Dom 04.09.2005
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Viva Katrina

› Por Marcelo Zlotogwiazda

Mientras la devastación tiñe de desesperación y muerte el sur de los Estados Unidos, desde la elegante Boston el señor John Dorfman, presidente de Dorfman Investment, escribió en su habitual columna que publica la agencia de noticias Bloomberg (la del alcalde de Nueva York) que “varias acciones de empresas ubicadas en los estados afectados por el huracán podrían ser buenas oportunidades para la compra”. Con frialdad de cirujano, el consultor razona que “a medida que se conocen las noticias sobre fábricas destrozadas, inventarios inutilizados, información y archivos perdidos, y oficinas inhabitables en Mississippi, Louisiana y Alabama, las acciones de muchas de esas empresas muy probablemente van a caer. Y si eso sucede, varias de ellas podrían alcanzar precios atractivos para comprar”.

Dorfman no se queda en generalidades. Con la inescrupulosidad propia de los gurúes, apunta con nombre y apellido a, por ejemplo, Stone Energy Corp. de Lafayette, que sufrió serios daños en su estructura de producción de gas en el Golfo de México, a la Torchmark Corp., una aseguradora en Birmingham, Alabama, y a Sanderson Farms Inc., un criadero de pollos con casa central en Laurel, Mississippi, cuyas instalaciones en la zona se vieron fuertemente afectadas.

Las primeras estimaciones sobre impactos materiales se miden en cifras de doce dígitos. Entre otras: 150.000 millones de dólares de pérdida de consumo por encarecimiento de precios energéticos; 10.000 millones de dólares por caída en la actividad turística en las zonas del desastre; a lo que se agrega la destrucción de inmuebles y activos productivos por cifras por ahora incalculables.

No obstante, los buitres especulan. La racionalidad del mercado es salvaje y la mente humana, muchas veces despiadada.

Roberto Lavagna no ha expresado nada parecido a semejante crueldad. Pero no cabe duda de que en un rinconcito de su cabeza una cuerda reverbera buen sonido por los efectos inmediatos para la economía argentina que provocó el paso de Katrina. Es obvio que en primer lugar está el alza en el precio del crudo, que venía de un rally de espectacular aumento y que el huracán acentuó hasta niveles record que en las próximas semanas podrían verse aun superados, llegando incluso a traspasar el máximo valor en moneda constante de la historia. En el corto plazo, cada dólar de incremento en el barril le significa 45 centavos de ingreso adicional por retenciones, lo que ya se reflejó en un nuevo espectacular resultado en la recaudación tributaria de agosto (subieron 41 por ciento respecto de igual mes de 2004 y representaron el 13 por ciento de todo el cobro de la AFIP), y que se notará todavía más en la del corriente mes. Gracias a este shock, cuando se conozcan las cifras fiscales definitivas del mes pasado seguramente se observará que el superávit previsto presupuestariamente para todo el año se habrá cumplido en ocho meses.

Claro que lo que para hoy es pan en abundancia, está metiendo presión en el precio de los combustibles, una olla ahora herméticamente tapada hasta los comicios de octubre, pero que difícilmente aguante mucho más que eso. Hay por lo menos tres aspectos que el shock petrolero abre como perspectiva sobre los que el Gobierno debería definir una estrategia, que por ahora no se conoce en ninguno de los casos, aunque se intuye para alguno de los tres.

Para empezar, si bien no queda claro cómo piensa aprovechar los meses de vacas fiscales muy gordas, el comportamiento de los últimos meses indica que buena parte será gastada en la política de desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional.

Al respecto cabría plantear como mínimo dos alternativas posibles, que no necesariamente excluyen la controvertida elección oficial. Una sería repartir una porción de los ingresos extraordinarios entre los sectores más castigados para dotar de más equidad a la distribución del ingreso, una asignatura más presente en el discurso que en la práctica kirchnerista. Otro camino posible, practicado en circunstancias como ésta por países más previsores, es la constitución de fondos anticíclicos, capaces de atenuar padecimientos en tiempos de vacas no tan gordas.

Un segundo aspecto es el ya mencionado peligro inflacionario, que por ahora está postergado con represión de precios gracias a los acuerdos con Repsol-YPF y Petrobras, pero que no incluyen ni a Shell ni a Esso. Se discutirá de acá a sesenta días.

Vinculado con lo anterior aparece el último punto sobre el tema petrolero. Si de por sí resulta cuestionable que el país exporte indiscriminadamente un recurso estratégico del que no cuenta con demasiadas reservas, peor es si se tiene en cuenta la inexistencia de políticas concretas, articuladas y comprehensivas sobre conservación energética. No hay señales de precios en ese sentido (todo lo contrario), ni tampoco campañas eficaces para un uso racional, en particular de nafta y gasoil para el transporte particular. Los dueños de las 4x4 siguen disfrutando de ellas y del combustible barato, por citar una de tantas irracionalidades.

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