E-CASH DE LECTORES
Respecto del documento sobre energía del Plan Fénix publicado por Cash (domingo 2 de septiembre), se observa una acertada evaluación de la perspectiva actual, sus causas e implicancias presentes y futuras. No así respecto de las propuestas enumeradas para la corrección de esta instancia. Si bien se menciona aisladamente el papel necesario de la investigación de nuevas fuentes alternativas, sugerida en manos de las universidades y sectores sociales, el documento permanece en la preponderancia del ámbito de explotación de fuentes tradicionales, integradas en una red nacional. La Argentina es un país extensísimo, no sólo por sus dimensiones sino también por sus disímiles culturas y formas de organización social, por la variedad de recursos disponibles en cada región y, en fin, por el alcance que las decisiones del gobierno central tienen en cada rincón del país. Al parecer, el documento del Plan Fénix está orientado a la producción de energía para abastecer el consumo de los grandes centros urbanos y las necesidades de la industria. En este último caso, podríamos especular que se trata de una industria altamente contaminante: a mayor demanda de combustibles, mayor cantidad de desperdicios arrojados hacia el medio ambiente (¿Botnia?). Sin duda, la mayor parte del país posee características mucho más diversas y ricas en materia de provisión de energía y –lo que es más importante– en la manera en que esa energía, una vez utilizada, se deposita en la naturaleza. A modo de ilustración, el aprovechamiento de los vientos, energía solar, pequeños cursos de agua, utilización de la basura doméstica, son medios que están al alcance de muchas economías familiares, la mayor parte de ellas rurales, que podrían así alcanzar su autonomía energética, “desenganchándose” de la red nacional. Existen experiencias en países desarrollados donde el Estado recompensa a quienes “inyectan” energía al entramado nacional, a través de generación doméstica. Un país tan rico y variado en recursos naturales, y en las circunstancias actuales de debilitamiento de las fuentes tradicionales, no puede permanecer ajeno a la implementación de estos sistemas alternativos. En esa instancia, el rol de las universidades y ONG en conjunto con la sociedad no será tangencial sino primordial. Entonces podremos hablar seriamente de una verdadera redistribución de la riqueza.
Horacio I. Cohen
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