ENFOQUE
› Por Claudio Scaletta
Poco antes de su muerte, temprana, en 1983, el reconocido físico y tecnólogo Jorge Sabato, gran pensador de las interacciones entre los gobiernos, el mundo científico y las empresas, dinámica plasmada en su célebre “triángulo”, definió a la firma Invap como un modelo real de aquello que había caracterizado teóricamente como una “fábrica de tecnología”. Para un economista interesado en el desarrollo, en cambio, el caso Invap funciona como un tipo de fábrica muy distinta: una “fábrica de preguntas”, tanto teóricas como de política económica. En particular, invita a pensar si esta experiencia no podría ser modélica en múltiples dimensiones.
En tanto “fábrica de tecnología”, Invap genera un tipo de conocimiento que no se toma sólo del mundo científico, sino que es especialmente empírico. Este conocimiento aplicado se traduce en la producción de bienes y servicios. Si las preguntas se recortan solamente al momento de la producción, se destacan algunas tareas ya descriptas abundantemente por las teorías de la organización industrial, especialmente el “aprender haciendo” (learning by doing) y todos los procesos eminentemente tácitos del desarrollo tecnológico. Si las preguntas se trasladan al contexto de un país todavía lejos de completar su revolución industrial, aunque en el siglo XXI quizá sea mejor hablar de cierre de brecha tecnológica, la empresa rionegrina sirve de demostración de que no se necesita pertenecer a un país central para producir competitivamente bienes de alta tecnología.
Las preguntas de la economía no se agotan en el desarrollo tecnológico y la organización industrial y conducen de lleno a las principales controversias teóricas. Bajando a la coyuntura nacional, la pregunta fundamental es por qué es posible fabricar de manera autónoma y competitiva satélites, radares y reactores nucleares, pero al mismo tiempo solo se tienen armadurías o semi armadurías en sectores como electrónica y automotor. La pregunta contiene una intuición: por detrás de estas disparidades seguramente existen cuestiones modélicas que, con miras a la futura transformación de la estructura productiva, es indispensable desentrañar.
La microeconomía ortodoxa sostiene que, para que una empresa invierta, deben darse condiciones de mercado favorables para la oferta de bienes, por ejemplo, una buena “provisión de factores”: oferta abundante de mano de obra capacitada, crédito barato y bajos impuestos, con nula o casi nula injerencia estatal en el mundo de la producción privada. No es así como creció Invap y tampoco ninguna actividad industrial nueva en el mundo. La firma no se desarrolló porque se combinaron condiciones favorables para la oferta de sus productos, lo que motivó a un conjunto de emprendedores, originalmente científicos, a tener la idea genial de que podían ofrecer productos competitivamente. La empresa se organizó en torno a la existencia de una demanda específica, sea de un reactor, un satélite o radares, y a la decisión política del Estado Nacional de que la provisión debía ser satisfecha localmente. No se trata de ideas trasnochadas de un nacionalismo periférico, como sugieren los economistas neoliberales, sino de lo mismo que hacen las economías más avanzadas del planeta: utilizar el poder de compra del Estado para financiar el desarrollo de una industria propia. Es el caso del poderoso complejo estatal militar industrial estadounidense, pero también, con prescindencia de sus matices, de todos los procesos de industrialización tardía, desde China y Japón hasta Corea y todo el sudeste asiático.
La primera conclusión provisoria, entonces, es que resulta deseable y necesario tener buenas políticas de ciencia y técnica, pero la clave para el desarrollo es una macroeconomía heterodoxa con un Estado empujando la demanda, para dar volumen a los mercados, y utilizando políticas de compre nacional para desarrollar sectores específicos.
Luego está la cuestión de la propiedad en el marco de lo que podría denominarse “riesgo geopolítico”. El carácter estatal de los medios de producción no es un debate de época. Sí puede serlo, en cambio, la propiedad estatal de empresas testigo en sectores clave. ¿Qué significa para Invap ser una empresa ciento por ciento propiedad del Estado rionegrino? El primer punto a considerar es que funciona “como si” fuese una empresa privada, es presupuestariamente independiente, no recibe subsidios y, si bien tiene tres directores estatales, la política nunca fue un condicionante. A la vez, ser propiedad de un Estado provincial la blindó, en las malas épocas, de los avatares de la política nacional. Nunca fue incluida, por ejemplo, en ningún paquete de privatizaciones. Pero si bien funciona como una firma privada, su carácter público le da dos ventajas: la primera es que reinvierte el 85 por ciento de sus utilidades; la segunda, mucho menos visible, se relaciona con el contexto geopolítico. Dado el peso de las grandes firmas multinacionales en la conducción de la economía global, es altamente probable que si Invap hubiese sido privada hubiese sido absorbida por capitales extranjeros.
El mismo razonamiento puede hacerse a la inversa. En el país existen otras empresas tecnológicas, pero de propiedad privada, que a lo largo de su desarrollo fueron favorecidas tanto por políticas crediticias especiales como por la inversión pública en el sistema nacional de innovación. Un caso paradigmático, en el área biotecnológica, podría ser Biosidus. Nada garantiza que esta firma no pueda ser vendida en algún momento a una gran farmacéutica multinacional, lo que a nivel agregado equivaldría a la pérdida de capacidades adquiridas.
Luego están los casos no exitosos citados al comienzo: las armadurías. No se repetirá aquí la explicación de los ciclos de expansión del PIB y llegada a la restricción externa, pero es claro que la continuidad del crecimiento con inclusión demanda, inevitable y necesariamente, resolver este problema cíclico de la economía. Cabe preguntarse entonces si para la continuidad de un proceso de desarrollo el modelo Invap no podría reproducirse en los sectores más deficitarios en divisas que demandan un aumento urgente de la composición local de partes y piezas. Incluso desde una perspectiva ortodoxa cabe preguntarse si los altos costos que hoy pagan los consumidores locales por vehículos y electrónicos no podrían financiar desarrollo sectorial y procesos de aprendizaje en la sustitución de importaciones mediante empresas estatales testigo, antes que engrosar la renta de multinacionales automotrices o cadenas de comercialización de electrodomésticos.
Finalmente están los sectores nuevos y las políticas regionales. El modelo Invap podría ser clave en la provisión de equipos para la explotación de hidrocarburos no convencionales, lo que podría convertir al nicho petrolero de la Norpatagonia, centrado en las formaciones de Vaca Muerta y Los Molles, en un clúster energético e industrial con futura capacidad exportadora
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