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› Por Marcelo Zlotogwiazda
Antes que sustentos de teoría económica, la figura del fondo anticíclico tiene inspiración religiosa y literaria. Cuenta la Biblia en el libro Génesis la historia del faraón egipcio que soñó que a orillas del Nilo se le aparecían desde el río primero siete vacas gordas, y tras ellas siete vacas flacas y feas que se comían a las primeras. Desorientado por el mensaje mandó llamar a un esclavo judío de nombre José, famoso por interpretar sueños, quien le explicó que se trataba de un mensaje divino avisando que estaban por sucederse siete años prósperos seguidos de otros siete de escasez, y además le recomendó que guardara una quinta parte de la cosecha en tiempos de abundancia para cubrir el faltante en la época de malaria. El faraón no sólo liberó a José sino que además lo designó como su principal colaborador y a cargo de aplicar esa política de previsión.
Sobre una idea parecida trabajó en el siglo XVIII el escritor español Félix María de Samaniego, quien en su famosa fábula La cigarra y la hormiga relata que mientras la primera “cantando pasó el verano entero sin hacer previsiones para el invierno”, a la hormiga que “habitaba tabique en medio” le sobraba el alimento. Pero la moraleja de esta fábula tiene un costado de dudosa moral, ya que cuando la cigarra le pide “prestad alguna cosa con que viva en este invierno esta triste cigarra que fielmente promete pagaros”, la hormiga se negó diciendo: “¿Con que cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora que yo como, baila, pese a tu cuerpo”.
Alcanzan estos dos textos para demostrar lo absurdo que fue la creación del fondo anticíclico creado por la Ley de Responsabilidad Fiscal a finales del gobierno de Carlos Menem, y ratificado por decreto a comienzos de la gestión de José Luis Machinea como ministro de Fernando de la Rúa. No eran tiempos ni de vacas gordas ni se disfrutaba de algún verano económico como para acumular provisiones. La recesión ya se había desatado y los ajustes fiscales que se realizaban, así como las meras señales que se anunciaban para ganar confianza de los mercados financieros y combatir la trepada del riesgo país (caso el fondo anticíclico que jamás fue operativo), no hicieron más que agudizar la tendencia recesiva y acelerar el inevitable derrumbe de la Convertibilidad. Fue un círculo vicioso que se retroalimentaba achicándose hasta implosionar.
Diferente es el caso del fondo anticíclico que Roberto Lavagna anunció pero nunca pudo inaugurar porque fue desplazado, y también es distinto el fondo anticíclico que a su manera está acumulando desde comienzos de año Felisa Miceli, y que a esta altura ya cuenta con 3200 millones de pesos, según información oficial recogida por esta columna. Al revés que con Roque Fernández y Machinea, ahora es incuestionable que la economía vive un ciclo de crecimiento, y por lo tanto desde ese punto de vista no es descabellado guardar un poco para cuando deje de soplar el viento en popa. La diferencia que marca la actual conducción del Palacio de Hacienda con la idea de su antecesor, es que el fondo depositado en una cuenta especial en el Banco Nación no tiene jerarquía institucional que deba respetar fórmulas y restricciones para juntar o gastar, sino que se maneja con la discreción propia de los ejecutores de política económica. No obstante reconocen que el ritmo de acumulación surge de asignar de un 20 a un 30 por ciento de lo que excede el superávit presupuestado, mientras que lo restante se destinó a cubrir gastos que se fueron adicionando a los previstos, como por ejemplo los aumentos a jubilados y mayor inversión pública.
Pero si bien en un país que conoce como pocos que las crisis afectan fundamentalmente a los más débiles la vacunación fiscal resulta incuestionable, la polémica surge cuando, en lugar de clasificar el tiempo en ciclos macroeconómicos positivos o negativos, se toma en cuenta la situación concreta de los individuos. ¿Es sensato ahorrar cuando un tercio de la población vive en la pobreza de acuerdo con parámetros de pobreza que claramente subestiman lo que la mismísima Cristina Fernández de Kirchner calificó el miércoles pasado como una situación vergonzosa? Puesto en términos de literatura o escritos bíblicos, no todas las vacas están rellenitas y hay millones de hormigas que tienen la alacena vacía y no precisamente por holgazanas.
De regreso a la teoría, viene justo al caso recordar lo que el prestigioso economista keynesiano Jan Kregel señaló en un reportaje publicado en este diario a fines de agosto pasado, en ocasión de una visita por invitación de Economía: no sólo desaconsejó distraer dinero en un fondo anticíclico sino que recomendó bajar el superávit fiscal para estimular por la vía de un mayor gasto público un uso más pleno de los recursos ociosos en un contexto donde, a su juicio, eso no debería provocar mayores complicaciones en materia inflacionaria.
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