Dom 06.06.2004
cash

CONTADO

Generosidad y apuro

Por Marcelo Zlotogwiazda

Una opinión muy calificada sirve para abreviar y simplificar la evaluación sobre la nueva oferta que el Gobierno hizo el martes pasado para pagar la deuda externa defolteada. Uno de los negociadores argentinos de máxima jerarquía reconoció a esta columna: “La verdad es que la oferta es generosa”. Su sinceridad no hace más que confirmar la conclusión inexorable que puede extraer cualquiera que compare la propuesta de Dubai con lo anunciado esta semana. Por citar sólo dos de los cambios más relevantes: se van a pagar los intereses devengados que originalmente habían sido desconocidos (por la friolera de entre 18.200 y 22.900 millones de dólares), y las tasas de los bonos que se entregarán son bastante más altas que las planteadas en Dubai. Para sintetizar y traducirlo a números, lo que iba a ser una quita nominal del 75 por ciento será inferior al 60 por ciento, y lo que iba a ser una quita en el valor presente del flujo de pagos superior al 90 por ciento bajó al 75 por ciento. Si a esto último se lo presenta por la vía complementaria, resulta que en lugar de cobrar 10.000 millones de dólares a valor presente (10 por ciento sobre un capital de 100.000 millones) cobrarán 25.000 millones. Verdaderamente generoso. Por supuesto que la cortesía de admitir lo obvio no quita que se jacten de la valentía por la magnitud históricamente incomparable de la quita, pero más que eso, por los extensísimos períodos de gracia y plazos de pago para el capital.
¿Hacía falta tanta generosidad? La justificación oficial es que “necesitábamos apurar la oferta para evitar presiones aún mayores que las que teníamos, y porque consideramos imprescindible acelerar la salida del default para destrabar todo lo que eso complica, como por ejemplo el financiamiento externo de algunos proyectos y la apertura de cartas de crédito a la exportación”. Nadie puede saber contrafácticamente con cuánta menos generosidad hubiesen podido conseguir lo que buscaban. Ni tampoco el gobierno puede estar seguro de que las concesiones dadas alcancen para un acuerdo rápido y lo suficientemente generalizado como para considerarlo asunto acabado; ya hay quienes sospechan, y varios que reclaman, una mayor dosis de generosidad antes del apretón de manos y la rúbrica de firmas.
Lo que sí se puede dar por cierto es que en caso de que el acuerdo prospere bajo las condiciones planteadas el martes pasado, la economía argentina quedaría sometida por larguísimo tiempo a un esfuerzo fenomenal y, vale repetirlo, mayor al que suponía los términos de Dubai. De ahora hasta el 2010 el Estado nacional se compromete a generar un record histórico de superávit (equivalente al 2,7 por ciento del PBI) para pagar deuda, lo que implica una fortísima restricción fiscal para emprender políticas activas y prodistributivas. Claro que conviene no olvidar que la deuda externa que nacería con el eventual acuerdo es menos de la mitad que la que se sigue pagando porque no está en default; por ejemplo, los casi 35.000 millones de dólares que se adeuda a los organismos internacionales que se salvaron de toda quita. Con otras palabras, se calcula que durante los primeros años sólo 0,5 de los 2,7 puntos porcentuales de superávit primario comprometido corresponderían a la reanudación de los pagos por la porción defolteada, mientras que el resto es lo que ya se viene pagando.
En el gobierno no desconocen que la hipoteca que queda es pesadísima, pero argumentan que “es lo más liviano que podíamos pretender si queríamos un acuerdo rápido, y no es tan pesado como el 3,5 o 4 por ciento de superávit fiscal que llegó a pedir Anne Krueger”.
A diferencia de otras veces, en esta oportunidad –según coinciden fuentes de Casa Rosada y de Economía–, la decisión de ofrendar generosamente fue compartida por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna. El ministro le acercó la propuesta (en cuya elaboración tuvo un protagonismomuy ponderado por Economía el banco asesor Barclays), y el presidente la aprobó enseguida sin casi ningún retoque.
El generoso corrimiento desde el planteo de Dubai y la armonía entre Presidencia y Economía tuvo una precondición política. En el gobierno testearon cuál era el costo en términos de imagen y popularidad de flexibilizar la oferta original, y se encontraron con que la pérdida sería casi nula. Esto revela que, al igual que el gobierno, la sociedad confía en que se puede seguir creciendo y mejorando paulatinamente los indicadores sociales en simultáneo con un ajuste fiscal, tal como sucede en esta excepcional etapa de la postcrisis.
Si se trata de una esperanza con fundamento o apenas una ilusión lo dirá el futuro. De lo poco que al respecto la historia argentina enseña es que las obligaciones de excedentes presupuestarios asumidas no tienen precedentes.

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