ENFOQUE
› Por Claudio Scaletta
Recientemente falleció uno de los hombres más ricos del país, el petrolero Carlos Bulgheroni. Los grandes empresarios –no es un descubrimiento– son una suerte de fetiches de las sociedades capitalistas, una tradición que se remonta en el imaginario hasta el mismísimo rey Midas y a la que, en tiempos más recientes, contribuyo profusamente J. A. Schumpeter. La economía política clásica ya les había dado el lugar de “hacedores de la sociedad” y Karl Marx admiraba el potencial transformador de los empresarios como clase. No fue extraña, entonces, la sumatoria de comentarios elogiosos que se multiplicaron en la prensa de todos los colores sobre el fetiche perdido. La foto mítica entre talibanes negociando un posible gasoducto le ganaron a Carlos el mote de “audaz”, el adjetivo más repetido en los títulos de los obituarios. Y si las andanzas en países remotos resultan insuficientes, basta recordar las estructuras societarias. La familia Bulgheroni es propietaria de la petrolera Bridas junto con la china Cnooc. Bridas y BP, ex British Petroleum, son a su vez dueñas de PAE, Pan American Energy, con sede en la guarida fiscal de Delaware y con subsidiaria local. Esta foto de sólo una sociedad petrolera resume la naturaleza esencialmente transnacional del capital que conduce la economía local y es un dato central a la hora de pensar el desarrollo.
A diferencia de los hombres, vulgares unidades de carbono según Isaac Asimov, las sociedades anónimas, saltando ahora a la caracterización del futurólogo Alvin Toffler, son “seres inmortales”, que trascienden la vida biológica de sus accionistas. Luego, el dato de que la inmortal PAE Argentina sea una firma emisora en la Comisión Nacional de Valores permite a las unidades de carbono, como quien escribe, hurgar en sus balances y obtener una segunda foto, esta vez; una proyección de los efectos de la política económica en el mercado petrolero local.
Según el balance cerrado el 30 de junio, auditado por KPMG, durante la primera mitad del año PAE Argentina tuvo una ganancia operativa de 3923 millones de pesos, los que luego de intereses e impuestos se redujeron a una ganancia neta de 1807 millones, 101 por ciento más que un año antes, cuando se registraron 899 millones. El lector seguramente pensará que semejante diferencia porcentual responde parcialmente a la devaluación. Sin embargo, por normativa internacional los balances se realizan en dólares y luego se convierten a pesos, lo que lleva a sumar por separado el diferencial por tipo de cambio, lo que dispara los resultados de los primeros seis meses de 2016 hasta 10.348 millones de pesos o 693,56 millones de dólares, contra 3145 de la primera mitad de 2015 o 346,12 millones de dólares (tomando para ambos casos el nivel de tipo de cambio del final de cada período). Dicho de otra manera, en la primera mitad del año PAE gano 229 por ciento más en pesos o 100 por ciento más en dólares que en igual período de 2015. Un destino más ubérrimo que el observado para el conjunto del sector.
Pero a pesar de la contundencia de estos números importan las conclusiones cualitativas. El primer paso es preguntarse por qué la petrolera duplicó sus ganancias en moneda dura. Lejos de cualquier salto de productividad o eficiencia operativa, las razones fueron principalmente tres y todas dependientes de decisiones de política: 1) la devaluación, 2) los nuevos precios del gas en boca de pozo y 3) los subsidios al barril criollo.
El primero punto no demanda mayor explicación. El segundo representa el núcleo duro de la política sectorial de la Alianza PRO. Las resoluciones dictadas por el Ministerio de Energía y Minería el pasado abril prácticamente duplicaron el precio que recibían las productoras por el gas en boca de pozo o PIST, es decir en el punto de ingreso al sistema de transporte”, el que fue llevado a partir del 1° de abril de 2,6 dólares el millón de BTU a 4,72. Sin embargo, en sus balances PAE calculó que el promedio de sus ingresos por gas natural con destino a usuarios residenciales, comerciales, estaciones de GNC y generación eléctrica se incrementó el 30 por ciento en el segundo trimestre con respecto al primero. Si bien los nuevos valores fueron posteriormente anulados por vía judicial, el Plan del gobierno, de acuerdo a los documentos preparados con miras a la Audiencia Pública del próximo viernes 16, es recuperar y superar estos precios en boca de pozo, primero llevándolo a 3,42 dólares ya desde el 1° de octubre y luego aumentando semestralmente hasta los 6,78 dólares en octubre de 2019. El valor del shock del pasado abril se alcanzaría recién en el mismo mes de 2018. Desde la perspectiva de las petroleras no parece un mal negocio.
El tercer punto es el “barril criollo”. A los mayores precios que las empresas reciben en el mercado interno en relación al bajo valor internacional del presente se suma, en el caso de PAE, 14 dólares adicionales por cada barril de petróleo exportado. El grueso de la producción de la firma proviene del megayacimiento de Cerro Dragón en el sur de la provincia de Chubut. Aquí obtiene 10 dólares por barril criollo, 7,5 aportados por Nación y 2,5 por la provincia, y alrededor de 4 dólares por exportación por puerto patagónico. Solo por el primer ítem el balance de PAE mostró ingresos en la primera mitad del año por 393 millones de pesos adicionales. El precio diferencial para el barril local, un estímulo a la producción para la exportación, fue una política iniciada por el gobierno anterior para evitar el desplome de la actividad por la baja de precios, pero el aumento registrado por las ganancias de firmas como PAE, que no tuvo contrapartida ni en el sostenimiento del empleo ni en la inversión en exploración –cero en el semestre según el balance– pone en duda su legitimidad.
La primera conclusión es que el audaz Carlos Bulgheroni, unidad de carbono, ya no está, pero la inmortal PAE, gracias a las audaces transferencias de la mano visible del Estado, sigue generando ganancias fabulosas.
La segunda, más compleja, es el riesgo de extrapolar al conjunto de la actividad los resultados contables de PAE. El objetivo del Ministerio de Energía y Minería en materia petrolera es la confluencia de los precios locales con los internacionales, lo que parece atractivo en el presente para refinadoras como Shell y consumidores, aunque bastante menos para la producción no convencional, que podría paralizarse. Luego está el riesgo futuro si los precios internacionales vuelven a dispararse. En el medio, vía regalías y empleo, se encuentran los intereses convergentes de provincias productoras y trabajadores.
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