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› Por Marcelo Zlotogwiazda
El lunes pasado la Argentina y Brasil fijaron un nuevo acuerdo automotor por dos años que, en esencia, consiste en establecer un valor de 1,95 a un coeficiente denominado flex, que es el monto de importaciones de autos y autopartes con arancel cero que un país puede realizar por cada dólar exportado. Resulta interesante, por paradójico e ilustrativo, repasar la historia de ese coeficiente flex. Apareció en agosto de 2000 en el acuerdo que reemplazó el criterio que regía hasta entonces respecto a que el intercambio sin arancel no debía generar desequilibrios. En otras palabras, el viejo criterio era un dólar libre de importación por cada dólar exportado. En ese entonces se fijó una escala creciente que comenzaba en 1,6 y llegaba a 2,6 a finales del año pasado, tras lo cual el intercambio iba a pasar a ser completamente libre. Lo curioso, es que en aquel agosto de 2000, el 1 a 1 que había hasta ese momento fue flexibilizado en concesión a la Argentina, que por entonces era la que tenía un creciente superávit en el intercambio de autos y autopartes con Brasil; se legitimaba el saldo a favor de la Argentina. La torta se fue dando vuelta, hasta llegar el año pasado a superar los 1000 millones de dólares de superávit brasileño. Eso hizo que todavía en tiempos de Roberto Lavagna como ministro, el gobierno argentino anunciara su rechazo a cumplir con la liberación prevista a partir de principios de este año, por lo cual se prorrogó por seis meses el esquema que venía de antes.
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