Domingo, 7 de julio de 2013 | Hoy
ENFOQUE
Por Carlos Andrés Ortiz *
La capacidad de creación de mitos incoherentes y de instalación de ideas fraudulentas parece ser ilimitada por parte del ecologismo fundamentalista. Si bien la aceptación por parte de personas poco informadas o no especialistas en el tema tiene que ver con la repetición –que es una táctica clásica de esas acciones propagandísticas de esos sectores– y con la “edulcoración” de los mensajes, los datos crudos de la realidad permiten refutar con solvencia los tergiversados mensajes, originados e instalados por las transnacionales del ultraecologismo.
Pero como los datos de la realidad no “venden” (pues no suelen estar envueltos en escándalos ni en formatos de “ecoterrorismo”), no cuentan con los soportes mediáticos y los generosos presupuestos publicitarios, que tienen a disposición las transnacionales ecologistas y sus apéndices locales. Es necesario destacar las bien fundamentadas noticias que contradicen las mentiras institucionalizadas por aquellas ONG y sus múltiples métodos de cooptación de mentes y voluntades. Uno de esos clichés dice “no se hacen presas hidroeléctricas en zonas tropicales”, con la variante según la cual “no se deben hacer presas hidroeléctricas en zonas tropicales”. Para intentar sostener el endeble argumento citan informes... producidos por las mismas ONG ultraecologistas, o por “científicos” vinculados con ellas.
Pero el caso es que además de las 48 nuevas presas hidroeléctricas en la cuenca del Amazonas (pleno trópico) que Brasil tiene proyectadas construir casi de inmediato, ahora se supo que Ecuador proyecta ocho hidroeléctricas, para alcanzar a cubrir el 93 por ciento de su matriz eléctrica con hidros. Con eso ahorrará dos millones y medio de dólares por día, disminuirá el consumo de hidrocarburo, y las importaciones de electricidad de Perú y Colombia. Por supuesto, también tendrá considerables economías ambientales, al evitar la polución producida por la quema de hidrocarburos. ¿No saben hechos tan elementales, los fervorosos activistas antirrepresas, que dicen ser “ecologistas”? Cabe agregar que se siguen construyendo numerosas nuevas centrales hidroeléctricas en todo el mundo, excepto donde no hay agua y pendientes utilizables, y en los lugares donde ya construyeron todas las hidroeléctricas posibles, como en Estados Unidos, Europa y Japón.
Otro dato muy interesante es que en Ecuador se construye una “gran” central solar, de 998 KW (poco menos de 1 MW), con lo cual, esa potencia y el bajísimo rendimiento de la misma en energía se volcará a la red pública, pero en volúmenes tan insignificantes que literalmente ni moverán la aguja. Esto tiene que ver con otro mito instalado por los ecólatras, quienes presentan a las eólicas y solares –paradigmas de las “renovables”– como “las grandes soluciones” a los requerimientos energéticos, lo cual es falso; pero esa falsedad es tapada con montañas de información basura.
Un tercer mito o falsedad conceptual institucionalizada es excluir de las energías renovables a las hidroeléctricas, excluyeron a las hidros de más de 30 MW de la categoría de energías renovables. ¡Y en Argentina ese disparate tiene fuerza de ley (26.190)! Pero lo destacable de Ecuador respecto de las llamadas “renovables” (eólicas, solares y similares) es que las reglamentaciones vigentes establecen que la generación de esas fuentes no puede superar el seis por ciento de la energía eléctrica producida en el hermano país. Esa saludable limitación impuesta por las autoridades energéticas ecuatorianas tiene que ver con las alteraciones de tensión, voltaje y de variaciones armónicas que las “renovables” causan en los sistemas eléctricos si no son estabilizadas por centrales eléctricas convencionales. Pero contra toda lógica técnica, algunas ONG de corte ultraambientalista proponen para Argentina tender a una incoherente y teórica matriz eléctrica preponderantemente abastecida por solares, eólicas y similares, lo cual no tiene ninguna sustentación técnica ni económica factible.
En España, el ministro José Manuel Soria se quejó de los serios problemas presupuestarios que les ocasionan los elevados subsidios que “generosamente” fueron implementados para montar muchas usinas eólicas y solares, las cuales no sólo son ineficientes, sino también muy costosas por KWh. Eso se suma a anteriores y bien fundamentadas críticas, que las presiones de las ONG ultraambientalistas se ocuparon prolijamente de ocultar, impidiendo que trasciendan.
Por supuesto que en el marco real de fuerte crecimiento de la demanda eléctrica, Argentina necesita apelar a todas las fuentes de generación, pero cada una de ellas en función de sus características técnicas. Y esas características definen que las eólicas, solares y otras son únicamente energías complementarias, no teniendo el rol de “alternativas”, pues no pueden reemplazar a las usinas convencionales, bases de cualquier sistema eléctrico. Lamentablemente, las presiones ejercidas por las campañas de las ONG ultraecologistas han conducido en este momento a una virtual parálisis en el plan hidroeléctrico argentino, a punto tal que en este momento nuestro país sólo tiene una central hidroeléctrica en construcción: Punta Negra, en San Juan. Chihuido I, previamente achicado por imposiciones “ambientalistas”, no puede salir de la maraña de interminables prerrequisitos “ambientales”. Esperemos que pronto comiencen las dos grandes hidros en el río Santa Cruz, y que se destraben las acciones para seguir construyendo otros proyectos largamente postergados, de forma tal que podamos disponer de la energía que con seguridad necesitamos, sin tener que quemar toneladas de petróleo y millones de metros cúbicos de gas natural; ambos tipos de hidrocarburos que son recursos no renovables, caros y contaminantes
* Investigador de temas económicos y geopolíticos. Ex investigador y docente Facultad de Ciencias Económicas UNaM.
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