CONTADO
Levantando la perdiz
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Cuentan que tres estadísticos van de caza cuando de repente una perdiz levanta vuelo. El primer estadístico dispara y el tiro sale desviado un metro a la derecha de la perdiz. El segundo estadístico también falla pero un metro a la izquierda. Llega el turno del tercero, que no dispara y comienza a exclamar en tono triunfal: “Lo logramos, lo logramos”. El viejo chiste circula bastante entre los economistas, que utilizan bastante la estadística para entender lo que pasó y para pronosticar lo que vendrá. Pero tal como sugiere el cuento, la estadística puede ser aplicada caprichosamente, y por ende los mismos datos bien pueden dar lugar a interpretaciones muy diferentes y, por supuesto, a pronósticos totalmente opuestos.
Algo de eso pasó el martes pasado entre dos economistas que en base a los mismos datos estadísticos del Indec pronosticaron resultados marcadamente distintos para la tasa de desocupación que la Argentina tendrá dentro de un año. Roberto Frenkel, ex miembro junto a Roberto Lavagna del equipo de Juan Sourrouille durante el alfonsinismo y actual investigador del Cedes, vaticinó durante un seminario organizado por la Fundación Crear que a fines de 2005 el desempleo habrá bajado a un dígito, lo que sería todo un éxito para la política económica. Le salió al cruce Alfredo Monza, experto laboral de la Organización Internacional del Trabajo, quien dijo que llevará bastante tiempo más perforar el piso del 10 por ciento. Amistosamente, Frenkel y Monza suspendieron el debate de la mesa que integraron jugando una apuesta que recién tendrá ganador entrado el año 2006, cuando se conozca la medición del último trimestre del año próximo. En definitiva, lo que ocurra con el empleo en el mediano plazo va a depender de cuestiones que se plantearon en las otras mesas del seminario que tuvo como propósito discutir la “Argentina después de la renegociación de la deuda”. Y en ese sentido, a pesar de que todos los expositores tienen afinidad con la política macroeconómica, se escucharon algunas voces de advertencia sobre puntos débiles y amenazas que acechan.
Daniel Heymann de la Cepal planteó que no tiene sentido definir si la estrategia de crecimiento tiene que ser liderada por el mercado interno o por las exportaciones: “Para que aumente la demanda interna se necesita más insumos importados y eso sólo se consigue si se exporta lo suficiente”.
Lo que fue complementado por su colega de institución Bernardo Kosacoff, quien se preguntó con preocupación: “¿De dónde van a salir los 10.000, 15.000 o 20.000 millones de exportaciones adicionales que se requiere para darle sustentabilidad al crecimiento?”. Kosacoff llamó a no obnubilarse por ciertas experiencias microeconómicas de conquista de mercados mediante exportaciones con valor agregado, y puso como ejemplos las válvulas de Rafaela, los vinos mendocinos, las cajas de cambio y las golosinas. En lo individual son todas exitosas, pero no alcanzan para modificar un patrón de exportación que “sigue estando muy dominado por los recursos naturales y algunos commodities industriales”.
Aunque al igual que los demás ponderó el manejo macro de Lavagna con sus superávit fiscal y comercial y el desprecio y desinterés del ministro por la llegada de capitales financieros de afuera, Kosacoff levantó la perdiz diciendo que “la capacidad instalada está agotándose”, y que si bien hay algunas fuertes inversiones –particularmente de pymes en algunos sectores como construcción, inmobiliario, turismo, agro, etc.– señaló que “el proceso de inversión de las grandes compañías todavía no ha llegado”. Por el contrario, según él, lo que está sucediendo es que muchas empresas han optado “por el atajo de la importación” en lugar de invertir para ampliar la capacidad de producción. Los últimos datos de comercio exterior parecen convalidar esa observación. Dentro de un panorama todavía muy holgado, las importaciones registraron en los primeros diez meses un fortísimo aumento del 65 por ciento, aunque en función de lo señalado es indispensable tener en cuenta que una porción considerable de las mayores importaciones son bienes de capital. De todas maneras, habría que analizar en detalle hasta qué punto se trata de verdaderos bienes de capital que se incorporan al proceso productivo, y en qué medida son en realidad bienes finales que por fallas metodológicas son clasificados como de capital (por ejemplo celulares y computadoras).
Lavagna reiteró el miércoles pasado durante el lanzamiento que él apadrinó de una asociación formada por empresarios del campo e industria denominada Cipec que está liderada intelectualmente por Aldo Ferrer, que la Argentina no va a especializarse en bienes basados en salarios baratos. Lo que no queda claro luego de un año y medio de kirchnerismo y dos años y medio de lavagnismo es la definición por la positiva. Como muy nítidamente lo tiene definido la mayoría de los países capitalistas serios.