Dom 27.07.2014
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ENFOQUE

Desgracias juntas

› Por Claudio Scaletta

La importancia de los indicadores económicos no es la misma para todo tiempo y lugar. De acuerdo al focus group que atiendan primero, algunos pueden creer que el dato más importante del presente es la inflación, o el tipo de cambio, o el crecimiento del PIB. Nada de eso: el dato macroeconómico más relevante en tiempos de restricción externa es el saldo de la cuenta corriente del balance de pagos y, en particular, el superávit comercial. Sucede que el nivel de crecimiento depende de este excedente. Ello se debe tanto a que las exportaciones son un componente de la demanda agregada, como a que posibilitan las importaciones de bienes y servicios. Se trata de algo que no necesita mayor explicación. Las exportaciones son la principal fuente genuina de ingresos de divisas. Otras fuentes son la inversión extranjera y el endeudamiento. Esos ingresos son los que determinan cuánto se puede importar y estas compras retroalimentan o ponen un techo, según para cuánto alcance, al crecimiento del PIB. Por ejemplo, si una industria altamente dependiente de insumos importados no puede importar, la industria se frena, si los dólares escasean no se puede sostener el tipo de cambio y si ello ocurre los precios internos se disparan. Así, en momentos de restricción externa, como el presente, todas las demás variables quedan automáticamente subordinadas.

No está claro en qué medida el Gobierno tenía previsto el amañado fallo del Poder Judicial estadounidense. Quizás haya sido un problema de foco. Mientras se resolvían con urgencia las situaciones del Ciadi, Repsol y Club de París para intentar reabrir los mercados de capitales, probablemente no se tuvo en cuenta –era difícil preverlo en un contexto racional, aunque no de poder– que todo podía caerse ante un escenario adverso en las Cortes de Washington y Nueva York. Pero lo peor ocurrió y transformó radicalmente el escenario. La estrategia de administrar la restricción externa con ingreso de capitales se volatilizó. En los plazos que le restan a la actual administración no existe más, tanto si se paga sin chistar a los ganadores de la sentencia estadounidense, lo que podría terminar con la Presidenta y el ministro de Economía presos, ya que podría activar la cláusula RUFO, como si no se llega a ningún arreglo, lo que dará lugar a la novel y temida “cesación de pagos judicialmente inducida”.

En consecuencia, la discusión a partir de ahora no es si el fin del mundo adviene o no, sino cómo sigue la economía sin la esperanza de las divisas financieras y con otras divisas en baja. Todos saben cómo se soluciona el problema en el largo plazo, pero en el corto es distinto. Las presiones comenzarán a sentirse muy rápidamente en un punto muy sensible: la cotización del dólar paralelo, lo que ampliará la brecha con el oficial y generará nuevas presiones devaluatorias e inflacionarias. Sería absurdo creer que Economía no tiene un plan para enfrentar esta situación anunciada. Por lo pronto, el swap por el equivalente a 11 mil millones de dólares con China para reforzar las reservas del Banco Central es parte del camino.

Una segunda cuestión, en la que no acuerdan los especialistas, es el impacto real que el default judicial puede tener en las inversiones energéticas, sector que en 2014 tendrá un déficit que rondará los 12.000 millones de dólares como mínimo. Acordar con Repsol no tendría que haber sido en vano. Las petroleras son empresas que no trabajan solamente bajo reglas suizas, sino acostumbradas a operar en los países más conflictivos del mundo. Más allá de las presiones del poder financiero, saben que Argentina puede garantizar el cumplimiento de los contratos. Pero será necesario estar atentos. Las necesidades locales de reducir el déficit energético junto a las presiones financieras pueden llevar al intento de establecer cláusulas abusivas. El peor escenario no es el de la ausencia de inversiones, sino el de una demora. Aquí se introduce también el factor político interno, pues será necesario resolver la nueva legislación que ya provoca tensiones con las provincias que integran la Ophephi, en particular con Neuquén y Chubut, las que tienen más para renunciar frente a una gestión centralizada.

Y en tercer lugar, como las desgracias no vienen solas, un factor inesperado; la súper cosecha prevista en Estados Unidos bajó el techo del precio de la soja, lo que impactará en el ingreso de divisas para el resto del año, un costo asociado a la lenta diversificación de la matriz exportadora local, que se mantiene dominada por commodities.

Pero así como hay lupa y Precios Cuidados para comercio interior, también es necesario observar lo que pasa con el comercio exterior. Algunos indicadores son, al menos en principio, sospechosos. Y sin afinar tanto la mira. De acuerdo a los datos del Intercambio Comercial Argentino (ICA) difundidos esta semana, durante el primer semestre del año las exportaciones cayeron el 10 por ciento y las importaciones el 8 por ciento, el saldo, básicamente por los menores volúmenes exportados declarados, se redujo el 28 por ciento. La caída de las importaciones se explica por la doble causa de las restricciones y la menor actividad económica. Más difícil es explicar la baja de las ventas externas. Se entiende, por ejemplo, el menor dinamismo del sector automotor, pero menos el 31 por ciento de caída en Productos Primarios, una baja que no puede explicarse ni por precios ni por malas cosechas y que, dado el contexto de desdoblamiento cambiario, permite sospechar subfacturación. Dada la escasez de divisas, estas puertas de escape deberían estar cerradas. El problema para el investigador es que, a diferencia de lo que ocurría hace algunos años, hoy no es posible acceder públicamente a la información detallada sectorial del comercio exterior.

La caída del precio de la soja por la súper cosecha que se espera en Estados Unidos, pero también por la buena oferta del hemisferio sur, significa problemas de ingresos de divisas hacia adelante. La consultora Ecolatina calculó una baja global de ingresos en este rubro de 1500 millones de dólares para todo 2014, con 500 millones menos de ingresos fiscales. El balance es de escasez crónica de divisas y demanda hacia adelante una política integral más urgente que la misma negociación con los buitres

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