Dom 13.03.2005
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CONTADO

Reabrir o no reabrir

› Por Marcelo Zlotogwiazda

Hay un atributo de Roberto Lavagna que tranquiliza. El ministro demuestra que tiene muy en claro cuáles son los temas que se le van a presentar en la agenda de la coyuntura. Desde semanas antes de festejar el triunfo del canje de la deuda hizo saber a quienes lo rodean que los dos asuntos a tratar en lo inmediato serían la negociación con el Fondo Monetario Internacional y el control de la puja distributiva. Y tal como lo previó, sin que los festejos por la salida del default le dejaran siquiera tiempo para un respiro, los dos temas se instalaron enseguida en el centro de la escena.
El primero lo colocó él mismo al viajar a Washington para explorar el terreno. Puesto que suponía acertadamente que se iba a encontrar con presiones para resolver la situación de los que se quedaron afuera del canje con los viejos bonos, los llamados holdouts, tanto él como el presidente Kirchner se adelantaron a descartar la alternativa de reabrir el canje. Esa postura oficial fue compartida desde este mismo diario por el ex viceministro de la Alianza Miguel Bein y por el jefe de la sección y de este suplemento, el amigo Alfredo Zaiat, en oposición, por ejemplo, a lo que se sugirió el domingo pasado desde esta columna o a lo que recomendó, entre otros, el prestigioso economista Nouriel Roubini en un artículo que tuvo amplia difusión en medios políticos y académicos, y que ya fuera citado en este diario (“El final exitoso del canje de la deuda argentina”). Como se ve, es un típico tema de debate no ideológico sino pragmático, donde no pesan los prejuicios sino sólo la diferencia de criterios sobre qué es lo más conveniente para terminar de resolver un problema que indudablemente sigue existiendo. A menos que alguien crea que los holdouts se van a olvidar del asunto o que los viejos bonos por 20.000 millones de dólares de valor nominal pueden quedar en el limbo e impagos para siempre.
Para ejercitar un poco el debate sobre lo argumentado por Bein en contra de reabrir el canje, y suponiendo por experiencia que Bein está de acuerdo con la necesidad de llegar a un acuerdo (por supuesto conveniente) con el Fondo, uno de los puntos en los que se apoya es la incoherencia en la que incurriría el Fondo presionando por la reapertura. ¿Y cuál es el problema para la Argentina de que el Fondo se contradiga?, siempre que se convenga que la reapertura es la concesión que se hace desde una posición ganadora para evitar costos más elevados (juicios, arreglos extrajudiciales engorrosos y de resultado incierto, etc.) y/o para aceitar la refinanciación con el organismo que Lavagna persigue. Otro argumento suyo en contra de la reapertura es el “mal precedente” que sentaría para futuras operaciones de este tipo en el mundo. ¿El país va a ser castigado por eso? ¿Nos van a retar?
Zaiat, en cambio, aporta un argumento en contra de la reapertura que sí es relevante y más convincente. Recuerda que la oferta argentina incluye destinar en los próximos años el dinero que quedará disponible por el menor pago de intereses derivados de un menor nivel de aceptación a la recompra en el mercado de los nuevos títulos (lo que supone un aumento en su cotización), de modo tal que reabrir y subir el nivel de adhesión perjudicaría a los que ingresaron en la primera vuelta. Se podría responder que ese tratamiento inequitativo para el 76,07 por ciento que ya aceptó podría ser enmendado destinando a ese fin una cantidad de dinero poco significativa para compensarlos.
Desde la formalidad institucional hay otro obstáculo para la reapertura, que es la existencia de la ley cerrojo recientemente votada que lo prohíbe expresamente, aunque como toda cuestión formal, es modificable formalmente.
Lo cierto es que los holdouts son una asignatura pendiente, y que un acuerdo con el FMI es un objetivo prioritario que se fijó el Gobierno. Si ambas cuestiones se pueden conjugar o no es un asunto que se verá en las próximas semanas.También se verá en las próximas semanas si el fantasma del rebote inflacionario tiene mucha tela para cortar o es un susto exagerado que desaparecerá rápidamente. Por lo pronto, la multiplicidad de causas que ya operan o potenciales de presión sobre los precios lleva a pensar como Lavagna, en el sentido de que va a ser una preocupación duradera. La presión de costos derivada de la lucha distributiva se vio agitada en los últimos días por una agitación de los conflictos laborales, a lo que se sumó la estampida del petróleo en el mercado internacional. El panorama se complicó por la suba de un precio de alto impacto como el de la carne, que obedeció a razones coyunturales como el clima, pero también a un motivo estructural, que es el paulatino vuelco de una parte importante de la producción a un mercado externo que como en muchos otros rubros está siendo revolucionado por el aluvión de la demanda china.

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