el superávit de la cuenta corriente fue abundante. En el presente, este margen es menor y algunos economistas prevén que la restricción llegó para quedarse. Históricamente de situaciones de restricción similares se salió “vía precios”; es decir, mediante fuertes devaluaciones que mejoraban las cuentas públicas, bajaban salarios y reducían importaciones. Menos cierto es que aumentaran las exportaciones. Las ventas externas demostraron ser inelásticas, en términos de cantidades, respecto del nivel del tipo de cambio.
La opción actual del Gobierno parece ser no volver hacia atrás lo ganado en materia de distribución del ingreso, mantener los salarios en dólares y asumir que el ajuste se dará “por cantidades”, es decir, con una tasa de crecimiento más baja que, por ejemplo, la del período 2003-2008.
Las previsiones sobre lo que vendrá son variadas, pero lo que va del año muestra que los ajustes salariales estarán lejos de alcanzar los niveles nominales de años anteriores, dato que junto a las políticas de precios ya se reflejan en un freno a la inflación. Lo más probable es que el consumo se mantenga en los niveles actuales o crezca levemente y que, frente a un año electoral, aumenten el Gasto y la inversión pública. Dicho de otra manera, en 2013 el margen del manejo de la demanda para impulsar el crecimiento será relativamente escaso. El consenso entre los economistas profesionales, léase “las consultoras”, es que del manejo de estas variables podría surgir una expansión en torno de dos puntos del Producto. El dato positivo, mirando la historia, es que no se retrocederá. La diferencia en materia de crecimiento, entonces, vendrá por el lado de la cosecha y Brasil.
Luego de crecer al uno por ciento en 2012, se proyecta que Brasil, mediante una política fiscal expansiva, crezca al 3 o 3,5 por ciento este año. El vecino país es el receptor de cerca del 90 por ciento de las exportaciones de la industria automotriz local, sector con efecto multiplicador en el agregado de las manufacturas industriales. No es la panacea, pero alcanza para que el sector automotor, deficitario en divisas, probablemente alcance en 2013 un nuevo record de producción.
Finalmente está el yuyito salvador, la soja, de la que habrá ocho millones de toneladas más que el año pasado (48,5 millones), pero también el resto de las oleaginosas y los cereales, en particular el maíz (25 millones de toneladas). Tras la pobre performance de la campaña 2011/12, “la cosecha” sumará este año cerca de 110 millones de toneladas. Esto se traducirá en dólares abundantes que darán tranquilidad por lo menos hasta pasada la mitad del año, es decir hasta las vísperas de las primarias. En conjunto el factor Brasil más cosecha llevarán el crecimiento del Producto a alrededor del cuatro por ciento.
El número esperado es bueno, pero modesto. Indica probablemente el fin de la expansión a tasas chinas de años anteriores y el inicio de una nueva etapa de crecimiento lento. Tiene también un gustillo amargo. A pesar de los años de fuerte expansión la economía no logró superar su dependencia del devenir del agro pampeano.
En adelante, volver a tasas de crecimiento elevadas demandará otro tipo de intervención del Estado, con más planificación hacia una industrialización sustitutiva selectiva, algo fácil de enunciar y difícil de lograr, y políticas de inversión pública mucho más agresivas. Mientras ello no suceda habrá que seguir prendiendo las dos velas de siempre, una a san Clima y otra a san Brasil
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