CONTADO
No hay bien que por mal...
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Nunca antes hubo en la región un crecimiento tan generalizado y robusto que encima se da en un contexto de bajísima inflación, superávit de cuenta corriente y desahogo fiscal. Y aunque para el 2005 se estima que el crecimiento de América Latina se reducirá de más del 5 por ciento en el año que finaliza a menos de 4 por ciento, igual se mantendría por encima del promedio de los últimos diez años y con el resto de las variables macro en situación estable. El contraste con lo que sucede en la principal potencia del mundo es muy marcado, ya que lo que sobresale allí son brutales desequilibrios negativos en la balanza comercial y en el Presupuesto, que alcanzan records históricos y que se perfilan hacia mayores déficit.
Volviendo a la región, la Argentina no es la excepción sino un caso más en la regla, aunque quizá su performance sorprenda por las peculiaridades autóctonas: un país en default, con importantes contratos indefinidos, y gobernado por un presidente que asumió con suma debilidad, por citar algunas características distintivas.
Las perspectivas macro para el año próximo pintan optimistas en términos de Producto Bruto (el Gobierno tendría que hacer las cosas muy mal o debería ocurrir algún imprevisto grave para que aumentara menos del 5 por ciento) y generación de empleo, pero presentan algunos varios interrogantes de difícil respuesta. Consultado por esta columna acerca de qué lo preocupa para el año entrante, un alto funcionario del equipo económico mencionó dos cosas: en materia política, las fricciones que podrían suscitar las asperezas no limadas entre el Presidente y su ministro de Economía, y en términos económicos expresó su temor de que “un final feliz en la negociación de la deuda potencie un flujo de ingreso de capitales especulativos que presione hacia abajo en la cotización del dólar”, deteriorando la competitividad externa del país. Esto mismo fue adelantado en esta sección el 7 de noviembre pasado en una columna titulada “Problemas del éxito”. En el cóctel de fin de año con el periodismo, nadie le preguntó al ministro por los roces con Néstor Kirchner, pero sí sobre el tipo de cambio, y admitió que “nos va a dar trabajo mantenerlo en un nivel alto”. Parte de ese trabajo es intervenir en el mercado de cambios, que en lo que va de diciembre alcanzó un record histórico de compra de reservas superior a los 1000 millones de dólares.
Además de los efectos lógicos del advenimiento de la era postdefault, el temor a un mayor ingreso de divisas obedece también a la firme expectativa de que la paridad cambiaria se va a mantener en torno a los valores que arrastra desde hace ya larguísimo tiempo, cumpliendo con el objetivo explícito que se ha impuesto la autoridad económica y monetaria, y que hasta ahora ha dado claras muestras de poder lograrlo con relativa facilidad. Por más que suene a insulto o herejía, la situación presenta cierta similitud con la Convertibilidad, en la medida en que el dólar moviéndose permanentemente en el entorno de los 3 pesos opera como en un esquema de tipo de cambio fijo; por supuesto que sin la garantía formal de una ley y con los riesgos consecuentes. Pero a juzgar por lo que se observa en la city y en la mayoría de los informes de consultoría elaborados doméstica o internacionalmente, todos apuestan a que el panorama cambiario se mantenga quieto y vayan sumándose los que se juegan por la compra de activos locales con divisas traídas de afuera, ya sea en títulos públicos (que cerrarán el año con más del 25 por ciento de rendimiento), en acciones, o en especies más sofisticadas.
De todas maneras, tras dos años de sostenida recuperación y la perspectiva de un tercero al hilo, pese a las holguras fiscales y comerciales y aun suponiendo un canje de deuda a pedir de boca del Gobierno, tanto en el exterior como en algunos bolsones locales de poder económico subsisten dudas sobre la perdurabilidad del ciclo favorable. Por ejemplo, en susúltimos informes sobre la América Latina y sobre la Argentina, el economista especializado en la región del banco de inversión Morgan Stanley, Gray Newman, pone entre signos de interrogación la sustentabilidad de la expansión local, debido fundamentalmente a que “los datos sobre la Argentina muestran que los productores locales están llegando al máximo de la capacidad instalada y haciendo poco para invertir ahora y así asegurar la continuidad del rebote económico”. Para Newman, la Argentina está sacando provecho de lo que define como “un crecimiento artificial impulsado por el salto en el precio de las materias primas y commodities, la sustitución de importaciones y un alivio fiscal temporario como consecuencia de la suspensión de pagos de servicios de la deuda”.
La enumeración de las causas del crecimiento es sin duda incompleta, y el adjetivo “artificial” suena exagerado y tremendista. Pero todo el resto es cierto.