Dom 18.12.2005
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CONTADO

Desendeudamientos

› Por Marcelo Zlotogwiazda

En materia de desendeudamiento el gobierno de Néstor Kirchner ha conseguido un logro que, además de histórico, es de una trascendencia monumental.

Obviamente, no se trata del anuncio del jueves pasado, aunque sí estuvo presente en un párrafo de ese discurso: “La República Argentina ha podido concretar exitosamente este año el más gigantesco canje de deuda en cesación de pagos de la historia mundial, y lo ha hecho con la quita más grande de la historia, que supera los 67.000 millones de dólares”, recordó el Presidente hace tres días. Cualquiera que intente relativizar la importancia de esa descomunal operación de ingeniería política y financiera cometería un despropósito.

Un despropósito similar a la equiparación que Kirchner hizo entre ese desendeudamiento y la cancelación anticipada por 9810 millones de dólares que tan contento puso al titular del FMI, Rodrigo Rato. Afirmar que “el paso que estamos dando es de idéntica magnitud” a aquél es como mínimo una desmesura. Es un paso histórico porque será recordado. Pero comparado con el del canje con quita es de una importancia muy menor.

El propio discurso contiene afirmaciones que dejan en ridículo el tono de epopeya con el que se lo pretende vender. Llegando casi al final, Kirchner destaca con orgullo que “a partir del 1º de enero próximo el trabajo argentino ya no va a ir más a pagarle al Fondo en forma permanente”. Por supuesto: fue todo de una vez y por adelantado.

Del discurso también llama la atención la ausencia absoluta del término redistribución de ingresos, con que tanto venía machacando el Gobierno y los que confían ciegamente en que el desplazamiento de Roberto Lavagna se debió a su resistencia a virar hacia una política económica de mayor reparto y creen que eso está encarnado plenamente en la nueva ministra. La única mención que se aproxima al tema fue cuando el Presidente aseveró que “el desendeudamiento con el Fondo es un paso que con toda responsabilidad nos ayuda a construir un futuro más justo, inclusivo y equitativo”.

Pero resulta que minutos después Felisa Miceli sostuvo en la presentación que hizo junto con Martín Redrado en la Casa Rosada que el dinero que estaba previsto pagarle al Fondo el año próximo y que ahora queda liberado ya que no hay nada más que pagar, no va a ser destinado a reforzar ningún plan contra la pobreza, ni más obra pública, ni tampoco un incremento en jubilaciones o salarios públicos. Siguiendo con precisión la línea trazada por su antecesor, la ministra dijo que esos recursos irán a parar al fondo anticíclico creado por Lavagna. Más que cambio de rumbo se parece mucho a una continuidad.

La aparición repentina de esos recursos presupuestarios liberados fue captada al vuelo de inmediato por el diputado Claudio Lozano, quien el mismo jueves planteó en el debate sobre el Presupuesto para el año que viene la reasignación a partidas orientadas al objetivo de la redistribución. Su propuesta fue neutralizada sin ningún esfuerzo por la mayoría de legisladores kirchneristas que casualmente ese día votaban el mismo proyecto de Presupuesto que había enviado Lavagna. Otro claro indicio de que más que un cambio de rumbo se sigue recorriendo un camino más parecido que distinto al del anterior ministro. El economista de la CTA recordó que “el desendeudamiento es una prioridad del propio FMI y es de interés del Tesoro estadounidense”, y sobre eso agregó que “su única virtud estaría en ganar autonomía para la definición de la política económica. Me preocupa en ese sentido que los recursos fiscales que se liberan en lugar de dirigirse hacia la inversión social o al desarrollo productivo, tengan como destino un fondo anticíclico. En ese caso, estaríamos saliendo del Fondo para seguir haciendo fiscalmente la política del Fondo”. Vale refrescar que Lozano elogió la designación de Miceli por ser la primera vez que alguien que ocupa ese cargo no proviene ni arrastra compromisos con el establishment. Volviendo al discurso de Kirchner, que haya mencionado el pronóstico de crecimiento de 4 por ciento previsto en el Presupuesto fue un dato que no pasó inadvertido para un par de agudos observadores consultados para esta nota. Lo interpretan como una señal más de que la política económica evitará cualquier riesgo de alimentar el repunte inflacionario de los últimos meses; en particular, que el gasto público no será mayor al compatible con esa desaceleración. También notaron un estilo mesurado y tranquilo, muy sujeto a lo escrito y desprovisto de improvisación. Sólo criticando a la institución a la que simultáneamente estaba congraciando con un anuncio histórico pero no demasiado trascendente.

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