ENFOQUE
› Por Claudio Scaletta
El acuerdo para el pago a los fondos buitre no es una acción de gobierno aislada, sino la consolidación de un cambio de régimen económico que conduce a un nuevo ciclo largo de endeudamiento y de pérdida de grados de libertad de la política económica. Funcionarios, economistas, legisladores y gobernadores repitieron a coro que la nueva maravilla, gracias a la entrada de capitales y nuevo endeudamiento, permitirá morigerar el ajuste fiscal al que obligaría la pesada herencia recibida. Esta idea, que se repite acríticamente, se basa en un grave error conceptual: prácticamente ninguno de los gastos que contribuyen al déficit fiscal es un gasto en divisas. Se matiza entonces que, en realidad, la deuda futura servirá para financiar obras de infraestructura. Otra vez: el grueso de los costos de las obras de infraestructura se abonan abrumadoramente en pesos.
Lo que sorprende, entonces, es que semejante falacia conceptual corresponda exactamente al núcleo de la política económica de la Alianza PRO. Al juzgar por el generalizado descontrol de las variables macroeconómicas podría entenderse como un dato más de la impericia de los hacedores de política recién llegados. Sin embargo, los principales actores sociales dan por sentada la falacia según la cual “más deuda es igual menos déficit fiscal”. Se entiende que el razonamiento seduzca a un gobernador de provincia, que sabe que la deuda, en pesos o en divisas, es la única manera que tiene para tener más recursos. Pero no es el caso del Estado Nacional que, a diferencia de una provincia; o de “una empresa” o “una familia”, como le gusta graficar a los contadores, tiene la facultad de imprimir su propia moneda. Y dado que el dinero es deuda; un medio de pago, pero también una promesa de pago, por esa vía tiene también la capacidad de movilizar recursos. Recuérdese también que la cantidad de dinero de la economía no es sólo el papel moneda “emitido”. Hay muchísimas formas de creación de medios de pago, empezando por los créditos bancarios.
Por todo esto en la actual coyuntura es fundamental formularse dos preguntas que en realidad son las dos caras de la misma: para qué necesita dólares la economía y para qué no los necesita.
Los países necesitan moneda extranjera para cuatro fines principales: solventar importaciones, pagar deuda externa, remitir utilidades al exterior y formar ahorros en divisas.Todo el resto de los gastos de la economía se realizan en pesos.
Buena parte de la oferta de bienes y servicios que demanda la economía posee componentes importados o son directamente productos del exterior. Esto significa que si la economía (el Producto) crece, también se expande la demanda de productos importados, sean bienes de capital, intermedios o finales. Una forma muy simple de entender este proceso es pensar que si el ingreso aumenta como resultado del crecimiento, entonces habrá más consumo de por ejemplo autos, motos, electrodomésticos y energía, todos productos que tienen componentes importados. Si los dólares para adquirir esos componentes no están, entonces la economía simplemente se frena. No es una decisión, es una restricción.
A este fenómeno se lo conoce como Restricción Externa (RE): Si no se transforma la estructura productiva para reemplazar importaciones y aumentar exportaciones, llega un momento en el que, sin entrada adicional de capitales, ya no es posible crecer. Frente a la aparición de este fenómeno resulta legítimo tomar deuda en divisas. Una vez obtenidas el camino lógico es destinarlas a alejar el momento de la reaparición de la RE, es decir; para subir el techo del crecimiento. Dicho de otra manera, usar el endeudamiento para financiar un plan de desarrollo que sustituya importaciones y/o aumente exportaciones. Cualquier otro fin postergará el problema o, peor, bajará el techo acelerando la reaparición de la RE.
Comprendidas las razones para las que puede ser necesario tomar deuda externa puede entenderse también para qué no se la necesita. El argumento principal de la Alianza PRO es que los dólares se necesitan para financiar déficit presupuestario. Conviene acercar la lupa: la solución contable (no la económica) del déficit fiscal es simple: aplicar un ajuste, aumentar los ingresos y reducir los gastos. Sin embargo, desde sus primeras medidas el nuevo gobierno no hizo más que agravar estructuralmente la situación de los ingresos eliminando y recortando las retenciones a las exportaciones en favor del sector agropecuario y minero. Por el lado del gasto, inició un proceso de reducción de subsidios a los servicios y de poda del empleo público. Aun así el déficit continúa, una situación que se agravará por la contracción del PIB, que es la causa económica (no la contable) de los déficit fiscales en cualquier economía del planeta.
Ahora bien, ¿podrían los dólares financiar el déficit fiscal? La respuesta es no, porque los gastos que provocan el déficit fiscal son en pesos, no en moneda dura. Los gastos corrientes como el pago a los agentes, desde maestros a policías y funcionarios, o el mantenimiento de la infraestructura, son en pesos y no integran ninguno de los cuatro componentes de la demanda de divisas. Lo mismo corre para la inversión pública todavía no detallada, como las obras de infraestructura. Aunque un reactor nuclear o una turbina eléctrica tengan componentes importados, no son estas las obras que se están proponiendo, sino rutas y gasoductos, que se financian casi completamente en pesos. Incluso desde la perspectiva de la economía ortodoxa el endeudamiento tampoco evita que aumente la cantidad de pesos. Una vez ingresados los dólares al país, el tesoro nacional o los provinciales, según quien toma la deuda, los entrega en el Banco Central a cambio de moneda local para pagar sus gastos. Sin embargo, no existe ninguna regla que diga que hay que tener dólares para emitir pesos. El Estado nacional tiene soberanía monetaria.
Resulta más probable, entonces, que endeudarse sirva en realidad para otros fines, como aportar a la estabilidad macroeconómica vía reducir la inflación anclando el tipo de cambio, lo que sólo se consigue con entrada de dólares, a la vez que financiar distintas formas de salida de capitales, como la remisión de utilidades y la dolarización de carteras.
La primera síntesis es que la economía local no presenta ninguna urgencia en sus necesidades de endeudamiento en divisas, el que sólo debería generarse en el marco de procesos deliberados de transformación de la estructura productiva para alejar la RE en ciclos de crecimiento del PIB. La segunda síntesis descarta que tal endeudamiento guarde relación alguna con la morigeración de procesos de ajuste fiscal, la principal extorsión de los funcionarios de la nueva administración
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